Se despertó con leves contracciones. Eran distintas a las que Magdalena había sentido durante los meses de embarazo, pero intentó que sea un día normal. Se metió en la pileta y al salir notó que los espasmos eran cada vez más fuertes y frecuentes. Pero no se alarmó. Por la tarde llamó a las parteras para contarles lo que iba sucediendo. Ellas llegaron, la revisaron y la dejaron con su pareja para que se relaje. Volvieron más tarde. Era el momento de ir al hospital.
Magdalena Fajre tiene 34 años y un solo hijo. Su primer y único parto fue respetado: “durante el embarazo hice un taller de preparto con dos maravillosas personas, que trabajan este tema hace unos años y que me ayudaron enormemente. Me sentí preparada y lista para todo lo que se venía aún siendo algo que desconocía”.
Se aproximaba la semana 41 de gestación cuando Isabella llegó a la vida de Chantal y Werner. Esa mañana del 5 de febrero, la pareja había desayunado, como lo hace habitualmente, y luego se había dirigido al control médico programado. “Hay que esperar un poco más”, les dijo la ginecóloga. Almorzaron, se acostaron a ver una película y, entre risas y risas, las contracciones comenzaron a aparecer. Eran suaves al principio, pero con el correr de los minutos, se hicieron cada vez más seguidas. Por la tarde llegó la partera, controló a Chantal y se sorprendió al descubrir que ya tenía ocho milímetros de dilatación. Agarraron el bolso y se dirigieron los tres al sanatorio.
Chantal Ahumada es mamá primeriza. Siempre soñó con tener a su bebé por parto natural y por eso se informó desde el comienzo del embarazo. En el proceso decidió cambiar de médico. Lo hizo en la semana 34 de gestación y buscó alguien que realmente respetara lo que ella quería. “Esta era mi primera vez embarazada y tuve un embarazo bárbaro. No podía permitir que el nacimiento fuera diferente por causas ajenas a la naturaleza”, comentó.
La noche del 24 de enero, Gabriela no podía dormir. Se sentía muy cansada, pero “con la cabeza a mil”. Se acostó como a las 3 y nunca se imaginó que dos horas más tarde la iba a despertar su bebé. Las contracciones fuertes comenzaron antes de las 6. Una hora más tarde despertó a su marido para que llevase a su hijo mayor a casa de los abuelos y le dijo que lo llamaba cuando notara que era el momento. Durante la mañana se comunicó con su doctora y con su doula (mujeres que asisten a otras en su transición a la maternidad). Desayunó, subió a buscar la ropa que había elegido para el parto y llamó a su esposo. Llegó su doula y comenzaron con los trabajos para aguardar el momento indicado. Lo hicieron entre ejercicios y música instrumental de cuencos. Cinco horas más tarde partieron al hospital.
Gabriela Mistretta tiene 34 años y dos hijos. Al primero lo tuvo por cesárea y a la segunda, por parto natural: “la cesárea fue sin respeto, sin acompañante, apenas me mostraron a mi bebé y se lo llevaron, me trataron de ‘mamita’, de exagerada por tener miedo. El segundo parto fue maravilloso”.
Magdalena, Chantal y Gabriela son apenas tres de las mujeres tucumanas que eligieron tener a sus hijos con un parto respetado. A la hora de describir sus experiencias, todas comparten sentimientos de tranquilidad, amor, respeto y empoderamiento. Coinciden en que, sin dudas, volverían a elegir este procedimiento.
Qué debo saber
El secreto está en informarse mucho. En Tucumán hay varios grupos de apoyo que se formaron luego de las experiencias positivas de las mamás con sus partos respetados. Uno de ellos es Warmi, agrupación que nació en el 2014 con el objetivo de difundir información acerca de los derechos que madre y bebé tienen durante el parto y el nacimiento (Ley Nacional 25.929). Las llamadas doulas conforman este grupo.
“El parto respetado y la visibilización de la violencia obstétrica fueron los ejes sobre los que intentamos con diversas actividades llegar a las mujeres”, explicó Belén Haad, integrante de Warmi.
Las doulas son mujeres que asisten a otras en su transición a la maternidad y se ponen al servicio de ella, del bebé y de la familia. No se ocupan de los aspectos clínicos sino que brindan un apoyo de tipo emocional, esa es la principal diferencia con las parteras. “Tenemos conocimientos sobre fisiología del embarazo, alimentación, parto, puerperio y lactancia”, explicó Haad.
“Después de conocer sobre el parto respetado mi mayor duda era si podía conseguir a un profesional que entienda mis miedos, despeje mis dudas y quiera acompañarme en mis planes, y que si algo no salía como esperaba, sepa orientarme, esperarme para que yo pueda decidir qué hacer y respetar mi decisión”, comentó Gabriela Mistretta.
Inés Díaz es partera y hace más de 15 años trabaja con partos respetados. “Las parteras somos guardianas del parto natural, facultadas a detectar factores de riesgo y hacer derivaciones oportunas a las mujeres”, explicó al resaltar la importancia de su acompañamiento.
“Es importante que las mujeres se sientan seguras y confíen en su partera porque su vínculo se mantiene antes, durante y después del parto; y, una vez que nació el bebé, muchas dudas comienzan a surgir”, agregó Díaz.
Quienes practican y promueven los partos respetados proponen que las horas de espera previas al parto se transcurran en un ambiente cómodo y agradable para la mamá. De hecho, sostienen que transitar este proceso en casa y no en el hospital o sanatorio favorece a la mujer, porque evita que pase momentos incómodos. Obviamente, esto se podrá hacer siempre y cuando las condiciones de salud tanto de la mamá como del bebé lo permitan.
“Las mujeres pueden hacer uso de un consentimiento informado, presentando un plan de parto con antelación en la institución donde tendrá su bebe y a su médico. En ese documento plasmará sus deseos y necesidades tanto del tratamiento sobre ella como sobre su bebé. Esos puntos deberán ser respetados por los profesionales que la asistan”, informó la partera.