“No podemos salir ni a trabajar”, se lamentó Omar Sánchez, compañero de Enzo Mariani, el operario de la compañía de televisión por cable CCC que fue asesinado el lunes a la siesta. “Tenemos custodias en los lugares que se supone que son más peligrosos, pero el sector donde fue herido mortalmente nuestro compañero no estaba considerado como zona roja”, agregó el hombre que en menos de seis meses perdió a su hijo, también empleado de esa empresa, que murió luego de que un Policía Federal le disparara porque pensaba que estaba robando una moto en Villa 9 de Julio.
La inseguridad ha modificado el escenario de las tareas que realizan las empresas de servicios. Los trabajadores aseguraron que sus superiores, antes de realizar la hoja de ruta (los lugares donde deben trabajar) analizan cuáles son las zonas más complicadas y una vez que las detectan envían las cuadrillas custodiadas por policías que realizan servicios adicionales o reciben ayuda gratis de la fuerza para que puedan realizar instalaciones o reparaciones. CCC, Supercanal, EDET, Gasnor y las empresas contratistas que trabajan para ellas son las que implementan este sistema. Telecom, según informaron, dejaron de hacerlo hace un par de meses.
“Acá no se salva nadie. Somos los trabajadores de las empresas los que sufrimos el ataque de los delincuentes. Primero fueron los colectiveros, después los taxistas, también los barrenderos y ahora nosotros. Es terrible pensar que nuestras familias no saben si volveremos con vida. La única que queda es que nos contraten ellos también personal de vigilancia”, agregó Sánchez.
Un vocero de CCC informó que comenzaron a tomar medidas desde hace varios años, pero ni aun así lograron evitar que sus empleados, al igual que los de otras empresas, sean asaltados cuando realizan sus tareas. “Las áreas de inseguridad continúan creciendo”, dijo el representante de la empresa. “Nadie hace absolutamente nada y esto sigue ampliándose todos los días. Algo hay que hacer para frenar esto”, agregó el compañero de la víctima del homicidio.
Sánchez relató que la inseguridad los obliga a cambiar la manera de trabajar. “Hace un par de semanas robaron cables en Barrio Norte. Como debíamos hacer la reparación de manera urgente, fue un equipo a trabajar de noche. Tuvieron que dejar de hacerlo porque la gente los corría. Pese a que estaban debidamente identificados, pensaban que eran ladrones. Ahora también tenemos que pedir a la Policía que acompañe a los trabajadores para que no generen temor entre los vecinos”, agregó.
Más casos
El caso de Mariani no es el único que se produjo en los últimos tiempos. El 15 de noviembre pasado, el agente antinarcóticos de la Policía Federal Pablo Ariel Rebollo se había disfrazado de operario de una empresa de servicios para realizar tareas de inteligencia. Fue asaltado por motochorros y, al identificarse como uniformado, fue herido mortalmente por un delincuente que fue abatido segundos después por un compañero del efectivo.
En los barrios más alejados de la ciudad, durante muchos años, había una norma que todos respetaban. Las personas que trabajaban a favor de sus habitantes eran intocables. Pero ahora ni los barrenderos se salvan. Juan Eduardo Santillán, de 38 años, limpia las calles para la empresa 9 de Julio. El lunes a las 3.30, cuando realizaba su trabajo en la esquina de Rondeau y pasaje Camaño, al sur de la ciudad, fue interceptado por dos desconocidos que lo golpearon duramente para robarle el celular.
“Cada vez son más frecuentes los asaltos que sufren nuestros trabajadores. Por ese motivo, en varias oportunidades tuvimos que cambiar los horarios de los recorridos de los barrenderos porque nosotros no podemos asignarle una custodia a cada uno de ellos”, indicó Ricardo Otrino, gerente de la empresa.
El ejecutivo destacó que además realizaron gestiones ante el Ministerio de Seguridad porque los empleados de la firma son víctimas de asaltos cuando entran o salen de trabajar. “Nuestra empresa está ubicada en una zona complicada y, como los trabajadores ingresan en horarios complicados, muchas veces son víctimas de asaltantes que quieren quitarles las motos o sus pertenencias”, destacó el empresario a LA GACETA.
“Sé que puede sonar poco creíble. ¿Qué le pueden quitar a un barrendero? De todo. Desde una pala, pasando por el celular, el reloj o el dinero que llevan. Antes teníamos cuidados en determinadas zonas de la capital, pero ahora se está generalizando”, concluyó Otrino.