La combinación de palabras empezó a pronunciarse tras el último pitazo de Fernando Echenique. Claro, decirla antes hubiese sido un sacrilegio. Había que esperar a que el reloj se consumara por completo para soltarla: el partido perfecto. Atlético jugó ayer, el partido perfecto. El partido perfecto ante el equipo más cercano a la perfección que tiene el continente, que no es poco.
Cristian Lucchetti y Enzo Pérez lo dijeron en la entrevista televisiva, segundos después de aquel pitazo. Uno agradeciéndolo; el otro, padeciéndolo. Sin escucharlos, los y las hinchas comenzaron a decirlo también, esparciendo una idea que tiene sustento con sólo mirar el marcador: 3 a 0. La diferencia de gol siempre es importante en duelos de ida y vuelta, pero el cero en el rival lo es aún más, si tenemos en cuenta que el de visitante se contabiliza “doble”.
Si vamos un poco más allá del marcador y nos adentramos en el juego, que no haya miedo. Allí apreciaremos la perfección aún mejor. Sí, incluso si observamos atentamente esos primeros 25 minutos donde el equipo de Marcelo Gallardo dominó al de Ricardo Zielinski. Bastaba con ver las áreas de uno y otro equipo en ese momento del partido, en una especie de mapa de calor artesanal: la “decana”, llena de pozos y prácticamente de color marrón. La “millonaria”, con un verde impoluto.
¿Acaso esto no le quita perfección al partido de Atlético? No. Al contrario. Primero, demostró que el equipo tenía de su lado esa pizca de suerte que forma parte de la perfección en un partido de fútbol.
Segundo, esa superioridad inicial, le permitió a River creer que podía. Le hizo pensar que -como era usual en los últimos partidos entre uno y otro- tenía a Atlético en la palma de su mano.
Justamente por eso, la gran jugada entre David Barbona y Leandro Díaz que terminó en el primer gol, dolió tanto. Ese escenario de confianza para River, permitido inconscientemente por Atlético, ayudó a que el primer golpe lo afecte tanto como lo afectó.
Tanto, que el visitante pareció colapsar luego de ese gol. El envión típico tras cualquier gol, en este caso se había convertido en un tren a toda marcha estrellándose sobre el área de Franco Armani.
Apenas segundos después del primer golpe, llegó el segundo. Otra vez gracias a una asistencia de Díaz (la segunda del partido y la cuarta en los últimos tres) y a un cabezazo de Javier Toledo.
Si hablamos de perfección, habrá que pararse para que ingrese a la sala, el señor Javier Toledo. Cinco goles en los últimos tres partidos. El quinto justamente fue gracias a ese olfato goleador que recuperó tras un año de sequía y que ayer alcanzó los niveles de un sabueso entrenado.
Quizás la última jugada de Rodrigo Aliendro, con River ya casi rendido, y un remate que se fue afuera, fue la única situación de gol que desperdició. Una ofensiva que a lo largo del partido, ejecutó todo lo que se propuso. Fue comandada por Barbona, que con el caño que instaló entre las piernas de Ignacio Fernández y el 3-0 ya puesto, podría decirse que se tomó algo de revancha por aquel golazo de “Nacho”, en la final de la Copa Argentina.
Defensivamente también fue el partido perfecto para Atlético. Andrés Lamas y Franco Sbuttoni apenas tenían un par de entrenamientos jugando juntos en todo su haber. Individualmente jugaron poco y nada en el último año y demostraron estar más que listos cuando el entrenador los llamó a hacer lo que fue una defensa improvisada. Tal como sucedió en La Paz, hace un año y que terminó con el mismo resultado: un triunfo épico.
Así, el gol que tanto temían los “decanos”, jamás llegó gracias a ellos y a su arquero. La serie está lejos de ser perfecta. Todavía resta jugarse el partido de vuelta y así como Lucchetti habló de la perfección, también mencionó lo sucedido en la semana con Liverpool y Ajax. Ambos llevaban un andar ideal (los estuvieron 3-0 adelante) y terminaron eliminados.
Pero aún no podemos hablar de lo que no ha sucedido. El martes será otra historia. Ayer, Atlético hizo el partido perfecto.