Los pesimistas, los optimistas y los realistas

Los pesimistas, los optimistas y los realistas

Describe un popular adagio: “el pesimista se queja del viento; el optimista espera que pase; y el realista ajusta las velas”.

Sería una obviedad recordar que Argentina adolece sistemáticamente de navegantes que ajusten las velas.

Salvo los tres o cuatro estados más pobres del planeta, somos la única nación que lleva medio siglo de crisis ininterrumpida. Por si quedan dudas.

Prosiguiendo con la jerga náutica, rolamos entre dirigentes pesimistas, que se quejan de la pesada herencia, del contexto internacional, de las malas cosechas, de las corporaciones, de los medios hegemónicos, del gobierno nacional de turno, de los sindicatos, del parlamento adverso, del viento en contra y del viento en contra y otra vez del viento en contra…

Póngale el nombre del presidente o del gobernador que quiera y agregue cualquiera de estos pretextos y el resultado será una excusa política típica. La culpa siempre es del que estuvo atrás y lo hizo todo mal, del que está al costado y entorpece la faena o del que vendrá y nos condenará al cadalso.

Los eufóricos de confianza

Los pretextos oscilan entre los pesimistas y los optimistas que esperan que el viento pase: ya brotarán las inversiones, ya subirán los precios de los commodities, ya habrá una administración nacional afín al gobierno provincial, ya veremos los resultados del sacrificio, sólo hay que esperar, ya pasará el viento…

La culpa nunca es nuestra, siempre es del otro. Una patología endémica de los argentinos, expertos en no hacernos cargo de nada.

Quizás por eso somos el país con más psicoanalistas por persona del mundo, con 194 profesionales de la mente -o de la locura- por cada 100.000 habitantes, según el Atlas de salud mental elaborado en 2014.

Si acaso no le resulta llamativo el número de conocedores de los trastornos de la conducta que hay en Argentina, le contamos que el segundo país con más psicoanalistas del mundo es Finlandia, con 56 especialistas por cada 100.000 habitantes, casi cuatro veces menos, siendo una de las naciones con más suicidios por habitantes del mundo.

Y el promedio de psicólogos en el planeta, es decir la tasa “normal”, es diez veces menor a la nuestra.

Si no sabés, no te postules

El escritor y periodista colombiano -hoy radicado en Alemania- Andrés Felipe Giraldo, escribió el 27 de junio pasado en Twitter uno de los posteos más compartidos a nivel global en esa red social durante el último mes: “Ningún presidente ni alcalde hereda problemas”. Se supone que los conoce de antemano y por eso se hace elegir, para gobernar con el propósito de corregir esos problemas. Culpar a los predecesores es la salida fácil y mediocre de los malos gobiernos. Si no pueden, no se postulen”. Teléfono para Macri, Cristina, Manzur, Alperovich y tantos otros que están o que vendrán.

Fue tan viral este tuit que muchas personas, incluso presidentes y gobernantes de todo el mundo, se lo adjudicaron, erróneamente, a la canciller alemana Ángela Merkel, al punto de que en algunos medios acusaron a Giraldo de plagiar a Merkel.

Los realizadores

Una de las características inherentes de la mediocridad es mirar al costado en vez de mirar al frente. Estar pendiente de lo que hace o deja de hacer el otro en vez de ocuparse de sus propios actos.

El plan de semipeatonalización del microcentro que ¡por fin! decidió iniciar el municipio capital es un claro ejemplo del realista que ajusta las velas.

El pesimista se queja del desastre que es el caos de la ciudad, el optimista piensa que ya se solucionará por arte de magia y el realista entiende que hay que empezar a hacer algo.

Es apenas un primer paso de una batería enorme y compleja de medidas que los urbanistas vienen recomendando hace décadas. Descentralizar la administración pública, peatonalizar, desanimar el ingreso de vehículos particulares, mejorar y aumentar el transporte público, generar más espacios verdes y públicos, entre otras decenas de medidas capitales, para ir de a poco generando una ciudad más amigable, más igualitaria y justa, más saludable y sustentable, lo que derivará, probado está en todo el mundo, en pronto desarrollo y crecimiento. Comercial, cultural, tecnológico, turístico, social.

La planta de reciclaje de residuos que se puso en funcionamiento en la ciudad de Tafí Viejo es otro “ajuste de velas” esencial en la dirección de mejorar la calidad de vida del vecino.

Proyectos que en general son desestimados, ninguneados y cajoneados por las administraciones mediocres del cortoplacismo.

La sustitución por lámparas led de la iluminación pública de la capital, que no sólo mejora la visión nocturna sino que genera un ahorro fenomenal de energía, es otra acción que va en esta línea de desarrollo sustentable.

Expandir las velas al máximo

Ahora, hace pocos días, el equipo que lidera el intendente de Tafí Viejo, Javier Noguera, presentó un proyecto que propone construir tres líneas de trenes elevados eléctricos, para solucionar uno de los problemas más graves que tiene el área metropolitana de Tucumán: la movilidad urbana.

Como varias veces se ha planteado en esta columna, reflejando estudios y diagnósticos de especialistas, el Gran Tucumán es una ciudad de más de un millón de habitantes, fragmentada, que se ha expandido por islas, de pobreza y de riqueza, con vías de traslado deficientes e insuficientes, con un tránsito particular colapsado a raíz de que el transporte público es escaso y malo.

Es caro trasladarse de un sector a otro, sobre todo si se tiene que hacer varias veces al día, además de lento, contaminante, ruidoso e incómodo.

Esta obra no sólo descongestionaría el tránsito automotor, sino que mejoraría el tiempo y la calidad del traslado de la gente, entre ellos trabajadores y estudiantes, sino que también tendría un gran impacto en el crecimiento de enormes sectores postergados de la metrópolis.

Más seguridad, menos delito, más actividades comerciales, expansión de la obra pública y privada son algunos de los otros beneficios inmediatos de una larga reacción en cadena de efectos positivos.

Es un proyecto que requiere la participación del gobierno provincial, en primer término, además de la gran ayuda de la Nación, y un fuerte compromiso y esfuerzo de los siete municipios más las comunas que integran el Gran Tucumán, donde vive nada menos que el 70% de la población. Sería, además, la piedra basal de un sistema de trenes interurbanos que comunique a todas las regiones de la provincia.

Al margen de quién es el autor o los autores del proyecto, podrían los funcionarios actuales, de todos los espacios, pero sobre todo los de la Provincia, pasar a la historia grande del país y cambiarles la vida a los tucumanos para siempre, o también podrían seguir culpando al viento, como hicieron hasta ahora, y esperar que por sí solo algún día deje de soplar.

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