BRASILIA.- El nacionalista de derecha Jair Bolsonaro juró ayer como presidente de Brasil e inmediatamente llamó al Congreso a combatir la corrupción endémica, al tiempo que prometió trabajar incansablemente para que país alcance su destino. Al dirigirse a una sesión conjunta del Congreso, minutos después de jurar en el cargo, Bolsonaro, un ex capitán de ejército y admirador de la dictadura militar en el país desde 1964 a 1985, prometió adherir a las normas democráticas.
Dijo que su gobierno estaría guiado por las promesas que hizo a los votantes brasileños de derrotar la corrupción, disminuir la violencia criminal y alentar la debilitada economía brasileña. “Trabajaré incansablemente para que Brasil alcance su destino”, dijo. “Mi promesa es fortalecer la democracia de Brasil”, acotó. En el frente económico, prometió “crear un nuevo círculo virtuoso para abrir los mercados” y “llevar a cabo importantes reformas estructurales” para contener el déficit fiscal.
Bolsonaro, de 63 años y congresista por siete períodos, triunfó en las elecciones montado en una ola de descontento contra la política imperante, para convertirse en el primer presidente de extrema derecha de Brasil desde que la dictadura militar abrió paso al gobierno civil tres décadas atrás.
Bolsonaro planea realinear a Brasil en el plano internacional, alejándolo de naciones en desarrollo aliadas y acercándose a líderes occidentales, especialmente al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien envió al secretario de Estado Mike Pompeo a su toma de mando.
Como claro signo de un cambio diplomático, Bolsonaro pretende mover la embajada de Brasil en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén, rompiendo con la tradición brasileña de apoyar una solución de dos estados para la disputa entre israelíes y palestinos.
Multitudes de partidarios, muchos de ellos con la bandera de Brasil amarradas en los hombros y los rostros pintados de amarillo y verde -los colores nacionales- se reunieron ante el Palacio Planalto.
Respaldado masivamente por sectores conservadores de Brasil, incluyendo a las iglesias evangélicas cristianas, Bolsonaro bloquearía iniciativas para legalizar el aborto más allá de las actuales excepciones limitadas y removería la educación sexual de las escuelas públicas, oponiéndose a lo que califica de “marxismo cultural” introducido por los gobiernos de izquierda.
Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), ha enfrentado acusaciones de incitar a la violación y discurso de odio debido a sus comentarios sobre las mujeres, homosexuales y minorías raciales. Pese a ello, su retórica de imperio de la ley y sus planes para flexibilizar el control de armas han resonado en muchos votantes.
En una entrevista con Récord TV en la víspera del cambio de mando, Bolsonaro criticó la burocracia brasileña que dijo que hacía al país un lugar más difícil para los negocios. “La máquina del Gobierno es realmente pesada”, dijo. “Hay cientos de organismos burocráticos de Gobierno en todo Brasil, también de reguladores. Tenemos que ordenar el desorden”, añadió.
El Presidente prometió seguir el ejemplo de Trump y retirar a Brasil del Acuerdo de París para contener el cambio climático, un hecho que ha encendido las alarmas de grupos ambientalistas. También lo han hecho sus planes de construir diques hidroeléctricos en el Amazonas y abrir a la minería reservas de pueblos indígenas que son considerados los últimos custodios de las de los bosques más grandes del mundo.
Por su parte, los empresarios se muestran ansiosos por ver a Bolsonaro al mando del país junto a un equipo de economistas ortodoxos liderados por el banquero de inversión Paulo Guedes, quien ha prometido una acción rápida para poner bajo control el déficit presupuestario de Brasil.
Guedes planea vender tantas compañías estatales como sea posible en una privatización que proyecta podría recaudar eventualmente hasta U$S 257.000 millones para ayudar a restaurar las finanzas del gobierno.
La medida clave, sin embargo, para reducir el déficit y detener un peligroso aumento de la deuda pública de Brasil será la reforma al costoso sistema de pensiones del país, la que se anticipa como el mayor de sus desafíos en el Congreso. Brian Winter, vicepresidente para asuntos políticos en el Americas Society and Council of the Americas en Nueva York dijo que considera que Bolsonaro puede ser un factor bueno para la economía y probablemente negativo en el área de medioambiente y derechos humanos. “La pregunta central es si esas cosas pueden separarse. La mayoría de Wall Street dice que sí. Yo tengo mis dudas”, dijo.