Desmontando la Babel del transporte

Desmontando la Babel del transporte

Desmontando la Babel del transporte

Hace unas cuantas décadas Tucumán presumía con una variedad de sistemas de transporte. Desde los orgullosos trenes que surcaban de norte a sur la columna vertebral de la provincia hasta los ómnibus a gasoil y los trolebuses eléctricos de principios de los 60. En esa década se dio el lujo de prescindir del tranvía y para los 70 los viejos carros pueblerinos comenzaron a desaparecer en aras de la modernidad. Los que peinan canas se deben acordar de los mateos tirados a caballo que adornaron plazas como la Alberdi o el Mercado de Abasto. Todo eso, desde el tren hasta el mateo, era comunicación. ¿Qué ha pasado que hoy los habitantes de las ciudades están incomunicados y son esclavos de un sistema de colectivos en crisis? Sistema que no se sostiene por sí mismo y que este año cada 15 días -en promedio- tiene un estallido que paraliza a toda la provincia.

Sin analizar en particular la problemática que ha llevado a los paros de colectiveros de las últimas dos semanas, el arquitecto Raúl Di Lullo remarca que la ciudad casi pueblerina de los años 60, que tenía la mitad de habitantes que hoy, ha experimentado un cambio de escala. Antes era menos compleja, más provinciana, más chica y, con el mismo territorio, la forma de vida ha cambiado mucho y la movilidad está ligada a esos cambios.

Imposibles

Con las crisis periódicas sociales, el sistema de transporte, que era del tercer mundo -con la mirada puesta en el primero-, se fue cayendo sin que la sociedad lo advirtiera: cuando los militares aplicaron el golpe mortal al sistema de ferrocarriles, la sociedad quedó aferrada a la utopía de que algún día volverían y serían como los de la Europa de hoy. Los gobiernos hicieron promesas vacías. Por ahí quedan los amigos de los ferrocarriles y los amigos del transporte eléctrico que predican en el desierto. ¿Algo imposible? ¿Quién sabe? Salta reflotó hace poco el tren Güemes-Salta. Mendoza acaba de comprar una flota de ómnibus eléctricos.

Tucumán sólo atesora una constante pendiente. Tras el derrumbe de los ferrocarriles desde la época menemista se vinieron abajo las líneas de transporte interurbano y los pueblos del interior se quedaron aislados. Lo único que sobrevive son líneas de ómnibus con unidades de hasta 20 años que no dan demasiadas opciones a los usuarios de las ciudades más grandes. Para los pueblitos sólo hay vetustos autos rurales y taxis pirata. El aislamiento de esos pueblos es espantoso, porque Tucumán es muy poco federal con su interior. Todo depende de la capital y las poblaciones del Gran San Miguel sustentan gran parte de sus actividades cotidianas en la capital. El transporte en ómnibus es fundamental para las legiones que viajan ida y vuelta cada día desde Delfín Gallo, Las Talitas, Lules, San Pablo, etcétera. Los de la capital nada saben, por ejemplo, de los problemas de personas que viven en La Cocha, quienes si por algún trámite capitalino pierden hoy el último ómnibus, que sale a las 21.30, deben esperar hasta las 22.50 para llegar sólo hasta Alberdi, a la 01.05, y desde allí tomar un auto auto rural... si consiguen. Los capitalinos sólo pueden tener una idea de esos problemas de comunicación si se acercan a la tarde a la plaza Independencia y escuchan a personas que buscan pasajeros para taxis “truchos” voceando discretamente: “Aguilares, Concepción…”. Sin embargo, los de la capital y los del Gran San Miguel vivieron esos problemas durante los recientes días del paro: no había forma de trasladarse desde Yerba Buena o Banda del Río Salí al centro, o desde barrio Terán a barrio Norte. La única opción eran los taxis.

Esa constante pendiente del transporte tucumano ha tenido varios episodios. Hubo un ministro del gabinete de Fernando Riera que se imaginó un subterráneo de Yerba Buena a Banda del Río Salí. Hubo un intendente capitalino que se imaginó un tren elevado que circulase por la avenida Mate de Luna. Sólo fueron ideas amuralladas por la falta de plata de los 80 y los 90. Hubo proyectos más concretos, como el del tren urbano, llevado a ordenanza por el entonces concejal (y hoy funcionario nacional del plan Belgrano) José Ricardo Ascárate, quien, después como legislador, también lo planteó como ley de sistema suburbano (de Tafí Viejo a Lules) en tiempos del gobierno de Julio Miranda. También hubo estudios realizados por la Provincia y por la Municipalidad capitalina sobre el tránsito y el transporte. Se trajo a técnicos rusos para estudiar un sistema de ómnibus eléctricos para circunvalar la ciudad (servicio como el que prestan las líneas 18 y 19). Se trajo a técnicos españoles para analizar nuestros problemas en esta área. Ninguna conclusión se llegó a aplicar. Hoy “hay una herrumbre que nos mantiene a todos quietos en lo que sólo sabemos hacer y no nos deja ponerle aceite a la imaginación para pensar en cómo movernos de otra manera”, dice Ascárate.

Pasajeros en fuga

Es que las crisis nos fueron comiendo. Menos gente usa los ómnibus. ¿Dónde están los que se fueron? ¿Son los que usan las 180.000 motos que hay en la provincia? El secretario de Transporte provincial, Benjamín Nieva, dijo en el programa “Panorama Tucumano” del miércoles pasado que ahora estamos peor que en 2001 (cuando hubo un programa de salvataje de la Nación con subsidios al transporte) porque ahora la bola de nieve del cambio de sistema de subsidios -acordado por la Nación con las provincias hace un año- está haciendo saltar problemas por todas partes y va a obligar a debatir el asunto en el presupuesto para 2020. “Este acuerdo se termina en diciembre y después no se sabe qué pasará”, dice Nieva.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? “La historia es cíclica pero los tiempos son lineales”, sentenció el secretario provincial. Una manera de decir que se han ido haciendo parches sin resolver los problemas, que vuelven y vuelven a aparecer. Todos dicen que hay que juntar a los distintos factores y analizar a fondo el problema. Los empresarios aducen que hay que tener en cuenta sus costos (amortización de unidades, neumáticos, combustible, salarios) y en este sentido hay una constante que se repite. Nadie analiza ni discute el estudio de costos. Lo hizo una cátedra de la UNT. ¿Con qué parámetros? ¿Los aportados por los empresarios? ¿Qué investigación aportó la Municipalidad para sugerirle al Concejo Deliberante un valor del pasaje en $ 24? ¿Quién discutió ese estudio? Ya la Provincia generaliza ese aumento al transporte interurbano y rural. De la participación del secretario Nieva en el programa quedó en limpio que nadie toca ese tema, ni la Municipalidad ni la Provincia. “Lo estamos pidiendo” (al estudio), dijo Nieva.

Según Ascárate, en los años 80-90 la Municipalidad hacía ese estudio cada seis meses y lo discutía con las empresas. También dice que hay varios nudos que no se han desatado, como el control de las tarjetas magnéticas en los ómnibus interurbanos y el hecho de que en las líneas rurales se siguen usando dinero y boleto. Con el control de las tarjetas y de GPS se podrían saber datos importantes como frecuencias, cantidad de pasajeros, gastos de neumáticos y de unidades en general. Y de allí, saber los costos reales y después discutir si caben rebajas impositivas y de tasas, así como gestionar seguros, como alternativas para bajar costos.

Pero todo esto ha estado ausente en estas sesiones para aumentar la tarifa. Están ausentes los municipios que tienen responsabilidad (desde Concepción hasta Banda del Río Salí). Está ausente la discusión técnica. ¿Quién debe poner la plata? El Concejo acaba de sancionar una norma para declarar el servicio de colectivos como “esencial”, pero eso ya está establecido en la ordenanza 400 de 1979. Con ella les hizo una advertencia en febrero el intendente Germán Alfaro a los empresarios tras una protesta que paralizó la ciudad. Ahora habrá dos ordenanzas para hacer advertencias y acaso haya una ley que declare esencial al servicio.

Pero no se llega al fondo del asunto: ¿qué sistema de transporte necesita Tucumán? ¿Cuándo se saldrá de la emergencia de los autos rurales en el interior, que ya lleva casi tres décadas? ¿Cómo se vincularán las ciudades y los barrios? La gran discusión todavía no se da. Por ahora la Provincia está estudiando qué hará con los subsidios para ver si se puede suplir el gasto extra que significa el aumento otorgado por paritarias a los choferes: ya hay $ 130 millones de los que se ocupa la Provincia, más $ 54 millones que envía la Nación. El aumento requeriría unos $ 60 millones más.

Mientras en esta Babel cada uno habla su propio idioma, si se supera esta crisis de la paritaria, el nuevo infierno puede venir en diciembre, con el resultado del presupuesto 2020. En algún momento los empresarios dijeron que se corría el riesgo de que se “latinoamericanice” el servicio. ¿Se referían a que acaso se caiga en servicios totalmente degradados, como los motocarros peruanos, llamados “toc-toc”? En cualquier caso, esa “latinoamericanización” no hará que se regrese al Tucumán pueblerino de antaño -los mateos no volverán- sino que se irá a una degradación mayor: un mal servicio con un pasaje caro, sin que nadie pueda explicar por qué.

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