Homo Deus*
05 Mayo 2019

Por Yuval Noah Harari

La felicidad

Da la impresión de que nuestra felicidad choca con algún misterioso techo de cristal que no le permite crecer a pesar de todos nuestros logros sin precedentes. Aunque proporcionemos comida gratis para todos, curemos todas las enfermedades y aseguremos la paz mundial, todo ello no hará añicos necesariamente ese techo de cristal. Conseguir la felicidad verdadera no va a ser mucho más fácil que vencer la vejez y la muerte.

El techo de cristal de la felicidad se mantiene en su lugar sustentable en dos fuertes columnas: una, psicológica; la otra, biológica. En el plano psicológico, la felicidad depende de expectativas, y no de condiciones objetivas. No nos satisface llevar una vida tranquila y próspera,. en cambio, sí nos sentimos satisfechos cuando la realidad se ajusta a nuestras expectativas. La mala noticia es que, a medida que las condiciones mejoran, las expectativas se disparan...

Más allá del capitalismo

Puede que vivamos en un mundo estresante y caótico, pero las profecías apocalípticas del colapso y la violencia no se han materializado, mientras las escandalosas promesas de crecimiento perpetuo y cooperación global se han cumplido. Aunque experimentemos crisis económicas y guerras internacionales de forma ocasional, a la larga el capitalismo no solo ha conseguido prevalecer, sino también superar el hambre, la peste y la guerra. Durante miles de años, sacerdotes, rabinos y mufíes explicaron que los humanos podían vencer el hambre, la peste y la guerra solo con sus esfuerzos. Después llegaron los banqueros, los inversores y los industriales, y en 200 años consiguieron hacer exactamente eso.

De modo que el pacto moderno nos prometió un poder sin precedente, y la promesa se ha cumplido. Ahora bien, ¿a qué precio? A cambio del poder, el pacto moderno espera de nosotros que renunciemos al sentido. ¿Cómo se arreglaron los humanos con esta espeluznante exigencia? Acatarla podría haber dado lugar fácilmente a un mundo oscuro, desprovisto de ética, de estética y compasión. Pero lo cierto es que hoy en día la humanidad es no solo mucho más poderosa que nunca, sino también más pacífica y cooperativa. ¿Cómo lo consiguieron los humanos? ¿Cómo sobrevivieron e incluso medraron la moralidad, la belleza y hasta la compasión en un mundo desprovisto de dioses, de cielo y de infierno?

De nuevo, los capitalistas están dispuestos a conceder todo el mérito a la mano invisible del mercado. pero la mano del mercado es ciega además de invisible, y por sí sola no habría podido salvar nunca a la sociedad humana. De hecho, ni siquiera una feria rural puede mantenerse sin la mano amiga de algún dios, rey o iglesia. Si todo está a la venta, incluidos los tribunales y la policía, la confianza se evapora y el negocio se marchita. ¿Qué fue, entonces, lo que salvó a la sociedad moderna del colapso? La humanidad fue salvada no por la ley de la oferta y la demanda, sino por el auge de una nueva religión revolucionaria: el humanismo...

La religión de los datos

El mundo está cambiando más deprisa que nunca, y nos vemos inundados por cantidades imposibles de datos, de ideas, de promesas y de amenazas. Los humanos ceden su autoridad al libre mercado, al conocimiento masivo y a algoritmos externos debido en parte a que no pueden abarcar el diluvio de datos. En el pasado, la censura funcionó al bloquear el flujo de información. En el siglo XXI, la censura funciona avasallando a la gente con información irrelevante. La gente, simplemente, no sabe a qué prestar atención, y a menudo pasa el tiempo investigando y debatiendo asuntos secundarios. En tiempos antiguos, tener poder significaba tener acceso a datos. Hoy en día, tener poder significa saber qué obviar. Así, de todo lo que ocurre en nuestro caótico mundo, ¿en qué debemos centrarnos?

Si pensamos en términos de meses, probablemente deberíamos centrarnos en problemas inmediatos como los disturbios en Oriente Medio, la crisis de los refugiados en Europa y la desaceleración de la economía china. Si pensamos en términos de décadas, el calentamiento global, la desigualdad creciente y la disrupción de mercado laboral cobran mucha importancia. Pero si adoptamos una visión realmente amplia de la vida, todos los demás problemas y cuestiones resultan eclipsados por tres procesos interconectados:

1. La ciencia converge en un dogma universal, que afirma que los organismos son algoritmos y que la vida es procesamiento de datos.

2. La inteligencia se desconecta de la conciencia.

3. Algoritmos no conscientes pero inteligentísimos pronto podrían conocernos mejor que nosotros mismos.

*Debate.

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