Entre los objetivos que Atlético comenzó a cocinar esta semana, uno ya está encaminado: la renovación de contrato de Ricardo Zielinski, el arquitecto al que el “Decano” retendrá como sea. Y si el “Ruso” es quien crea y dibuja la fórmula del éxito, Cristian Lucchetti viene a ser el ingeniero que construye la gloria. Por su oficina puede pasar de todo menos los goles de sus rivales.
Lucchetti es uno de los grandes ídolos de la institución. Estuvo en las malas, como cuando llegó a evitar que Atlético sufra con el descenso al viejo Torneo Argentino A -poco después del arribo de Ricardo Rodríguez-. Y siguió en la época de bonanza, siendo él un pilar entre quienes consiguieron el pase a Primera y a las posteriores clasificaciones a las copas, Libertadores y Sudamericana.
Una atajada suya, por cierto, ante el delantero Robinson Aponzá, de Junior de Barranquilla, posibilitó al “Decano” acceder a la fase de grupos de su primera “Lali”, la de 2017. Una atajada histórica, tan imposible de olvidar como el cabezazo magnífico de Fernando Zampedri en la fase anterior, en Quito, contra El Nacional, que significó el 1-0 de la clasificación.
El gran capitán de Atlético es un hombre de la casa, prácticamente. Jamás pensó en prolongar tanto tiempo su carrera en Tucumán. Pero lo hizo. Echó raíces en la provincia hace ya siete años a partir de lo cómodas que se sienten su mujer, Lorena, y sus hijas, Milagros y Sofía.
Es más, Lorena anticipó en Diciembre de 2018 durante la gala de entrega de premios al mejor deportista de LA GACETA que se quedaban a vivir definitivamente en la provincia. Esa fue una gran noticia para los hinchas de Atlético.
Sin embargo, resta el sí de “Laucha” y la negociación final con la directiva. El presidente Mario Leito, hoy en uso de licencia, también sostuvo que daría un cheque en blanco por el arquero mendocino. Es retenerlo o retenerlo.
Jamás hubo problema en cuanto a los números de la ficha de Lucchetti, un hombre tan importante como Zielinski y cuyo futuro, desean en Atlético, esté ligado no solo cuidando el arco del plantel superior sino después, cuando él decida colgar los guantes. Porque a los ídolos, como la CD reconoce, nunca hay que dejarlos ir.