El escenario de la tragedia se colmó ayer de socorristas anónimos que se sumaron a la tarea desesperada de extraer a los sobrevivientes del interior de la unidad 716 de la empresa mendocina Destino. Muchos se dedicaron a contener a las víctimas hasta tanto llegaran los auxilios.
En medio de ésta vorágine infernal una de las primeras rescatadas fue Claudia Lucero, quien acusó golpes de poca consideración. Luego de salir de entre los escombros del colectivo, ilesa, se quedó sentada a orillas de la ruta a esperar noticias de su esposo, Ariel Sosa (51 años), que iba en el piso inferior de la unidad. Una vecina de La Madrid estuvo a su lado acompañándola. “Venía junto a él pero momentos antes del accidente me fui al piso superior a conversar con una amiga. Lo único que recuerdo es cuando el colectivo giró y se fue de costado. Después del reventón me encontré entre el desorden del vuelco. Ahora no sé nada de Ariel”, comentó.
“Todo venía bien”
La mujer dijo que el colectivo había sido contratado por un centro de jubilados para que los llevará a pasear unos días en Las Termas de Río Hondo y a otros lugares. “Salimos a las 20 desde Mendoza. Todo venía bien hasta esta desgracia. No sé lo que pudo pasar”, repitió. “Estoy pensando lo peor de mi esposo, pero no quiero decir nada aún a mis familiares”, añadió. Claudia se enteró luego de que el hombre figuraba en la nómina de fallecidos.
Marcos Cruz, de la ciudad de San Martín, fue otro de los sobrevivientes. El hombre resultó con lesiones en su pie derecho. “Estoy bien, pero hay otras personas que están muy mal. También ayudé a sacar a los heridos. No puedo decir nada de cómo sucedió esto. Jamás pensé vivir esta situación”, dijo a LA GACETA. “Digan a mi gente que estoy bien”, repitió mientras era ayudado a subir a una camioneta que lo traslado al hospital local.