Lo que el 9 de Julio se llevó
 LA GACETA / FOTO DE franco vera LA GACETA / FOTO DE franco vera

“…ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto (…) ¡y no saber adónde vamos, / ni de dónde venimos!” (“Lo fatal”, Rubén Darío)

Tres cosas podría hacer un presidente cuando visita Tucumán un 9 de Julio: reflexionar sobre el sentido de la fiesta patria, hacer anuncios o mostrar interés por resolver los problemas estructurales que requieren urgente solución. Lo mismo le cabe a un gobernador, ya que es un punto de encuentro en el centro exacto del territorio, siendo que Tucumán es capital de la República y eso debería concentrar el interés del país. Pero, claro, es capital simbólica, lo cual desvanece su sentido y eso ha dado lugar a que los presidentes hagan lo que quieran –el mismo autor del decreto de 1991, Carlos Menem, que estuvo 10 años como presidente, faltó cuatro veces a la cita- ya que, según el momento, el acontecimiento se convierta en acto político lleno de euforia o de tensiones, en escenario casi electoral o en un fugaz paso protocolar, lo que vacía de significado la fecha.

Reflexión poco sustancial

En la redacción de LA GACETA hubo fuerte debate previo al 9 de Julio, a propósito de su significado. ¿Qué importancia tiene para la sociedad? ¿Para qué sirve? ¿Qué le damos a la patria en lo personal y en lo colectivo? ¿Por qué estimulamos a los niños el fervor patrio y los adultos, en sus acciones, parecen transformar ese fervor en una cáscara vacía? Los periodistas consultaron a personalidades. Hubo quienes destacaron que los feriados “son relevantes porque dan el sentido de pertenencia histórica que necesitamos para poder proyectar el futuro” (Eduardo Robinson, economista); otros, que se trata de reafirmar identidades, “apuntalar una memoria, que es nacional” (Daniel Campi, historiador). El ministro de Educación, Juan Pablo Lichtmajer, hizo hincapié en la contradicción del paso del niño al adulto: “en todos los aspectos de la vida, la mirada de los niños y los adultos difiere, como difiere entre los propios adultos y entre los propios niños. Lo que hay que buscar es qué une la mirada de una niña o un niño y un adulto sobre lo que se celebra en un feriado; ahí se tienden los puentes”. Esos puentes no existen: tenemos que construirlos sobre nuestras contradicciones. El empresario Héctor Viñuales Santafé aportó una mirada pragmática sobre el aprovechamiento que hace la gente del feriado para viajar y disfrutar del ocio: “el gran valor del turismo es que cuida las costumbres, la cultura y así se dan las herramientas para que las personas permanezcan en sus localidades”, dijo. Y concluyó: “La industria del turismo no es ir a ver paisajes, es ofrecer cultura, ofrecer historia, experiencias, gastronomía. Acá a Tucumán la gente viene a buscar historia”.

El presidente Mauricio Macri se recostó en la historia para conmemorar a los congresales. Dijo que eran hombres comunes, con problemas y desafíos como los de hoy, pero su reflexión no fue más allá y la precariedad de su análisis cayó en una incipiente polémica histórica acerca de las razones por las que se usó la casa de Francisca Bazán de Laguna y no el Cabildo para el Congreso de 1816. ¿Qué proyección tuvo ese discurso hacia la época actual y para pensar en el futuro?

Cero anuncios

En lo que respecta a anuncios, no tuvo ninguno. Ni la angustiosa referencia a los problemas del país que hizo Fernando de la Rúa en el 9 de Julio anterior a la feroz crisis del 2001, ni los anuncios espectaculares, pero laxos, que hizo Néstor Kirchner en 2003 cuando prometió la nueva ruta 38 y la reapertura de los talleres de Tafí Viejo. Tucumán necesitaba una autopista 38 y le dieron, con una demora de 10 años, otra cosa: una ruta nueva, útil e interesante, sí, pero cuyo último tramo está cerrado por fisuras en tres puentes. ¿Mala praxis en la construcción?

En cuanto a los talleres de Tafí Viejo, ni siquiera fue mentira de Kirchner, sino desinterés estratégico por el interior. Llevan décadas prometiendo lo que saben que, así como estamos, no van a cumplir. Las estructuras ferroviarias forman parte de la olvidada discusión del país federal y de lo que se quiere hacer en el futuro con transportes y comunicaciones en un territorio que piensa centralmente en la poderosa Buenos Aires.

El federalismo quedó “simbólicamente” pisoteado con la fugaz visita de Macri, que se fue corriendo al desfile organizado en Palermo para el 9 de Julio. El desfilecito tucumano quedó sepultado por la orgullosa parada militar porteña. ¿Fue una visita protocolar solamente o tuvo algo electoral, además de que viniera su candidato a vice, Miguel Ángel Pichetto? Aunque fueron discretos, algo electoral hubo, por omisión: la helada indiferencia entre las autoridades nacionales y las tucumanas anticipan el escenario frente a las elecciones.

Problemas sin solución

El tercer asunto que podría haber en una visita presidencial por el 9 de Julio fue también ignorado: ofrecer una mirada de los problemas que requieren urgente solución. Tucumán estaba paralizado por un escandaloso paro de colectivos. Fueron cinco días alrededor del 9 de julio, pero ya habían tenido lugar este año otros cinco días entre enero y marzo, y siempre en medio de una feroz batalla verbal entre funcionarios nacionales, provinciales y municipales, a propósito de entrega y uso de subsidios, formas de control y federalismo. Aunque hubo un acuerdo fiscal hace casi un año para acordar este asunto, sigue habiendo discrecionalidad de la Nación y de la Provincia en su manejo; hay letras chicas de los acuerdos que generan chispas y, sobre todo, el federalismo que favorece a Buenos Aires vuelve a estar en el centro de las discusiones, que no son el diálogo que Macri pidió en su discurso, sino gritos de quienes no quieren escucharse uno al otro. Un anuncio del 9 de Julio bien podría haber sido una convocatoria a que funcionarios federales y provinciales se sentaran ante una mesa redonda y resolvieran el complejo conflicto. Pasó el 9 de Julio y la crisis y los gritos siguen.

También Tucumán estaba poniendo compresas en las heridas del luctuoso accidente de los jubilados mendocinos en La Madrid. Tragedia ocurrida en el cruce de la ruta provincial 308 y la nacional 157. Fue otro escenario de entrecruzamientos verbales entre funcionarios federales y provinciales y momento que exigía verdaderamente reflexionar sobre las responsabilidades frente a la epidemia de los accidentes, que el gobernador Juan Manzur mencionó al comienzo de su mandato sin que nada haya hecho desde entonces para cambiar el sino de tener cada año unas 330 muertes en las rutas. Hace un año, Macri calificó a los accidentes como “una tragedia nacional”, sin asumir que nada ha cambiado en este sentido durante su administración. Los accidentes son un problema en que las responsabilidades de ambas partes se entrecruzan, como esas dos rutas del sureste provincial. Hoy la desgracia de La Madrid -15 personas muertas y 45 heridas- ha sido barrida bajo la alfombra y apenas se espera que el fiscal a cargo, Edgardo Sánchez, decida qué hacer con el chofer y reciba el informe o las justificaciones del director provincial de Vialidad, Ricardo Abad, sobre lo que hace la repartición en los caminos tucumanos, carentes o escasos de señalización y de pintura pavimental. ¿No hubiera sido el encuentro de la fiesta patria un buen momento para convocar a resolverlo?

En definitiva, lo que quedó del 9 de Julio fue sabor a nada. Mucha tensión, ninguneo e indiferencia frente a lo que en estos momentos le estaba doliendo a Tucumán. Y lo que es peor, peleas sin rumbo mientras el centralismo ratifica en breves pantallazos, como el de los dos desfiles, su reinado histórico en la Argentina. Es que, para nuestra desgracia, el 9 de Julio es sólo simbólico.

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