Si la república, el federalismo y la representación definen la forma de gobierno en la Argentina, el régimen electoral diseña en cada provincia la manera en que se construye poder político. Listas “espejo” en Entre Ríos; sistema de lemas en Santa Cruz; listas colectoras en Jujuy, ahora prohibidas en Buenos Aires; sistema de boleta única en Santa Fe; acoples en Tucumán... La democracia manda a votar y establece el principio “una persona-un sufragio”. El régimen electoral fija las pautas de la votación. Nada más. Pero nada menos.
Por eso, que el frente Vamos Tucumán haya resuelto otorgar acoples en todas las secciones electorales es el hecho político más determinante que concreta esa coalición, después de la definición de la fórmula con que compite por la gobernación y la vicegobernación. La trascendencia del asunto fue vivida como tal en la reunión de ayer en Laprida 644: la primera en la que prevalecieron las sonrisas.
Claro que el régimen de acoples en la provincia es profundamente disvalioso para la representación: en la provincia de 1,5 millón de habitantes, hay legisladores de 10.000 votos (0,66% del padrón) aprobando o derogando leyes. A la dispersión de sufragios se suma la dispersión de partidos, devenidos estructuras personales o familiares, que determinan que muchos parlamentarios, cuando asumen, se asuman como representantes de sí mismos.
Modificar ese régimen, en el marco de la misma lógica, sería valioso para el sistema de gobierno. Pero para concretar el cambio hay que llegar al poder. Y el acople es la regla de juego para la lucha electoral por el poder político. Está diseñado, por un lado, para que cada lista de parlamentarios le sume votos al binomio al cual está acoplado. Está pensado, por otra parte, para evitarle al Partido Justicialista celebrar internas de candidatos. El acople es una “interna hacia afuera” porque las primarias terminan en fratricidio. Entonces, la “interna hacia afuera” suma. Eso plantearon los socios peronistas de Vamos Tucumán. Los socios del radicalismo (ese centenario movimiento que tiene intervenido el distrito Tucumán porque aquí ni siquiera pudo celebrar una interna para elegir autoridades partidarias), ayer lo comprendió. Después de haber perdido al intendente de Bella Vista, Sebastián Salazar, que se fue con los radicales del frente Evolución por la Democracia Social. Después de haber recuperado al legislador Raúl Albarracín. Y mientras trata de evitar la partida del legislador Luis González hacia el alperovichismo.
La cuestión material
Pero la decisión de abrir el juego al acople no sólo es una solución política. Es, también, una solución económica. Y eso, para el frente que esta misma semana lanzó una colecta pública de recursos para financiar su campaña, es sustancial.
En el esquema de listas únicas que hasta ahora se propiciaba para las secciones electorales del este y el oeste, era la fórmula principal la que debía ocuparse del financiamiento de la campaña. Por cierto, es absolutamente lógico: si a los candidatos los elige el “dedo” de los integrantes del binomio, esas mismas autoridades se deben ocupar de sostener con recursos a los postulantes que se encargaron de sostener en las nóminas. Ahora, cada acople tiene nombre y apellido. El que quiera jugar dentro de Vamos Tucumán podrá hacerlo, pero tendrá que costearse la propia competencia.
Correlativamente, los recursos que consiga gestionar la fórmula principal serán para la campaña de posicionamiento de los dos principales candidatos.
Huelga decirlo, sigue habiendo recelos, desconfianzas y hasta peleas (inclusive por un reducidísimo grupo de WhatsApp) entre los que se reunieron ayer. Pero quedaron de lado, cuando menos durante una mañana, porque lo acordado era trascendente. El de ayer fue, en síntesis, una reunión de reencuentro. Y de relanzamiento.
Hay nuevas reglas de juego.
Ahora, hay que saber jugar.