Una central nuclear de generación de energía eléctrica funciona en buena medida que una central termoeléctrica tradicional: generar calor para calentar agua, que luego se convierte en vapor a alta presión que mueve turbinas o alternadores que generan de energía eléctrica.
Las termoeléctricas queman combustibles fósiles para generar el calor, principalmente gas y carbón, en un proceso que, al igual que un auto pero a escalas inmensamente mayores, liberan dióxido de carbono y contaminan el ambiente. Las nucleares, en cambio, no queman combustible, sino que se valen de la fisión nuclear para producir calor.
Durante el proceso de generación de energía, las centrales nucleares solo liberan vapor a la atmósfera y no gases, como en el caso de los combustibles fósiles, y por eso se la considera una energía “limpia”. Sin embargo, la cabo de determinado tiempo (alrededor de un año), los elementos combustibles cumplen su vida últil y deben desecharse con extremo cuidado y en estructuras especiales para que no contaminen.
Eso, y la gravedad de las consecuencias ambientales en casos de accidentes nucleares como el de Chernobyl y el de Fukushima, son los grandes argumentos de sus detractores. Sus ventajas respecto de la energía con combustibles fósiles, en tanto, es lo que ponderan sus defensores.
En la charla entre LA GACETA y Juan Pablo Gómez Omil, ingeniero nuclear y presidente de la Asociación de Jóvenes Nucleares de la Argentina, vuelve una y otra vez la comparación entre la industria nuclear y la industria aeronáutica, principalmente por los altísimos estándares de seguridad que manejan ambos campos.
"Hay cosas que a nosotros nos llaman poderosamente la atención: cuando ocurre un accidente aéreo, el mundo no se replantea si deberíamos o no dejar de usar aviones. Lo que se hace es investigar a fondo qué ha ocurrido, por qué y cómo hacer para que no se repita, llevando al mínimo las probabilidades. Es lo mismo que se hace en la industria nuclear todo el tiempo, no solo cuando ocurren incidentes, es una industria con un intercambio permanente de conocimiento científico. Pero cuando pasa algo, sí, se plantea si deberíamos dar de baja todas las centrales nucleares del mundo", compara el joven tucumano.
De hecho, casi en el mismo momento de esta charla, la ONG Greenpeace se pronunciaba al respecto: "cuando las consecuencias desastrosas de la energía nuclear son más visibles que nunca, gracias a la serie Chernobyl, que genera conciencia sobre los daños y honra a las víctimas, Argentina decide ir a contramano del mundo e invertir en energías del pasado", expresó Leonel Mingo, de Greenpeace Argentina, acerca de la intención de nuestro país de poner en marcha una cuarta central termonuclear. La organización ambientalista considera la energía atómica como peligrosa, contaminante y sumamente costosa
Gómez Omil plantea una contradicción en esa postura de ONGs vinculadas al ambiente. "Una de las grandes soluciones al calentamiento global tiene que venir de la mano de energías que no contaminen, como es el caso de la nuclear, que no emite gases de efecto invernadero al ambiente. Las energías verdes o renovables también lo son, aunque uno de sus principales desafíos es lograr gestionar las fluctuaciones caprichosas de la naturaleza con la creciente demanda energética de las sociedades modernas", explica.
En el caso de la energía solar, por ejemplo, está permanentemente la dependencia del clima, es decir, que haya sol y no lluvias, para generar electricidad. "Más allá de los desafíos que cada tipo de energía enfrenta, la nuclear junto con las renovables representan una solución a uno de los imperativos de la época, que es el cambio climático. Es un problema que tiene origen, en gran parte, por un empleo desmedido de combustibles fósiles durante los últimos dos siglos, y su reemplazo debe estar en la agenda de todas las naciones. Entonces, a lo que se apunta es a un mix de fuentes de energía verde, que hay que aprovechar y explotar al máximo, con otras que permitan la planificación y que puedan satisfacer la demanda, como la nuclear", finalizó.