(Por Guadalupe Norte) Como si se tratara de un fin de semana cualquiera, el grupo de amigas conversa sobre algo divertido. Sus risas retumban entre las paredes del departamento hasta que, de repente, el sonido del timbre hace que el ambiente se llene de expectativa. Cargando varias bolsas fucsias bajo el brazo y una pequeña valija, la última (y más importante) invitada hace su aparición. Es automático: las chicas dejan a un lado sus tazas de café y algunos sanguchitos y se amontonan alrededor de la visita, listas para develar los secretos que oculta en su equipaje. Es entonces cuando el arsenal de productos comienza a desplegarse sobre la mesa de madera.
Primero viene la sección de cosmética con velas afrodisíacas, aceites para masajes que saben a frutos rojos, lubricantes que producen una sensación de frío al contacto con la piel, perfumes con feromonas y geles -sabor a chocolate, algodón de azúcar o caramelo- que parecen salidos de una fábrica de golosinas.
Después es el turno de los (minúsculos) conjuntos de lencería con detalles de encaje, las osadas prendas de cuero y las medias transparentes con apliques. Cuando aparece el popurrí de juguetes sexuales -algunos tan pequeños que caben en la palma de la mano- los ojos de las presentes se abren de par en par pero la curiosidad es más fuerte y la cohibición pierde terreno. Poco a poco, el espacio se convierte en un verdadero show sensorial de colores y de texturas. ¡Queda inaugurada oficialmente la reunión de tuppersex!
Intimidad portátil
¿Qué es el tuppersex? Sin una traducción literal al español, la palabra nos hace pensar en hermetismo, como si el sexo pudiera ponerse en un envase plástico para llevar. ¿Es esto posible?, la respuesta es sí, según como se lo mire. “Son reuniones que se organizan para hablar sobre sexualidad e intercambiar consejos. Es una forma de que las mujeres podamos combinar el aprendizaje con cuestiones lúdicas”, narra la sex coach Mariela Tesler, una de las primeras argentinas en aplicar este concepto. El objetivo es crear un espacio de escucha en el cual conversar sobre la sexualidad de una manera relajada y sin tapujos. “El tuppersex genera un ambiente de confidencialidad donde todas las presentes somos amigas. Vos me contás algo privado, intimo, y yo voy a tratar de darte una respuesta que te ayude. Se trata de poder romper juntas los mitos y los tabúes”, explica la psicóloga María Victoria Puertas.
Recién ingresada al rubro del tuppersex, María Victoria afirma que en estas reuniones la edad no es un condicionante para poder charlar sobre sexo sin cometer penosos sincericidios. La prueba es su cronograma de eventos, donde se encuentra marcada una reunión dedicada exclusivamente a un grupo de empleadas de entre 35 a 60 años. “La idea les da curiosidad, son de una generación donde no se hablaba de sexualidad y el propio acto de tener sexo era algo distinto: abocado a lo reproductivo y sin tanto hincapié en las decisiones personales y el placer”, detalla la futura sexóloga.
Casamientos, despedidas de soltera, cumpleaños… Sin importar el evento, lo que no puede faltar en ninguna reunión es la intimidad, siendo este tipo de reunión un espacio donde las mujeres dejan de lado la típica historia de “le pasó al amigo de un amigo” para compartir sus experiencias vivenciales sin temor a ser juzgadas.
La palabra clave es animarse. A explorar, experimentar, disfrutar y otros tantos verbos que fomenten nuestro deseo. “Después de estar tantos años en pareja sentía que la monotonía estaba destruyendo mi matrimonio pero tenía mucho miedo de proponer cosas nuevas y ser rechazada. Fue después de conversar abiertamente con otras mujeres que entendí la importancia de fomentar el erotismo en la cama y sentirme bien con mis fantasías”, comenta Marta Lobo (37 años).
Algo similar le ocurrió a la nutricionista Emilia Cortez (39 años). “Estaba cansada del sexo convencional pero me ponía roja de solo pensar en ir a un sex shop o comprar algún juguete. Pese a que mi marido me insistía bastante ¿qué iba a hacer si por casualidad mis hijos encontraban un consolador en el cajón? ¿o si mi suegra lo veía al guardar la ropa?”, recuerda.
Sin embargo, esa vergüenza inicial cambió de golpe. “Estábamos en la despedida de soltera de mi hermana y de la nada apareció una sexóloga con dos cajas rojas gigantes. Dentro tenía un montón de artículos: látigos, disfraces, cremas, arneses… La curiosidad me impactó y comencé a probarlos”, confiesa Emilia.
“Es curioso porque las mujeres tendemos a compartir muchas confesiones con amigas y nos aconsejamos entre nosotras pero no tenemos el valor de preguntar ciertas dudas. Esa falta de diálogo y el bochorno hace que recurramos a Internet y otras fuentes poco fiables en busca de información”, reflexiona Solana Estrada (29 años).
Y es que, la falta de información, mitos y tabúes, pueden dar paso a las caóticas inseguridades. “Entre quienes me consultan, muchas no saben cómo hacerle frente a los cambios físicos propios de la edad, sienten que perdieron la capacidad de seducir y excitar a su pareja o temen ser reemplazadas por alguien más joven. Además, los temas más comunes que se tratan son en relación al orgasmo, la construcción de género y la anticoncepción”, comenta Victoria Puertas.
Al final, como en toda reunión donde la sinceridad es la protagonista, se trata de dejar atrás los prejuicios e inhibiciones para que -a través de las experiencias propias y ajenas- las mujeres puedan apostar por una sexualidad plena.