El de Alejandro Danieli Pelle era el pensamiento normal de cualquier chico de 22 años: no pasa nada, es un dolor pasajero nomás, con un par de antibióticos se soluciona. Pero no: la tos y el dolor en el pecho no sólo no cesaron, sino que fueron empeorando hasta volverse insoportables. Ahí, el segunda línea de Los Tarcos se dio cuenta de que algo andaba mal. Y lo que una radiografía de tórax reveló como una mancha sospechosa, una tomografía y una biopsia posteriores lo terminarían de confirmar como un tumor maligno. Más específicamente, un linfoma de Hogdkin, uno de los tipos de cáncer más frecuentes entre los jóvenes.
“Ya me habían hecho un electro a fin de año, porque en Navidad había sentido el dolor en el pecho y terminé pasando el brindis en el hospital. De todas maneras, todo este tiempo seguí jugando, tomando analgésicos antes de los partidos para frenar el dolor, pero a fines de marzo los estudios confirmaron lo que tenía y ya no pude seguir jugando”, cuenta “El Colo”, estudiante de Ciencias Económicas. “Fue un momento muy difícil cuando me lo dijeron. La que más lo sintió fue mi mamá, que había ido conmigo, porque yo en ese momento como que no caía. De hecho, esa misma tarde tenía que rendir Derecho Laboral, así que después de eso me fui a estudiar a lo de un amigo y me presenté al examen”, grafica Alejandro la tranquilidad con la que tomó una de las noticias más duras que puede recibir una persona.
Una nueva pasión
Fuera en la cancha o en la Playstation, al “Colo” siempre le gustó el fútbol, desde chico. Por eso, los intentos de su papá por llevarlo a Los Tarcos fueron durante mucho tiempo infructuosos. “Él había jugado y trataba de convencerme, pero a mí no me gustaba. Yo prefería jugar a la pelota en el CEF 18. Primero lo convenció a mi hermano, que tenía 11 años, y después de verlo en un par de partidos y de que se fuera con el club de gira a Uruguay, decidí sumarme al año siguiente. Por entonces tenía 15 años, así que directamente entré en juveniles. Y me encantó el ambiente, me hice amigos al toque”, recuerda Ale, al que sus compañeros del Tulio ya lo habían agitado para jugar al rugby por su buen tamaño.
Nunca se imaginó lo importante que se volvería esa nueva familia con el tiempo. Con ella compartiría momentos dulces, como su debut oficial en Primera ante San Luis, en La Plata y por el Nacional de Clubes, o los títulos locales de Primera e Intermedia, pero lo más importante sería el apoyo y la contención que encontraría en ella para afrontar el partido más difícil.
“Primero les conté a los chicos de mi division. Estaban shockeados. Después vine a ver el partido contra Natación y cuando me preguntaban por qué no jugaba, respondía que era porque tenía un dolor en el pecho y me tenía que hacer revisar. Ya sabía lo que tenía, pero no quería contar. Cuando los entrenadores supieron, me ofrecieron sumarme al cuerpo técnico si quería, para seguir vinculado al equipo. Recibí muchas muestras de apoyo”, destaca Alejandro.
Al estilo del “Colo”
Pero faltaba el símbolo mayor: por iniciativa de sus colegas de la segunda línea del plantel superior, todos decidieron raparse la cabeza para demostrarle a Alejandro que no está solo. Que ellos están con él. “Recibí muchos mensajes, y los chicos siempre estuvieron invitándome a las juntadas, pero yo por lo general no iba porque estaba con los síntomas de la quimioterapia. Y el miércoles fui al club y todos se estaban cortando el pelo. Incluso había juveniles que yo no conocía y que también lo hicieron. Ahí te das cuenta lo tremendo que es el club, ese compañerismo que te hace sentir que son tu familia”, describe.
La palabra cáncer estremece a cualquiera, pero Ale lo toma con valentía y optimismo. “Sé que los tratamientos actuales son muy buenos. Además, conozco a alguien que sufrió exactamente lo mismo y hoy está de 10, y eso que no se lo detectaron tan temprano como a mí. Por eso sé que voy a volver con la cabeza más fuerte que nunca. No sabés...tengo unas ganas de volver a jugar. Apenas me digan que puedo hacer algo, me voy a poner de cabeza, como si fuera una final”.