En el búnker que José Alperovich montó ayer en Yerba Buena hacía frío. Mucho frío. A tal punto que el senador se fue sin cenar, con la pesadez de un impensado resultado electoral dentro del frente Hacemos Tucumán. Alperovich se retiró a las 21 en silencio, con la excusa de llevar a su madre a descansar. Pero no regresó. “Esto va para largo. Voy a casa y vuelvo”, le dijo el candidato a gobernador a sus colaboradores. No regresó. Antes de partir desde la casona ubicada en calle Martín Fierro de Yerba Buena, Alperovich había visto resultados de tres secciones, con una abrumadora diferencia respecto de los votos obtenidos por Juan Manzur. No aguantó la exposición pública. “Tal vez mañana (por hoy) reaparezca en las redes sociales”, sugirió el legislador Marcelo Ditinis, uno de los pocos dirigentes alperovichistas que se quedó en el inmueble que supo ser el principal centro de operaciones del senador.
“No suelo correr una carrera que no pueda ganar. Ojo, esto no significa que no pueda perder”, dijo Alperovich un día antes de los comicios en una charla con periodistas de medios nacionales. Su sonrisa y su temple de entonces era el de los seis meses de la campaña: sonrisas, optimismo y una línea divisoria con Manzur. “No me junto con él”, había respondido cuando se le consultó acerca del trato con el reelecto gobernador.
Alperovich perdió ayer la voz. Se llamó a silencio y, según sus allegados, es probable que hoy se muestre a través de las redes sociales. “El peso del aparato se hizo sentir”, justificó anoche la legisladora Silvia Rojkés. El alperovichismo reconoció que no pudo luchar contra esos tentáculos llamados “acoples”. Paradojas del destino político: esos acoples obtuvieron rango constitucional en tiempos en que Alperovich gobernaba la provincia. Un viejo dirigente con conocimientos en peleas electorales resumió la paliza que ayer recibió Alperovich: hubo una sobreestimación de su imagen y una subestimación del aparato oficialista. Ditinis asentía con gestos, sentado en un banco junto con Dante Loza, que asoma como legislador electo.
¿Qué paso? “No sé”, fue la lacónica respuesta de la senadora Beatriz Mirkin, compañera de fórmula de Alperovich. Sí reconoció “un importante apoyo del electorado hacia Manzur”.
En el fondo de la casona, sobraban sillas en una carpa montada para el festejo que no fue. Solo un puñado de dirigentes y familias de los candidatos se quedaron a degustar la cena. Las parrillas seguían llenas con los chorizos que se cocinaban a fuego lento. Nadie tenía apetito. Tampoco había ánimo para festejar. El silencio del candidato fue el mismo que el de una velada sin música, con un televisor gigante que mostraba a los presentes las celebraciones en la Casa de Gobierno y con una pantalla gigante que, al actualizarla, posicionaban a Alperovich en el incómodo cuarto lugar entre los más votados.
Hacia el futuro sólo se abren signos de interrogantes de lo que puede llegar a ser el alperovichismo. Habrá replanteos internos, pero no un renunciamiento a las bancas en el Senado. La elección de ayer fue una pesadilla en el sueño alperovichista.