Debajo del rugby de nivel superior, el que concentra la mayor atención los fines de semana y exporta jugadores a seleccionados o al profesionalismo, aparece otro en vías de desarrollo deportivo e institucional, compuesto por clubes jóvenes que intentan autoabastecerse y apuntalar sus divisiones formativas para asegurar su continuidad en el futuro. Y si se sigue escarbando hacia abajo, es posible encontrar un tercer nivel de rugby: uno que surge de manera espontánea y se abre paso como una flor entre los escombros. Es lo que se conoce como “rugby emergente”. Allí por lo general no existen haches, vestuarios ni cantina: lo único que hay es una pelota y ganas de jugar. Ese rugby de potrero es el que en los últimos tres años ha avanzado en una campaña de colonización de territorios tucumanos hasta casi completar el mapa. Actualmente, sólo en dos de los 17 departamentos de la provincia no existe ya uno o más focos rugbísticos.
Uno de los distritos en los que mejor han prendido las raíces de la ovalada en este período expansivo es Cruz Alta, que en el último año y medio pasó de no tener ningún club a tener tres: Cobras (Banda del Río Salí), Lobos (Alderetes) y el recientemente formado Gym A Full (El Bracho).
La primera semilla fue la de las Cobras, sembrada por un grupo de bandeñas ex jugadoras de Lince en 2017. “Nos juntábamos a entrenar en el parque. Un día tiramos la idea de formar un equipo en la Banda, ya que la mayoría éramos de ahí, y por qué no mejor, un club. En ese momento, era todo un sueño lo que nos planteábamos”, recuerda Andrea Orellana, integrante de ese grupo fundacional. Ella misma fue la que propuso “Cobras” al momento de tirar ideas de nombres para el club. “Me parece un animal que representa el rugby al momento de tacklear. Es como ese movimiento inesperado que hace una cobra cuando se lanza a morder”, explica.
El primer obstáculo era conseguir un espacio físico para entrenarse y competir. “Tuvimos una audiencia con el intendente Darío Monteros, le presentamos el proyecto Cobras, y él accedió a brindarnos un espacio y algunos materiales para comenzar a trabajar. Le agradecemos a él y al municipio, porque sin su ayuda no hubiese sido posible”, destaca Andrea.
Una vez resuelto el problema del espacio, comenzó uno más difícil: sumar gente. “Fuimos invitando amigas, vecinas, chicas en los colegios, haciendo publicaciones de Facebook, y así fuimos sumando al femenino. Al ver que había mujeres jugando rugby, comenzaron a acercarse chicos”, relata Andrea.
Sumando voluntades
Ahí fue cuando entró en escena Marcelo Romano, bandeño y ex pilar de Natación. Con un amigo suyo hacía tiempo que querían armar un proyecto de rugby en la ciudad. “No teníamos idea de cómo empezar, hasta que se dio el contacto con Andrea, que está casada con un amigo mío. Para entonces ya estábamos viendo el tema de los papeles, pero al ver que ellas ya se estaban entrenando, acordamos sumarnos”, cuenta Marcelo.
“Cuando surgió lo de Cobras, me gustó. Me parecía que un club de rugby era una buena forma de brindarle contención a chicos de acá. Como se dice, una hora que el chico pasa en el club es una hora menos que anda en la calle. Y hoy la droga no tiene barrio ni clase social: está en todos lados. Por eso empezamos a inculcar la cultura del rugby, el respeto, la forma de hablar, el sacrificio. Y también les sacamos esa idea de que el rugby es para chetos: cuando yo jugaba en Natación, desde el 85, en mi camada éramos de posiciones económicas muy diferentes, pero eso no impedía que fuéramos muy unidos”, asegura Romano. “Acá la mayoría de los chicos que tenemos son de bajos recursos. No todos, pero sí la gran mayoría”, agrega.
Necesidades
En Cobras Rugby Club no se requiere cuota, así que se hace lo que se puede con lo que se tiene. En la intendencia les facilitaron el predio para entrenarse, la iluminación y la movilidad para participar de los encuentros de rugby emergente, pero se echan en falta otras cosas. “Todo aquel que quiera sumarse a jugar o dar una mano como entrenador, es bienvenido. Además, contamos con pocos materiales, lo que tenemos lo hemos recibido de donaciones o lo hemos comprado con rifas, así que eso también nos podría venir bien”, comenta Marcelo.
Mientras tanto, las Cobras van sumando experiencias en el plano deportivo. “En nuestro primer partido perdimos contra Tafí del Valle, pero jugamos muy bien. Y en el segundo le ganamos a Newen Mapu, el equipo de La Cocha. Fue emocionante ver a los chicos tan felices. De los 18 que fueron, sólo uno había jugado al rugby antes. A lo sumo esperábamos hacer un papel digno, pero nos fue muy bien. Los valores que fuimos inculcando de no bajar los brazos, realmente los aprendieron”, destaca el entrenador.
Andrea hoy no puede participar tanto como antes debido a su embarazo, pero asegura sentirse orgullosa de lo que ve hoy en día. “Estoy muy feliz porque el aquel sueño de cinco chicas hoy es una realidad. Tener un club en el que se hace todo a pulmón, sin cobrar cuotas, es darles una oportunidad a los chicos que no tienen dinero de conocer el rugby y sus valores, que te ayudan a ser más fuertes en la vida. Ver cómo creció esa semilla en la Banda es una alegría enorme”, jura.