Los viaductos fueron empleados en aquellos países, donde los ferrocarriles tuvieron un papel importante, como parte de la infraestructura para el cruce de terrenos agrestes. La función de estos puentes era unir dos puntos que se hallaban a niveles similares, separados por una hondonada o un valle. Eran construidos sobre la base de una serie arcos, que asemejaban a los acueductos romanos. Tucumán tiene la suerte de contar con el viaducto El Saladillo, ubicado a dos kilómetros de la ruta nacional 9, hacia el oeste, a la altura del ingreso al dique Celestino Gelsi (ex El Cadillal).
La obra comenzó a proyectarse en 1881 y el plano fue aprobado por el destacado ingeniero Guillermo White, que con sus proyectos e iniciativas contribuyó al progreso del país. En 1883, la obra fue concluida y habilitada. Por allí pasaba la prolongación ferroviaria desde Tucumán hasta Metán (Salta). Pero el progreso hizo que las antiguas locomotoras vaporeras, que no pesaban más de 27 toneladas, fueran reemplazadas por otras, también a vapor, pero más grandes, con más capacidad para almacenar el agua y con un peso que alcanzaba las 100 toneladas. Dejó de prestar servicios a fines de 1927. “Con la nueva variante proyectada el viaducto del Saladillo ha terminado ya su misión ferroviaria. Como es notorio, trátase de una verdadera reliquia de la ingeniería nacional, siendo considerada como el más antiguo de los puentes ferroviarios del país. Construido en el año 1883 fue, sin duda alguna, la obra más audaz de las efectuadas por el Estado en aquellos tiempos”, señalaba la crónica de LA GACETA de mayo de 1928.
En la Sección Cartas de nuestra edición de ayer, un lector denunció el estado de abandono en que se halla esa notable obra de ingeniería. Enrique Ortega señalaba que fueron muchos los gobiernos municipales taficeños que plantearon a la Provincia la necesidad de valorarla y recrearla con un centro turístico en el lugar. Actualmente se halla “en total estado de abandono” y se deteriora cada vez más por “el paso del tiempo” y por los “depredadores”. “Sería oportuno insistir en esa intención, buscando la persona que interceda ante la Nación, cuya propiedad mantiene por estar en el ámbito ferroviario, y gestione la adecuación del sitio, con la colaboración de la Provincia y del municipio taficeño para que, de una vez por todas, se logre ese antiguo deseo de nuestra sociedad, antes que tengamos que lamentar su desaparición”, escribió.
“El viaducto El Saladillo es presa del olvido y del abandono. Acceder al Monumento Histórico Nacional, único en América Latina, es casi imposible debido a la falta de señalización” se titulaba la crónica de nuestro diario del 14 de agosto de 2013.
El viejo viaducto, declarado Monumento Histórico Nacional en 2000, alcanza los 28 metros de altura con una longitud de 365 m. Para su construcción se utilizaron más de 5 millones de ladrillos. Cuenta con 25 arcos de medio punto sostenidos por 24 pilares de 21 m de altura.
Conocida es la falta de amor de los gobernantes locales por “las piedras viejas” que representan nuestro pasado e identidad. El hecho de tratarse de un monumento nacional es la excusa ideal para desentenderse del problema por más que este se halle en Tucumán. Si hubiese voluntad política, los legisladores nacionales podrían ocuparse de gestionar ante la Nación su recuperación. Sería lamentable que esta joya ingenieril sucumbiera por la desidia e inoperancia de nuestra clase dirigente.