No pocas figuras que los tucumanos consideramos próceres, han sido juzgadas de igual manera por los historiadores prestigiosos del siglo XIX. Un ilustrativo ejemplo son los denigrantes calificativos con que Vicente Fidel López retrata al coronel Bernabé Aráoz, creador de la “República de Tucumán”, en su clásica “Historia de la República Argentina”. Ignora tanto su rol clave en la Batalla de Campo de las Carreras, como su participación en la de Salta, o las notables medidas de su primer gobierno, o las acertadas posturas que expresó en proclamas y manifiestos.
Dice López que “aunque miembro de una de las familias más acomodadas y antiguas de aquel vecindario (Tucumán), era este don Bernabé un guaso que hacía de devoto no siendo sino un hipócrita rematado. Había consagrado su tiempo y su espíritu al trato con la plebe en la que, por su nombre y por su riqueza, ejercía bastante influjo”.
Agrega que “dado a los alborotos políticos y a las bullangas de motines y de armas”, Aráoz “había actuado en las manifestaciones patrióticas y populares originadas por la revolución y por las invasiones de los realistas; pero nunca como militar de categoría decente ni como magistrado, sino como partidario de libre escuela y como cooperador de alarmas, en cuyo carácter había servido algunas veces para excitar el entusiasmo y el espíritu de las masas de su provincia”.
Opinaba que “de todas sus pasiones, la que más calentaba su alma era la raquítica ambición de mandar en su recinto. Verdad es que, fuera de eso, nada había en su cabeza que pudiera levantarse más alto; y que su retrato podría resumirse diciendo, en dos palabras, que no servía para nada”…