Ningún pronóstico fue más acertado que el de Osvaldo Jaldo, cuando tres días antes de los comicios dijo en LA GACETA Play que el oficialismo ganaría en los tres distritos electorales. Sin embargo, ni él se atrevió a vaticinar que sería por tremenda paliza. Tucumán es peronista, pese a que chillen Cambiemos, el PRO, FR, la izquierda, el centro o quien sea. No hay con qué darle o al menos ningún dirigente encontró cómo.
Los resultados así lo demuestran y José Alperovich sirve de ejemplo latente. Con su cadáver político aún tibio, el propio Jaldo lo lapidó ayer: no existe alperovichismo ni jaldismo ni manzurismo; aquí hay peronismo. El que se va del peronismo pierde y quedó demostrado. A escribirlo en la biblia del político tucumano. Alperovich se equivocó en varias cosas. Se olvidó que alimentó los monstruos que hoy lo devoraron, como el sistema de acoples, dirigentes que le dieron la espalda y el PJ que lo llevó al poder y al que él desconoció. Pero su mayor pecado fue el de la soberbia. El senador creyó que seguía siendo aquel que mandoneaba a todo el mundo, que hacía lo que quería, al que nadie discutía y el temido líder al que todos le decían que sí. Por eso no entendió su error ante las cámaras al piropear a una periodista ni su ausencia en el debate ni sus groserías contra los dirigentes. Tampoco que no debía decirles no a quienes le ofrecieron aliarse con él, esos peso pesados que hoy sonríen victoriosos. Alperovich es el gran perdedor porque creyó que con él bastaba. Ya no volverá a haber alperovichismo. Manzur lo hizo. Jaldo lo hizo. Lo hicieron por separado, pero también juntos.
Silvia Elías de Pérez sufrió con el volantín de plomo de Mauricio Macri. Todo Cambiemos disfrazado de Vamos Tucumán lo padeció. Era imposible elevar ese barrilete de miseria y economía de pobreza. Los datos lo reflejaron. Pero no fue el único incidente en el camino electoral de la senadora. También hubo fallas de estrategia, divisiones y hasta -quizás- traiciones. El corte de boleta fue notorio, en especial en los distritos de sus aliados de la capital, Concepción, Yerba Buena y Bella Vista. ¿Elías de Pérez fue mala candidata? ¿Los intendentes mandaron su voto con tijera? ¿Primó el efecto Macri? Habrá que analizar cada caso y buscar respuestas. La senadora puede decir que pese a todo quedó segunda, aunque José Cano internamente debe sonreír feliz porque ella quedó lejos de superar su marca de votos de 2015. Elías de Pérez dilapidó casi 100.000 sufragios del espacio. Los operadores de Vamos Tucumán tenían razón en algo; los acoples perjudicaron al frente y perdieron más de la mitad de las bancas: de 15 pasarán a tener siete. Papelón en las legislativas.
Ricardo Bussi es el gran ganador del domingo, además de la dupla gobernante. Resucitó Fuerza Republicana en base a un discurso efectista y a la estrategia de pugnar por la Gobernación con la vista puesta en la Legislatura. Hasta aquí tendrá ocho parlamentarios, al menos cuatro concejales en la capital y otros tantos en otros tres municipios. FR confirmó que ni Vamos Tucumán ni Alperovich supieron seducir como opositores y que muchos prefirieron la vieja marca que pergeñó el fallecido represor. Bussi prometió controlar a los oficialismos y habrá que ver si cumple ese rol y consolida su espacio para pelear por otras cosas en el futuro o si termina siendo un aliado de la Casa de Gobierno, como lo hizo en el Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán.
Esto no es fútbol
Con respecto a los municipios, las disputas en distritos clave no decepcionaron en cuanto a sorpresas: el intendente de Alderetes, Sergio Venegas, sucumbió al abrazo de oso de Alperovich. Aldo Salomón ganó cómodo con ayuda del aparato de la Casa de Gobierno. En Famaillá, en cambio, Patricia Lizárraga no logró retener el municipio pese al gran apoyo de Manzur. El “Mellizo” José Orellana se las ingenió para volver a comandar su ciudad.
En San Miguel de Tucumán quedó en claro que los milagros no existen. Germán Alfaro doblegó a Mario Leito, aunque sufrió el yunque macrista que amenazaba con hundirlo y que le quitó puntos. La del licenciado presidente de Atlético fue una buena elección, pero la de la Casa de Gobierno una mala estrategia: esto no es fútbol, sería la moraleja. Se lo habían advertido los dirigentes propios y los ajenos. Habrá que mirar con más atención los ojos claros de la secretaria de Gobierno, la gran electora de la capital...
En cuanto a la Legislatura, muchos históricos dijeron adiós y muchos nuevos se despertaron del sueño a los chirlos: parece fácil, pero no lo es. Llegar a una banca es una tarea complicada, más aún con el despiadado sistema electoral tucumano. Se vio a varios dirigentes derramar algunas lágrimas, en especial por el enorme “esfuerzo” monetario que hicieron con la ilusión de sentarse en una de las 49 poltronas. No fueron suficientes los spots ni los trolls en las redes ni un par de meses de aparecer por algunos barrios ni los millones gastados en carteles callejeros ni unos que otros cientos o miles de nombramientos en áreas estratégicas. Se impusieron los de la vieja escuela, los que “invierten” en sus territorios durante los cuatro años y los que mantienen a su gente. Llegaron, en su gran mayoría, los de la vieja política. Otro gran ganador fue el clientelismo.
Volviendo a la dupla gobernante, Manzur es el nuevo rey de la política comarcana, que va por un trono superior. Ni bien se impuso aquí viajó a Buenos Aires en busca de revalidar el lugar privilegiado que supo ganarse aquel 17 de Octubre entre gobernadores, líderes del peronismo nacional, sindicalistas de fuste y operadores importantes. ¿Dónde estará el gobernador en 2020? Eso aún no está claro, pero sí que muchos vitorean con fuerza al “Huracán” del este, a quien le adjudican gran parte del triunfo. Serán tiempos de definiciones para el oficialismo, cuyo líder ya no podrá pugnar por la Gobernación en 2023. Al menos por ahora...