El momento llegó y ya no hay vuelta atrás cuando sentís que las emociones explotan en tu vientre. Las expectativas te desbordan, pero con ese cúmulo de sensaciones el esfuerzo empieza a teñirse de miedo. Y en ese instante cuando la angustia empaña cualquier contracción, una suave mano te acaricia, una voz conocida te da las palabras de aliento necesarias para que las dudas se disipen. Ahí, mientras una nueva vida nace y otra familia se agranda, están ellas: las doulas.
De origen griego, la palabra hace referencia a mujeres que ya pasaron por la experiencia del embarazo y deciden ayudar a otras madres durante la gestación de su bebé, el trabajo de parto, el puerperio y -según la especialización- la lactancia.
“Las doulas nos dedicamos a acompañar las distintas ansiedades y los sentimientos que se despiertan en las futuras mamás al atravesar las distintas etapas. Sabemos lo que se siente y por eso podemos contener a las mujeres en este proceso desde la empatía y el entendimiento femenino”, explica Julieta Díaz Marquesto.
Precisamente (y sin relegar bajo ningún término la posición de los médicos y los obstetras) las doulas están ahí para prestar un amoroso refugio y hacer valer los derechos y los deseos de la mujer en relación a su cuerpo. En especial cuando aparece el fantasma de la preocupación, como la sensación que sintió Saidy Nava Gauna (29) al saber que Lisandro (3) se quedaría solo durante el proceso de parto.
“Esa angustia impedía que me conecte con mi embarazo. Cuando me abrí con Julieta sobre el tema rompí en llanto, desde su nacimiento nunca me había despegado de mi hijo y temía bastante no poder parir y estar internada en el sanatorio sin poder verlo”, explica.
Cajas y una valija
Ante este temor, la mejor medicina fue responder con aliento y confianza. Como si de una mudanza se tratara, Julieta llegó a la casa de la pareja cargada de varias cajas y una valija para hacer el monitoreo del preparto, acercarse al pequeño y hasta jugar con Juan Ramón, el perro de la familia. Finalmente -a un día del cumpleaños de Saidy- el 19 de septiembre, Albertina (de ahora ocho meses) decidió nacer.
“Creo que todas las madres necesitamos el apoyo de otras mujeres que han pasado por esta instancia. Con mi primer hijo viví una maternidad en soledad, en cambio, al nacer Albertina fue distinto porque me sentí sostenida. Gracias a Julieta no estuve sola ni abrumada”, reflexiona Saidy al recordar la escena con música de fondo, el olor de las esencias aromáticas y la luz tenue de la habitación.
Empoderar el embarazo
Pese al frío de agosto y el dolor de las contracciones, María Mellace aún conserva recuerdos mágicos del embarazo de Eloísa (10 meses). Como, por ejemplo, el día en que Carolina Guchea estuvo a la par de la estufa haciéndole masajes en las caderas y mimó a la familia con una sopa casera.
“Es bien heavy el papel de las doulas. Carolina y mi pareja se convirtieron en un verdadero equipo. Entre ellos se turnaban para dormir y gracias a esa complicidad me sentí bastante segura. Hay factores emocionales y biológicos que te atraviesan durante el parto y es fundamental que alguien que sepa esté presente”, comenta.
Según amerite la ocasión, hay doulas que se la juegan yendo al supermercado, limpiando el hogar o preparando la comida pero, de entrada, su labor clave es proveer información.
“Gracias a las charlas y a los talleres de preparación pudimos desmitificar algunas ideas y sentirnos más confiados sobre nuestras decisiones. Hubiera sido imposible confrontar a los médicos y las enfermeras si Carolina no nos brindaba sus conocimientos”, señala agradecido Ezequiel, padre de la pequeña Eloísa.
Para aconsejar a cada familia de manera certera y conforme con sus necesidades, las doulas suelen fijar diferentes encuentros con las embarazadas. En ellos se abordan temas como el dolor, las reacciones hormonales del cuerpo y la elaboración del plan de parto.
“Hay una imagen comercial e idealizada de la gestación que hace a la mujer vivir en una contradicción: ¿a quién voy a decirle que estoy incómoda y tengo ganas de llorar? Para parir hay que abrirse y esa apertura también implica que aflore todo el polvo y las sombras que guardábamos -comenta Carolina-. Allí entramos nosotras y colaboramos para que las mujeres expresen esas partes oscuras sin sentirse juzgadas”.
El espejo de “la tribu”
“En muchas situaciones somos un reflejo que le da a la mujer convicción en sí misma. Se dice que las doulas empoderamos pero no es así, el poder lo tiene la propia madre, lo que nosotras hacemos es devolver la confianza en su cuerpo”, aclara Julieta, segura de sus palabras luego de asistir a nueve familias.
“Las doulas damos sostén emocional, espiritual. Es una presencia que simbólicamente es un amuleto, un paliativo. Alguien que te devuelve la calma y la certeza de que todo va bien -asegura Bárbara Kortsarz, orgullosa de los nueve años de oficio que la respaldan-. Disfruto de ver a las mamás fuertes y conectadas con sus cuerpos. Ese punto de encuentro entre ellas y el bebé apoyado sobre el pecho es un obsequio único del universo para ambas”.