Está todo sobre la mesa. Si elegimos el vaso medio vacío, podríamos hacer una descripción bien cruda. Pero si vemos la otra parte del mismo vaso tenemos que decir que el fútbol argentino podría volver a conquistar hoy en Ecuador un título Sudamericano Sub 17. La selección de Pablo Aimar, que ya logró el objetivo principal de clasificación al Mundial, es el dato más contundente que alienta a recuperar, al menos entre los juveniles, viejos tiempos de la era Pekerman. Porque, además de jugar buen fútbol (hubo minutos del 3-0 último ante Paraguay realmente muy interesantes), vemos también una conducta notable. Se ve en hechos supuestamente pequeños, pero simbólicos, como, por ejemplo, evitar el festejo frente a la cara del adversario recién derrotado.
Son pibes de 17 años. Acaso muchos de ellos no lograrán concretar mañana todo lo bueno que insinúan hoy. No importa. El Sub 17 de Aimar es una novedad. Juega educando. Si la técnica individual se ha emparejado en el mundo (y si en otros países ya nos superan claramente en ese rubro) entonces la idea colectiva (a qué quiero jugar) precisa crecer. Y eso es lo que se ha visto en Ecuador, mucho más allá de cuál sea el resultado en la última fecha de hoy.
Son cambios más difíciles de implementar en la Selección mayor. César Menotti, desde su cargo de secretario de Selecciones Nacionales, insistió el viernes al DT Lionel Scaloni en la necesidad de fortalecer una base local. Pero son tiempos distintos a cuando Menotti era DT. Tiempos de competencias una tras otra, en la que los clubes, de la mano de la TV, apenas dejan espacio para las selecciones. Ahí está, si no, la nueva Copa de la Superliga que debutó este fin de semana. La novedad provocó algunos titulares curiosos. Como que en Argentina tenemos un “fútbol a la inglesa” porque somos uno de los pocos países ahora con tres competencias domésticas en una misma temporada. Los ingleses tienen la Premier League, la FA Cup y la Carabao Cup (con 92 equipos de las primeras cuatro categorías). Acá tenemos la Superliga, la Copa Argentina y ahora la Copa de la Superliga. Pequeña diferencia: la organización inglesa (que incluye partidos en plena fiesta de fin de año) permite que las tres competencias se jueguen de modo simultáneo.
Suena pretenciosa la comparación. Primero por las razones obvias. No se puede comparar la fortuna que paga la tele en Inglaterra con el contrato local (un contrato, por otra parte, que algunos clubes están pidiendo revisar a partir de la devaluación). Es una economía que hace todo más frágil, inevitablemente más inestable, más precario. La próxima Superliga 2019-20 tendrá pues un torneo “corto” de 23 fechas después de la Copa América de Brasil y con finalización en diciembre y una segunda edición de Copa de la Superliga también diferente a esta primera, porque tendría fecha con clásicos y contará para los promedios del descenso. Se jugará de enero a mayo, porque también 2020 incluye Copa América. No es fácil planificar cuando se anuncian nuevas competencias o se modifican las viejas con tan poca antelación. Es lo que hay.
Es fuerte el contraste cuando, por otro lado, la misma Superliga votó una reglamentación que prevé duras sanciones ante eventuales incumplimientos, como sucedió con San Lorenzo y Huracán. Algunos clubes ya parecen arrepentidos. “Creamos un reglamento de sanciones a la europea, pero sin tener en cuenta que seguimos siendo Argentina”, me dijo un dirigente de Primera. Lo dice por la economía que ha vuelto a crujir. Porque no es fácil iniciar una temporada con un dólar a menos de 20 y terminarla con ese dólar que cotiza a más de 40. El propio Racing (gran fiesta del título, gran homenaje también al subcampeón Defensa y Justicia) sabe que debe ahora mejorar sus contratos con dólar bajo a jugadores que, ya campeones, sienten derecho a reclamar mejoras. A que se reconozca que la cotización del dólar de su contrato está muy lejos de reconocer al que marcan las pizarras de la City. Es un Racing distinto. Con una economía saneada que acaso le permita afrontar la discusión que se viene.
¿Cómo planificar si en plena temporada también un Gobierno en crisis, que busca recaudar dinero de las piedras, agrava la planificación anunciando la modificación del Decreto 1212 y obliga a los clubes a pagar una mayor carga impositiva? La AFA ya anunció oposición. El presidente Claudio “Chiqui” Tapia siente firme la alianza con Angelici, pero el titular de Boca no es la línea única del gobierno de Mauricio Macri. Allí está ante todo la línea Fernando Marín. La línea que los clubes sienten como la renovada presión del Gobierno para ahogarlos y forzar entonces la conversión de muchos de ellos a sociedades anónimas. Justamente los clubes, asociaciones civiles con más vínculos con su comunidad, los que más empleados tienen porque tienen más actividades, son los que más sufren con este cambio. A más empleados y más deportes, mayor carga impositiva. Qué fácil suena decir que el deporte es lo mejor que puede tener una sociedad y luego ejecutar una política que tiende a todo lo contrario. Allí sigue estando todavía el reclamo del Cenard. El reclamo porque siguen los ajustes y los deportistas cobran becas que sirven para cada vez menos. El fútbol, el deporte todo, sobrevive como puede.