Es de sobra conocida la magnitud histórica de la figura del doctor Dalmacio Vélez Sarsfield (1800-1875). Es el autor del Código Civil Argentino, el ministro del Interior del presidente Sarmiento, el catedrático, entre otras altas dignidades.
Sucedió que en 1937, Octavio R. Amadeo -un especialista en biografías de próceres- pronunció una conferencia sobre Vélez en la Facultad de Derecho porteña. Estaba presente en ese acto el doctor Ernesto Padilla, ex gobernador de Tucumán, quien decidió escribir a Amadeo una carta al respecto. Por cierto que la iniciaba con felicitaciones.
Pero luego le hacía un amistoso pero aguzado reparo. Ocurría que Vélez había mudado su postura antirrosista (que le venía costando cesantías y exilios), en 1846. Se hizo asiduo de la casa de Rosas, además de amigo de su hija Manuelita, y asesoró al dictador en el caso Camila O’Gorman y en asuntos de patronato. La conferencia había soslayado todo eso.
Apuntaba Padilla: “¿Porqué ha dejado de hablarnos del carácter de Vélez? No diré que no queda bien un claroscuro en alguna parte del cuadro; pero usted, cuando absuelve a Vélez del pecado de obsecuencia a la tiranía, podría no haber borrado ese pasado en que hay parte de su personalidad. Seguramente que ante la justicia postrera su fallo absolutorio quedará en pie; pero no todos podrán invocar los méritos con que el doctor Vélez Sarsfield se ha redimido del capítulo de cargos que la sana conciencia puede formularle”.
Esperaba Padilla que su toque no molestara a Amadeo. Se disculpaba diciendo que “los provincianos queremos pasar por hombres agudos, y a veces nos da por revolver hasta el agua tranquila, para dejarnos sentir capaces de molestar…”