CULIACÁN.- En el corazón del narcotráfico de México, en el estado de Sinaloa, la admiración por su hijo ilustre Joaquín “El Chapo” Guzmán rutila pese a que el Gobierno avanza en la lucha contra el crimen organizado.
Guzmán, quien se convirtió en el hombre más buscado de México tras dejar atrás sus humildes orígenes, está siendo juzgado en un tribunal federal de Nueva York y enfrenta la posibilidad de pasar sus últimos años tras las rejas luego de una carrera sin igual que lo llevó a ser un célebre criminal. En su estado natal, el Gobierno dice que ha contenido a su Cártel de Sinaloa gracias a la ayuda de militares.
Durante 2018, un año después de que se extraditara a Guzmán a Estados Unidos, la proporción de asesinatos en Sinaloa con respecto al total del país cayó a su nivel más bajo desde hace más de dos décadas. Pero eso no pudo evitar que el año pasado la cifra en todo el país tocara un nuevo récord. En la capital del estado, Culiacán, donde el lujo deslumbrante se codea con la pobreza extrema, el apoyo a Guzmán no decae.
“Las cosas que no hace la Policía, las hace él. Él protege a la gente”, dijo sobre Guzmán, Antonio Pinzón, un trabajador agrícola de 45 años que peregrina a la capilla de Jesús Malverde, un conocido bandido local venerado como un santo. Al elogiar a Guzmán comparándolo con Malverde, una figura parecida a Robin Hood, Pinzón habla como innumerables residentes de Sinaloa, dicen políticos locales, periodistas y expertos.
Guzmán, nacido en el montañoso poblado de La Tuna, en Sinaloa, donde contrabandistas han cultivado opio y marihuana desde principios del siglo XX, comenzó a ascender a través de las filas del bajo mundo mexicano en la década de 1980, a medida que caían los capos.
Capturado en 1993, Guzmán salió de la cárcel ocho años después y comenzó a posicionar su cártel de Sinaloa como el principal de México. Eliminando rivales y comprando oficiales, incluso se ganó un lugar en la lista de millonarios de Forbes.
Sin el consentimiento de los capos, era casi imposible ser elegido para un cargo público en partes de Sinaloa, dijo un político del estado que habló en condición de anonimato.
Aún así, apuntando a tasas de criminalidad más bajas, Cristóbal Castañeda, secretario de Seguridad Pública de Sinaloa, dijo que el Gobierno perseguía a todos los grupos con la misma determinación.
Castañeda se quejó de que las representaciones de narcotraficantes en series de televisión como “Narcos” y “El Chapo” hacían olvidar los crímenes de Guzmán. “Lo hacen ver un Robin Hood”, dijo. “Lejos de exaltar la parte de la autoridad, exaltan la figura del delincuente”.
Después de más de una década en libertad, Guzmán finalmente fue atrapado en 2014. Pero en un giro humillante para el Gobierno, se escapó de una prisión de alta seguridad a través de un túnel en julio de 2015. Fue recapturado seis meses después.
México lo extraditó en enero de 2017 y, desde noviembre, ha estado en juicio en Brooklyn, acusado de tráfico de cocaína, heroína y otras drogas a Estados Unidos. Se espera un veredicto en los próximos días.
Testigos han alegado que El Chapo gastó millones de dólares sobornando a funcionarios y ordenó o llevó a cabo personalmente asesinatos de rivales. Sus abogados aseguran que el verdadero cerebro detrás del Cártel de Sinaloa es su socio Ismael “El Mayo” Zambada, y que Guzmán, de 61 años, es un chivo expiatorio. “Por lo que vimos nosotros sinaloenses, (Zambada) era quien mandaba”, dijo Manuel Clouthier, nativo de Culiacán y ex congresista federal independiente. “Cuando (Guzmán) cayó, no pasó nada, porque la cabeza no cayó”, apuntó.
Desde el arresto de Guzmán, Zambada ha consolidado el poder del cártel, dijo Mike Vigil, ex jefe de operaciones internacionales en la agencia antidrogas de EEUU. Zambada también ha mantenido a raya la violencia, dijo un vendedor de libros frente a la catedral de Culiacán llamado Ismael, quien habló con nostalgia de Guzmán.
“Sabemos que anda en un negocio malo. Pero él mismo es una persona magnífica”, dijo. “Es una lástima que en Estados Unidos no se va a poder escapar”.