En nuestra realidad cotidiana y en las estadísticas oficiales, puede observarse que el salario sigue desacelerándose en la carrera contra la inflación. Sólo en 2018, el sueldo ha quedado 17 puntos abajo de un Índice de Precios al Consumidor que acumuló un 47,6% ¿Cuánto puede soportar una economía a un ritmo del 3% de inflación mensual? El deterioro del ingreso es irreversible en este escenario. Los concejales capitalinos aprobaron ayer un nuevo aumento en el boleto del transporte que, anualizado, implica un incremento interanual del 54,4% para los colectivos y del 32% para el servicio de taxis. Ese reajuste se queda corto frente a las estimaciones de la Dirección de Estadística de la Provincia que, en su reporte de enero (último dato disponible), ha corroborado que los precios del rubro Transporte fueron los que más se expandieron en la comparación interanual: un 65,04%, 12 puntos por encima del nivel general de inflación para la provincia.
Los empresarios de la actividad señalan que, sin un reajuste del boleto y sin subsidios del Estado, no pueden subsistir. Gran parte de la sociedad sigue preguntándose cuál es realmente la ganancia que puede obtener una empresa si su unidad de negocio depende de la ayuda oficial y de trasladar, periódicamente, los mayores costos hacia los usuarios. Estos, necesariamente, son los que demandan el servicio. Una regla general de la economía dice que si la demanda se reduce, baja la actividad y, por ende, los márgenes de rentabilidad. Menos boletos, menos ingresos. El gran problema, como ya es una cuestión histórica, es que el peso inflacionario siempre recae, con mayor fuerza, en el usuario que, a diferencia de los otros eslabones de la cadena, no pueden trasladar los mayores costos porque su ingreso no le alcanza. Así, no hay bolsillo que aguante.