Gustavo Alfaro llamó poco la atención. Suele ser así, pero quedaba más en evidencia en la ruidosa, por momentos estruendosa, y también brillante Ciudadela adornada por los fuegos artificiales. Más desapercibido pasaba el DT de Boca si se lo comparaba con su colega de cargo que, en al otro banco, más que de suplentes, lo hacía parecer como el de los padecientes.
Sus objetivos eran distintos a los de Ricardo Caruso Lombardi. Alfaro quería “pasarse de copas”; una meta linda comparada a no descender. Y lo logró: Boca formará parte de la Copa Libertadores 2020. Alfaro estaba más distendido, pero no distraído. En la primera pelota detenida que debía defender su equipo, gritó las indicaciones hasta la otra punta, en el arco de calle Rondeau. La parada de modelo y con las manos en sus bolsillos fue la pose elegida. Incluso en ninguno de los cuatro goles, ni en la “joyita” de Emanuel Reynoso, Alfaro abandonó esa sobriedad en sintonía con su traje de elegante sport. Las palmas de sus manos sí quedaron al descubierto cuando sacó a Ramón “Wanchope” Ábila y a Mauro Zárate: uno desequilibró con el empate un partido que el “Xeneize” tenía complicado y el otro cumplió bien con la generación de juego. Y como no había mucho más que hacer después del 1-4, sin destacarse, Alfaro se apresuró para irse al vestuario, tanto que le ganó al inflado de la manga.
Prefirió el cielo antes que el techo
En los 90 minutos Alfaro estuvo casi el ciento por ciento del tiempo fuera del banco de suplentes. El primer período lo observó siempre desde la línea punteada y a veces muy cerca de la marca lateral. Después del tercer gol, el técnico de Boca entró al banco y alternó con algunas salidas que no siempre fueron para dar indicaciones.
Los mensajeros: Más y Buffarini
Emmanuel Más y Julio Buffarini fueron los más solicitados por Alfaro, pero no porque hayan jugado mal. Al menos no en el partido ante San Martín. Los defensores (Más, en el primer tiempo, y “Buffa”, en el segundo), fueron los que más cerca quedaban del DT, así que transmitían las ideas que el técnico tenía a sus compañeros. Al que sí llamó exclusivamente en algunas ocasiones fue a Mauro Zárate.
Reacción con un poco de demora
Cuando a los 27’ del primer tiempo Luciano Pons puso en ventaja a San Martín, Alfaro no modificó nada en su postura. Quedó con la mirada clavada hacia el arco que custodiaba Esteban Andrada, en ese momento, no hubo reproches a ninguno de sus dirigidos. Sin embargo, minutos después llegó una reacción distinta a las que venía teniendo: esta vez el golpe de manos fue con mucha más intensidad. Lógicamente, hasta ahí el trámite del partido no era el que se esperaba. La apertura del marcador puso mucho más inquieto a Alfaro que empezó a moverse por todo el límite del corralito de líneas punteadas y no se quedó estático en el vértice derecho.
Reclamo más intenso
A los 33’ del primer tiempo fue el momento de más efervescencia del técnico en toda su estadía en La Ciudadela. Fue cuando ejecutó, uno tras otro y sin pausa, varios gestos: brazos abiertos, golpe de manos, señas hacia el juez y el cuarto árbitro y gritos. Es que Alfaro consideró que Ramón “Wanchope” Ábila había sido derribado con falta en el área y que no era correcto no haber sancionado un penal. Después de esa situación, el técnico “xeneize” tuvo algunos diálogos intermitentes con el cuarto árbitro, no sólo por esa acción sino por otras en las que le quedaron dudas.