Hace mucho frío en Buenos Aires y la tarde del domingo se ha vuelto noche súbitamente, pero ni el viento del río amedrenta al gentío que entra y sale por la pomposa escalinata de calle Sarmiento, en el acceso al Centro Cultural Kirchner.
En la boletería, de noble mobiliario que por décadas despachó cartas del Correo Argentino, informan dónde está la escalera mecánica que conduce al segundo subsuelo. Allí se encuentra la sala Argentina, que alberga 500 espectadores. Adentro, del piso al techo, todo es de madera y las paredes envolventes subyugan con su cálido diseño acústico.
Un público expectante, que casi completa la sala, ha ido a escuchar un recital de piano atraído desde el vamos por la rareza: tocan tres jóvenes concertistas, dos rusos y un chino, que fueron los finalistas del II Concurso Internacional de Piano... ¡en Tucumán!
El primero que se adueña del piano Yamaha es Ilya Ramlav, que salió tercero en el certamen: pone a volar, con energía y contundencia, la Sonata para piano N° 2 op,36 en Si bemol menor, con sus tres movimientos, que Sergei Rachmaninov compuso en 1913. Los aplausos y un gran ramo de flores de amigos connacionales agradecen su interpretación.
Sigue Aristo Sham, que nació en Hong Kong hace 23 años y ganó el segundo premio. Él se encarga de Franz Lizst, con las veloces octavas del Grande Etude de Niccolò Paganini N° 6 en La menor, basado en el Capricho N° 24 del violinista italiano. Luego se introduce en el mayor de los romanticismos con el Nocturno en Mi mayor N° 2, de Frederic Chopin. Y por último sorprende con los contrastes armónicos, dinámicos y tonales que propone Carl Vine en su Sonata N° 1. A veces Sham parece sobrevolar el piano con el cuerpo; otras veces salta sobre la banqueta, según le requiere la compleja partitura contemporánea.
El tercero en el escenario es Alexey Sychev, primer premio del certamen tucumano. Se ha dispuesto a rendir homenaje a Lizst. Primero entrega la potencia de la Rapsodia húngara N° 12. Luego recuerda cuánto más puede embelesar Richard Wagner a través de Lizst con “La muerte de Isolda”. El público agradece, y Sychev decide ir por “La valse”, el poema coreográfico que Maurice Ravel compuso en 1920 para su amiga Misia Sert. Los aplausos arrecian, y el pianista ruso vuelve a la magia de un Lizst encandilado por Paganini, que se trasluce en el Estudio N° 3, “La campanella”.
Los espectadores que habían ido por la rareza devuelven bravos y se ponen de pie, conmovido por el talento de concertistas de formación y estilos disímiles, a los que un concurso llevado a cabo en la provincia más pequeña de la Argentina ha mostrado en todo su virtuosismo.
Alto nivel
“Ante todo hay que destacar el alto nivel artístico de todo el evento. Es muy importante que un concurso internacional de Tucumán llegue a este escenario nacional. Y es esencial que el certamen siga desarrollándose. Me alegró mucho en este concierto que el responsable de esta sala opinara que el nivel de los concursantes es fantástico y que cree que para toda Argentina es muy importante un evento de este tipo”, expresó Goran Filipec, uno de los miembros del jurado, al término del concierto.
Respecto de la tarea de los evaluadores, el destacado pianista croata reconoció que no es fácil. “A veces, como esta, la cosa es clara con algunos candidatos que se destacan -explicó-. Eso se notó desde la primera prueba, con los tres finalistas que tocaron esta noche. Entre ellos hubo, tal vez, unos cuantos momentos de duda respecto de cómo dirimir los tres primeros premios. Pero aún siendo una decisión difícil fue bastante lógica, si bien en la evaluación siempre queda un montón de aspectos subjetivos que hacen a las personalidades y a ciertas afinidades con el repertorio, a sus capacidades técnicas, a la musicalidad, que son muy complejos. Lo que se toman en cuenta son aspectos esenciales de la interpretación”.