Por Carlos Duguech
Analista internacional
De las cinco guerras que las que intervino Israel con sus vecinos árabes (1948/49 ·”de la independencia”; 1956 del canal de Suez o del Sinaí; 1967, “de los seis días”; 1973, de Iom Kipur, 1982/83, del Líbano; hay una que pasa casi desapercibida. En la que se involucró como atacante de Egipto aliado cuasi “mercenario” de Gran Bretaña y Francia. Si el presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, que venía de proclamar la república luego de un golpe (1952) contra el entonces rey Faruq I- no hubiera determinado la nacionalización del Canal de Suez, Francia y Gran Bretaña ni se inmutaban. El nacionalismo de Nasser y su vocación panarabista le significaron reprobación de los gobiernos de occidente, más aún después de ese singular proceso de conformación de la RAU (República Árabe Unida) con Siria.
Los gobiernos de Francia y Gran Bretaña necesitaban -vía militar- doblegar a Nasser para recuperar el control del Canal de Suez. Les faltaba una pieza clave. Israel, que venía siendo objeto de acciones de los guerrilleros fedayines apoyados por Egipto fue tentada por esa coalición de los dos países europeos fue por ello país mercenario y lanzó su ataque militar conquistando en poco tiempo el Sinaí con sus ejércitos bien pertrechados. Mientras, al amparo de esa gestión exitosa israelí aviones franceses y británicos bombardearon diversos sitios de Egipto. Ello desató una advertencia de la entonces URSS: si persisten, atacarían con cohetes suelo israelí. Y, por su parte, en buen análisis de la situación. Desde EEUU se advirtió sobre el despropósito bélico de Paris, Londres y Tel Aviv. Y desde la ONU. Todo volvió a cero, consecuentemente. Uno de los comandantes exitosos israelí fue Moshé Dayan, quien repetiría su liderazgo militar triu8nfalista en junio de 1967.
“Guerra de los seis días”.
Otra vez Egipto en la mira de Israel. Retiradas las fuerzas de la ONU que custodiaban la frontera en el Sinaí entre el país de las pirámides que exigió ese retiro y el joven Estado de Israel (8 años desde su declaración de independencia en 1948) se creó una situación de incertidumbre. El gobierno del primer ministro Levi Eshkol debió sortear obstáculos entre quienes no aconsejaban la guerra y los que temían un inminente ataque de la poderosa maquinaria bélica egipcia, acantonada en las fronteras occidentales de Israel con Egipto. Finalmente se decidió atacar, preventivamente. Es ya un episodio marcado por una estrategia del que ataca por sorpresa lo que ocurrió con centenares de aviones egipcios destruidos en tierra por la aviación israelí el 5 de junio de 1967. Jordania, país del que se suponía no haría nada ofensivo, bombardeó sitios israelíes y pagó carísimo con el aplastamiento de su fuerza aérea por Israel. Igual ocurrió con el equipamiento aéreo de Siria. Bastaron seis días, desde el 5 al 10 de junio de un año (1967) que marcará un nuevo tablero en el Medio Oriente por el involucramiento de EEUU de un modo que definirá su política respecto de Israel y de todos los países de la región.
Resolución 242 de la ONU
El 22 de noviembre de 1967 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas votó unánimemente (los cinco miembros permanentes EEUU, Gran Bretaña, Francia, China y URSS más los diez no permanentes, Argentina entre ellos) la resolución 242 que en el punto 1 (i) expresa contundentemente: “Retiro de las fuerzas armadas israelíes de los territorios que ocuparon durante el reciente conflicto”. Y en el segundo párrafo puede leerse que “El Consejo de Seguridad…insistiendo en la inadmisibilidad de la adquisición de territorio por medio de la guerra…”.
El destacado escritor Marcos Aguinis
El gobierno israelí relativiza el sentido de la Resolución 242 de la ONU. “No habla de todos los territorios” manifiesta. Discusiones sobre la versión en inglés y la que se hizo en español. Se lee al internacionalista Archibaldo Lanus, en su libro “De Chapultepec al Beagle” (EMECÉ Editores, marzo 2000) pág. 364: “La Argentina sostuvo que si se consagraba eo principio de la inadmisibilidad de la adquisición de territorios no podía aceptarse un retiro parcial. Argentina había votado el texto español”. Y hasta el propio Marcos Aguinis en una publicación “La Liberal Ilustración” www.clublibertaddigital.com en su artículo “Breve historia de Israel y Palestina”, Nº 56-57. Allí dice que la resoluciones 242 (1967) y 338 (1973) “no son precisas porque no hablan de la devolución de los territorios conquistados: no dice “todos”. Aguinis –asombrosamente- adhiere a la posición oficial de Israel. Es necesario, acaso, decir todos? De haber sido parcial se hubiera actuado como con las Corea: el paralelo 38. Una línea, una indicación de puntos con latitud y longitud precisa. No hay nada de eso.
Si fuera cuestionable –que no lo es pues resulta de una claridad neta- la resolución del Consejo de Seguridad Nº 338 de 1973, luego de la guerra de Iom Kipur–esta vez sí iniciada por países árabes, no hubiera citado la necesidad de que se cumpla la 242, tal como se votara seis años atrás.
Y para cerrar: 52 años después, la ocupación militar sigue, se construyen barrios en territorio ocupado (¡y cercado! por muros). Y la ONU marginada por uno de sus miembros que dos veces pidió ser parte obligándose a cumplir su Carta fundacional. Un país con tanta capacidad creativa de sus científicos y técnicos, tan desarrollado, con una democracia fuerte aunque con un gobierno de un Netanyahu soberbio y empecinado en desconocer el derecho internacional puede -tal vez- con las nuevas elecciones en setiembre modificar el rumbo: hacia una paz para el país y para sus vecinos.