Para Hugo Arana “el teatro es una metáfora del vivir”

Para Hugo Arana “el teatro es una metáfora del vivir”

El actor encabeza un elenco de prestigio en “La ratonera”, la obra policial de Agatha Christie. “La vida es un misterio a recorrer, no un problema”, dice.

UN CULPABLE ENTRE OCHO SOSPECHOSOS. El público participa activamente en el misterio de “La ratonera”. UN CULPABLE ENTRE OCHO SOSPECHOSOS. El público participa activamente en el misterio de “La ratonera”.
27 Abril 2019

DOS FUNCIONES

• Hoy a las 22 y mañana a las 20 en el Teatro Mercedes Sosa (San Martín 479).

Hugo Arana no tiene fecha de vencimiento. El actor es contundente al afirmar: “no se me ocurre cerrar ninguna etapa todavía”. “El teatro es una metáfora del vivir todo el tiempo, como los cuentos, los poemas, las novelas, la música... Sólo me queda por hacer un unipersonal, me lo debo. Tengo la idea del personaje, pero tengo que lograr el libro aún”, le dice a LA GACETA.

Dueño de una extensa trayectoria en todos los escenarios, llega a Tucumán con un gran elenco para interpretar el mayor clásico del teatro de suspenso: “La ratonera”, de la británica Agatha Christie, estará este fin de semana en el teatro Mercedes Sosa. Lo acompañan María Rosa Fugazot, Gloria Carrá, Valentina Bassi, Fabián Mazzei, Walter Quiróz,   Fabio Di Tomaso y Daniel Miglioranza, dirigidos por Jorge Azurmendi. El restante personaje es el público, que asume un rol activo para determinar al asesino entre el grupo que está forzosamente reunido en un hotel, aislados por una feroz tormenta de nieve.

Todos tuvieron su motivo y su oportunidad para cometer el crimen, pero solo uno lo hizo. “Tiene el condimento especial del policial, en el que el espectador le quiere ganar al detective y determinar primero quién es el homicida. Moviliza a chicos de 10 o 12 años hasta a los psicólogos y las amas de casa”, resume.

Arana compone al printoresco señor Paravicini, el único que llega sin aviso previo a la hostería tras quedarse con el auto averiado en medio del mal clima. “No voy a adelantar nada más”, avisa, y cita una frase de la autora del texto para generar más suspenso: “lavando los platos se pueden llegar a concebir los crímenes más horrorosos”. “Es una idea maravillosa, extraordinaria. Todos tenemos una pulsión violenta, al igual que cualquier animal, aunque estos no son innobles como los hombres. La psiquis es nuestro agravante y nuestras acciones están condicionadas por la moral, la ética o el miedo al castigo. A los actores nos gusta hacer de asesinos seriales; y a muchas actrices, no todas, de prostitutas. De esa manera podemos expresar impulsos que todos tenemos, se los sublima de esa forma.

Si bien la obra es un éxito consolidado, a Arana le golpea la crisis que está atravesando el país. “Es un espanto lo que se está viviendo, desde lo artístico hasta el plato de sopa. Hay mucha, demasiada gente que vive en el horror. No se trata en el número, pero para colmo es mucha. De lo primero que se prescinde es del consumo cultural: antes de ir al teatro, la gente tiene que comprar tomates. El actor sin el público es un muñequito tirando manotazos al aire”, se lamenta y expresa su preocupación por la obra social de la Asociación Argentina de Actores, cuyas arcas se resintieron por la ausencia de la ficción en la televisión.

Vuelve a “La ratonera”. “La obra es muy entretenida, absolutamente popular y muy bien recibida, con un aplauso final de pie, que es de celebración. Ya tengo el oído desarrollado para distinguir cuando nos aplauden por el esfuerzo o en agradecimiento por lo vivido. Tanto público como el elenco la pasamos muy bien, con intriga, humor negro, terror y drama. Todo tiene el refinamiento de lo inglés, está muy pulido y cuidado”, afirma.

Antes de llegar a la actuación, Arana pasó por múltiples empleos (en una fábrica de municiones o en la construcción, por ejemplo) y hasta trató de jugar profesionalmente al fútbol. “Tengo una sola vida y sigo estando en la misma desde el comienzo, que es un misterio a recorrer, no un problema, como ya lo dijo Rabindranath Tagore. Y porque no es un problema, la vida no tiene solución, hay que vivirla. La veo como un mar: por momentos tiene ondas suaves y otras veces, de 25 metros de altura”, se despide.

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