Es una historia de nunca acabar. El viernes pasado, más de 5.000 personas quedaron varadas en los aeropuertos, como consecuencia de las medidas de fuerza que impulsaron gremios aeronáuticos por cuestiones salariales, consistentes en asambleas informativas en los lugares de trabajo, que se prolongaron durante cinco horas, a lo que se sumó el trabajo a reglamento de los empleados del sector de rampa y administrativo. Se cancelaron 40 vuelos y más de 30 registraron demoras de hasta dos horas en algunos casos.
En Tucumán, se suprimieron dos vuelos: más de 150 pasajeros no pudieron viajar a Buenos Aires, y 12 debieron a esperar hasta cuatro horas para abordar una nave.
La responsable de Aerolíneas Argentinas en Tucumán informó que 160 personas tenían asientos reservados en esos aviones; a algunos pasajeros se les devolvió el importe del boleto, por si querían irse en ómnibus, y a otros se les reprogramó el viaje.
El ministro de Transporte responsabilizó al kirchnerismo de haber tomado por rehenes a los pasajeros para “expresar una cuestión política”. “Hemos tenido otra muestra de intolerancia con la gente por parte de Pablo Biró (titular de APLA), un dirigente kirchnerista que lo único que quiere es complicarles la vida a miles de pasajeros”, aseveró.
Por su lado, el aludido secretario general de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas advirtió acerca de una “crisis en el mercado aerocomercial” que se reflejó en centenas de despidos sin ninguna reinserción laboral posible. “Avianca dejó de operar y dejó a 500 familias en la calle. Hace tres meses que no cobran salarios. Andes, el año pasado, a esta altura, tenía 10 aviones y quedó operando con tres, llevando un plan de despidos encubiertos”, sostuvo. Habló de un bloqueo mediático que impide que esta realidad se sepa y envalentona al Gobierno a que no les dé ninguna respuesta.
Uno de los casos que circuló por las redes sociales fue el de una señora tucumana que no pudo viajar para habilitar el marcapasos que necesitaba su hija, internada en el hospital Garrahan. Un joven alemán pasó momentos de zozobra porque tenía que abordar otro avión con destino a Frankfurt, en la mañana del sábado. “Si lo pierde, tiene que esperar hasta el 4 de octubre para poder viajar”, dijeron sus amigos.
En estas protestas que se repiten con cierta frecuencia no solo a nivel aéreo, el ciudadano es rehén del conflicto. Ningún sector sindical, ni empleados ni autoridades se hacen cargo del daño económico, moral y de tiempo que le provocan al prójimo cuando se corta una ruta, una calle o se realiza un paro sorpresivo del transporte aéreo o una huelga sostenida de los bancarios, dejando sin alternativas al usuario. En el caso que comentamos, se percibe una notable indiferencia hacia el usuario que, como consecuencia de la cancelación de los vuelos o de la demora, no puede atender problemas de salud o laborales, o puede correr el riesgo de perder un vuelo al exterior. Por lo visto, a los gremialistas ni a las autoridades poco les importa si el pasajero, que sostiene con su bolsillo sus salarios y el servicio, pierde el turno de una operación quirúrgica programada. ¿Quién protege al pasajero de esta inadmisible falta de respeto y de los perjuicios que le causan? Los conflictos en el transporte aéreo datan de hace más de dos décadas, pero ningún gobierno ha sabido o querido darles una solución duradera.