Volvió a vivir a la casa de sus padres por la suba del alquiler
Dieciocho años de preparación no han redundado en un trabajo que le permita solventar sus gastos a Martín Zamora. “No me imaginaba llegar a la situación en la que estoy ahora”, lamenta el científico, que a sus 39 años ha tenido que volver a vivir en la casa de sus padres junto con su esposa y sus dos hijos por no poder pagar el alquiler de su casa.
El investigador está desarrollando un dispositivo que podría revolucionar la industria del limón. Se licenció en Biotecnología, accedió a una beca doctoral y luego a una postdoctoral en el Conicet y, a pesar de eso, le cuesta llegar a fin de mes. “He mandado currículums a casi todas las empresas grandes de Tucumán. Oferta laboral que aparecía, yo mandaba”, le explica a LA GACETA. Pero su formación académica no compatibiliza con las necesidades de las compañías, que buscan perfiles más técnicos que científicos, dice.
Desde que se recibió de la Facultad de Bioquímica y Farmacia de la UNT a los 27, el investigador fue becario del Conicet durante seis años. Así logró irse a vivir solo y poco tiempo después empezó a convivir con su actual esposa, Mariana. “Uno podía permitirse ciertos lujitos como irse de vacaciones a fin de año o algún que otro viaje a Buenos Aires para ver recitales”, recuerda con nostalgia.
Durante su beca postdoctoral (duró tres años), ganó una pasantía para viajar a trabajar a Curitiba, en Brasil, y logró mejorar su calidad de vida en Tucumán. “Cuando volvimos del viaje alquilamos una casa muy linda. En ese momento podíamos pagar el alquiler, que era caro. Yo tenía la esperanza de entrar a la carrera de investigador, y si no, planeaba entrar a otro trabajo. No pretendía que el Estado me salvara”, explica. No pudo entrar ni en 2016, ni en 2017 ni en 2018.
Decisión familiar
“No conseguí nada de trabajo y tuvimos que dejar la casa en febrero de este año. Fue difícil pero no quedaba otra. Nos fuimos a vivir a casa de mis padres momentáneamente para recuperarnos económicamente, hasta que acceda a algo que nos permita alquilar en otro lado”, relata.
Viviendo en la casa de su familia, se mantienen gracias al cargo de investigadora de su esposa y a un puesto docente que Martín consiguió en una universidad privada, pero no es suficiente.
Por eso analizan la posibilidad de abandonar el país. “Es fuerte la decisión, porque nos gusta mucho la familia, y ya sabemos que vivir afuera no es fácil. Pero creo que lamentablemente va a ser el camino a tomar”, lamenta el investigador, que cuenta que varios colegas están en la misma.
Junto con otros profesionales, Martín trabaja ad honorem desarrollando un bio sensor que detecte la enfermedad HLB en cítricos directamente en el campo. Esta es, según el Senasa, la amenaza orgánica más grave para los cítricos en el mundo. “Sería como un Evatest que detectaría si la planta está enferma”, explica. Por el proyecto han ganado un premio de la Citrícola San Miguel en febrero. También un subsidio del Gobierno provincial. Pero el equipo necesita más financiamiento para continuar su labor. “Es difícil comprar equipos en este momento”, dice.
El sueño de Martín es marcar una diferencia aprovechando sus casi dos décadas de formación aquí, en Tucumán. “Uno quiere trabajar de lo que ha aprendido, que es hacer ciencia. Lo que quiero es hacer algo que le llegue a la sociedad”, explica el investigador, con una mezcla de estrés, bronca y esperanza.