1) EL AÑO DEL PENSAMIENTO MAGICO
Joan Didion
Literatura Random House (190 paginas)
Lo elijo porque...
Joan Didion es una novelista reconocida en EEUU; una mujer de aspecto frágil. Y esto último es lo que hace que esta novela llegue al alma. No entiende la autora qué significa ser fuerte, cuando ella siente que su vida se derrumba con la muerte de su marido. Emocionante y con una verdad: la muerte es un estado donde estamos de estreno y nadie nos dijo cómo actuar.
Fragmento de “El año del pensamiento mágico”
“La vida cambia deprisa.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba.
La cuestión de la autocompasión”.
2) CIEN AÑOS DE SOLEDAD
Gabriel García Márquez
Alfaguara (549 paginas)
Lo elijo porque...
La novela más aclamada del autor. Una maravillosa manifestación del realismo mágico. Llena de personajes deslumbrantes y de situaciones que solo pueden ocurrir en ese lugar llamado Macondo. La metáfora mezclada con la realidad. Una realidad tan alucinada como la de estos tiempos. De esos libros que nunca se olvidan, de esos personajes que se quedan con nosotros.
Fragmento de “Cien años de Soledad”
“Llovió durante cuatro años, once meses y dos días. Hubo épocas de llovizna en que todo el mundo se puso sus ropas de pontifical y se compuso una cara de convaleciente para celebrar la escampada, pero pronto se acostumbraron a interpretar las pausas como anuncios de recrudecimiento. Se desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio, y el norte mandaba unos huracanes que despotrillaron techos y derribaron paredes...”.
3) DESHORAS
Julio Cortázar
Alfaguara (142 paginas)
Lo elijo porque...
Es el último libro de cuentos publicado por Julio Cortázar. Un libro que elijo porque me sigo maravillando con su forma de relatar, de encadenar sucesos y de no sospechar ni un poco cómo van a terminar. Cuentos que hablan del amor, desamor, amistad, infancia compartida con amigos, los descubrimientos de la juventud. Un imprescindible para tener en la biblioteca.
Fragmento del cuento “Botella al mar”
“Querida Glenda, esta carta no le será enviada por las vías ordinarias porque nada en nosotros puede ser enviado así, entrar en los ritos sociales de los sobres y el correo. Será más bien como si pusiera una botella y la dejara caer a las aguas de la bahía de San Francisco en cuyo borde se alza la casa desde donde le escribo; como si la atara al cuello de una de las gaviotas que pasan como latigazos de sombra frente a mi ventana y oscurecen por un instante el teclado de esta máquina...”.