El pequeño gigante llega en familia al aeropuerto. Nadie más que sus hijos, Thiago y Olivia, y su mujer Luciana Guzmán, lo acompañan. Viene de un fin de semana intenso, furioso, pero no por haberse subido al tren de la farra sino porque a partir de un “sí, quiero” su vida desde hoy estará lejos de Tucumán, lejos de su casa y lejos de la mayoría de sus sostenes, el resto de su familia.
El pequeño gigante no es otro que Guillermo Acosta, o “Bebe” o “Bebé”, o como guste llamarlo. Ayer, en un cielo oscuro decorado con líneas grises tonalizadas en blanco, Acosta llevó consigo otro nombre y apellido. El que le expresó la gente. Pudo decir, me llamo “Deseo” y mi apellido es “Mejor”. En un paso lento, como si el hormigón tucumano intentara impedir que suelte las alas, el ahora ex todoterreno de Atlético viajó hacia Lanús, su nuevo destino, donde perseguirá el único sueño que, asegura, le falta cumplir como futbolista profesional.
“Mi sueño sigue en pie. Lo que siento y noto es que en Buenos Aires tenés otro tipo de mirada a lo que es el norte de Argentina. Una de esas apuestas mías era poder llegar a Lanús y poder soñar con la Selección. Ahora creo que puede ser posible”, dice quien pasó por todas las categorías del fútbol nacional, desde amateur en adelante. Eso, en líneas generales ya es un récord y a su vez marca que Acosta puede considerarse un abanderado del esfuerzo. Ni vencido, ni caído, el pequeño gigante jamás tiró la toalla.
El pequeño gigante sonríe ante el primer aluvión de hinchas que lo saluda en el “Benjamín Matienzo”. Quieren a Acosta. “Te deseo lo mejor, para vos y tu familia. Te lo merecés”, le dice una señora que interrumpe la entrevista, no sin antes disculparse. Sus hijos vendrán después a pedir una foto con “Bebé”. Es un rock star de perfil bajo. Igual sonríe. Igual posa. No se queja. Cero vedette.
El deseo de la señora se propaga a medida que el pequeño gigante gana posición en la estación central del aeropuerto. No es su intención, pero... Hay quienes lo miran y saben al toque quién es. Hay quienes saben quién es y no pierden la oportunidad para ofrecerle su buena energía. Acosta se fue de Atlético por varios motivos. El primero, porque Lanús significó un salto en su carrera, desde lo deportivo y económico. El segundo, porque aunque no se crea, Atlético sí hizo negocio con su venta. Las dos partes estuvieron de acuerdo.
Ese mismo puñado de hinchas, desde mujeres a hombres y chicos, es lo que más extrañará Guillermo de ser “decano”, dice. “Desde que llegué a Atlético la gente siempre me apoyó. En todo sentido. Para mí, la gente es todo. No le digo adiós, le digo hasta luego. Espero regresar algún día”, les comenta a los que están parados detrás del cronista de LG Deportiva y de la cámara de TV del colega de un canal deportivo de alcance nacional e internacional. Entiéndase, Acosta habla con el corazón en la mano. Se lo nota sentido.
“Fueron cinco años en el club. Se dieron cosas muy lindas en mi carrera. Atlético me dio todo y yo le di todo”, agradece “Bebe”, cuyos mayores recuerdos siendo del “Decano” orbitan en el exterior, dice. “Me quedo con haber jugado la Copa Libertadores, los octavos de final del año pasado (ante Atlético Nacional de Medellín) y con el cariño de la gente. Dejame recalcar algo que siempre quise decir... Estoy agradecido a la gente que confió desde un primer momento en mí para ir Atlético. Cada uno sabe quién es. Gracias”, dice Acosta y le estira la mano a los periodistas. Fuerte apretón, una abrazo y el deseo compartido de “suerte”. Para los que se quedan en Tucumán y para los que se van a conquistar otro lugar. Como este pequeño gigante llamado Guillermo Acosta.
La pesada herencia: la “7” de los 130 goles
En uno de tantos encuentros con LG Deportiva, este quizás el más íntimo de los últimos años, Luis Rodríguez, asado mediante en su casa de Simoca, su refugio ante cualquier mal ajeno, hace un balance de 2017, mientras hace memoria de lo que él pensaba de sí mismo cuando comenzó con esto de hacer goles. El “asesino del gol”, el ídolo de Atlético de los 130 festejos, alguna vez se creyó un ser humano común y corriente. Ordinario. “No sentía que iba a poder hacer lo que yo quería”, dijo “Pulguita” ese mediodía nuboso de diciembre.
“Yo me creía del montón. Igual, a prueba que iba, prueba que pasaba”, agregaba luego quien es uno de los máximos referentes del “Decano” pero que hoy, siendo 7 de enero de 2019, ya no vestirá esa camiseta. Su futuro estará ligado a Colón. Irá Rodríguez a conquistar Santa Fe. A los 34 años, con munición completa en su cartuchera, fue él quien pidió ser transferido. No fue un capricho personal. Tampoco hubo grescas ni peleas con la directiva. Menos políticas. Simplemente, el “Sabalero” le ofreció una torta de dinero que ningún futbolista puede despreciar. Un caso estilo Carlos Tevez con Boca y el fútbol chino, amén de la distancia en dólares.
Atlético no podía siquiera acercarse a la propuesta desde el “Cementerio de los Elefantes”, entonces la determinación fue mostrarle bandera verde al cantante del gol. “Es una manera para él de asegurarse su futuro después del fútbol”, dijo alguien desde el Monumental.
“Pulguita” se va de Atlético dejando una huella inolvidable. Imborrable, merecedora de una estatua. Goleador dos veces de la B Nacional, campeón por duplicado del segundo torneo de cabotaje argentino. Artillero en la A para Atlético, voz de mando y sorpresa con sus pases filtrados en la Superliga. Exterminador de redes en cuanta competencia participó, desde el viejo Torneo Argentino pasando por la B Nacional, Primera, la Copa Argentina, amistosos varios, y copas internacionales, como la Sudamericana y Libertadores, ese es Luis Miguel. Atlético y su gente lo van a extrañar. El fútbol es así, a veces se torna melancolía en exceso.
Este será el cuarto club que “Pulguita” defenderá en Argentina. Además de Atlético, jugó en Racing de Córdoba, Newell’s y ahora lo hará en Colón. En el “Decano”, claro está, lo hizo todo, goles a todos los ángulos y a todas las direcciones posibles del arco. La camiseta número siete será suya eternamente. Y hoy, esa herencia deberá ser tomada por un futuro refuerzo (por ahora no viene nadie). O por quien se anime a usarla.
La despedida de “Pulguita” no es nueva en el “Decano”. El recuerdo vive de cuando se fue a Newell’s, pero al poco tiempo regresó. Puede que ahora la fórmula no se repita. En total, el ahora ex subcapitán disputó 325 partidos con la camiseta de Atlético. Regaló 130 gritos de amor a los hinchas, uno más lindo que otro.
Y no va más. Quizás el destino de Rodríguez lo una con el hincha para un hipotético partido despedida, cuando él diga basta, o quizás haya letra para escribir el guión de la trilogía de Luis Miguel y sus goles en el “Decano”.