Detrás de las estadísticas, las mujeres y los niños padecen con más rigor los golpes de la pobreza
En los comedores y cocinas comunitarias coinciden con el diagnóstico: cada vez más familias acuden a estos lugares para poder garantizarse un plato de comida. Según un reporte de Unicef, con datos del Indec, el 48% de las niñas, niños y adolescentes están bajo la línea de la pobreza.
El último reporte del Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por las siglas en inglés) arrojó un dato estremecedor: casi la mitad de las niñas, niños y adolescentes en la Argentina se encuentra en situación de pobreza, desde una perspectiva multidimensional.
El análisis considera diferentes categorías: desde el acceso a una vivienda hasta la escolaridad. En este marco, el 48% de las niñas, niños y adolescentes del país están bajo la línea de la pobreza.
El impacto de la crisis económica se percibe en las barriadas de Tucumán. “Nunca vi tanto hambre, esto que me toca vivir es nuevo”, sostuvo Roxana Ortiz. La mujer de La Costanera gestiona el comedor Unión y Esperanza, que funciona hace 29 años con personería jurídica.
“Hay más hambre, porque cada vez vienen más chicos a comer. Antes a los más grandes les daba vergüenza venir al comedor, venía a retirar las porciones el más chico para que todos coman en la casa. Ahora vienen adultos, matrimonios de personas mayores. Y también vienen muchas mamás solas a preguntar qué pueden hacer para ayudar, así ellas puedan llevarse la comida para sus hijos”, continuó Ortiz.
De ese 48% de quienes viven bajo la línea de pobreza, 20 puntos corresponden a privaciones “severas”, como vivir en una zona inundable y cerca de un basural, o no haber ido nunca a la escuela entre los 7 y los 17 años. Los datos se desprenden del informe “Pobreza Monetaria y Privaciones no Monetarias en Argentina”, elaborado sobre la base de los datos oficiales del primer semestre de 2018 de la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos.
El análisis de privaciones no monetarias toma en cuenta distintas dimensiones que vulneran los derechos en la infancia y adolescencia, que determinan situaciones de pobreza: educación, protección social, vivienda adecuada, saneamiento básico, acceso al agua segura y un hábitat seguro. Los datos revelan que la pobreza entre menores de 18 años alcanza un valor de 48% y se sitúa 10 puntos por encima de la población en general (38%): es decir que 6,3 millones de niñas y niños ven vulnerado el ejercicio efectivo de sus derechos.
“Las mujeres junto a niñas, niños y adolescentes son los más afectados por la crisis económica, porque las mujeres pobres que son cabeza de familia tienen trabajos peor pagos que los varones por la brecha salarial machista. Y encima disponen menos tiempo para trabajar porque cargan con el rol de cuidado y crianza de los niños”, sintetizó María del Carmen Carrillo, secretaria provincial de la Mujer.
Más hambre
El comedor Unión y Esperanza fue fundado hace más de 35 años por Juana Rosa Ortiz, y mantiene la personería jurídica desde hace casi tres décadas. Roxana Ortiz está a cargo del espacio desde hace 4 años, cuando falleció su mamá, la fundadora. Funciona de lunes a viernes con un subsidio del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, para 20 días hábiles. También recibe apoyo de la Provincia y del Banco de Alimentos.
“Recibimos fondos para dar raciones de comida a 100 niños, pero aquí recibimos jóvenes, adultos y chicos con adicciones. Llegan familias completas. Antes sólo venían niños, pero ahora cada vez vienen más personas: matrimonios de gente adulta y familias completas para pedir algo de comer. Se ha incrementado mucho”, subrayó Ortiz. Y agregó: “no nos alcanzan los fondos, porque nos dan en promedio $ 11,35 por chico. Como no nos alcanza nos dan un extra con secos y más mercadería de la Provincia”.
La preocupación de las mujeres que gestionan el comedor (son colaboradoras ad honorem), también incluye las subas de los costos fijos para sostener el espacio: una garrafa de 10 kilos cuesta $ 215 y la boleta de la luz supera los $ 1.200. “Nosotros sí podríamos trabajar para mantenerlo abierto al comedor todos los días de la semana, siempre y cuando venga gente a ayudarme. La gente necesita comer todos los días, no sólo de lunes a viernes. Hace falta, mucha falta, que funcione todos los días”, coincidieron Ortiz y las cocineras.
Violencia de género
En la cocina comunitaria Unidos por un Sueño también notan un incremento de la pobreza. “El Gobierno provincial nos da la mercadería, y nosotros aportamos la carne y la verdura. Son más o menos unos $ 400 por semana. Hay familias que no tienen para poner en la semana y nos damos maña para que todos tengan para comer. Aprendemos mucho, somos ocho o nueve familias”, explicó Nora Alzogaray, una de las referentes del espacio.
“Mi hija cobra una pensión por discapacidad y ahora por la crisis es el único ingreso que tenemos. Son unos $ 6.000 por mes, y sé que acá puedo comer y mantener a mi familia. Tengo un emprendimiento con artículos de madera que confecciono para ayudarme con los gastos, ahora no me alcanza pero sin la cocina comunitaria no tendría para vivir”, relató Sandra Aguirre al lado, mientras escurría el relleno para el menú el día: tarta de verduras.
“Vine hace un mes, por una situación bastante fea. Hace un año decidí desprenderme del padre de mis hijos, después de 17 años de terror, de violencia. Es adicto. No sé de dónde tuve agallas, y desde entonces la lucho todos los días para tener para comer”, explicó S.G. a LA GACETA (se preserva su nombre por el protocolo de protección de víctimas de violencia machista).
“Limpiaba casas, departamentos para la venta de algunas inmobiliarias. Después me quedé sin trabajo, al borde de volver a quedarme en la calle y sin nada de comer. Tuve miedo. No quería perder a mis hijos. Me fui de una casa donde me golpeaban, me pasaban cosas horribles. Me recomendaron que venga aquí, y Norita y las chicas saben que no puedo aportar siempre, pero me ayudan”, continuó. Narró que vivió por meses en un albergue para personas sin casa. Ahora consiguió un trabajo irregular, que le permite alquilar un departamento. El único ingreso fijo es la Asignación Universal por Hijo de los niños. “Ahora mis hijos están mejor, van al jardín. Antes eran muy agresivos y no entendía por qué. Ahora volvieron a ser niños en paz”. Las mujeres del comedor se abrazaron y lloraron.
“Somos muy samaritanas. También les damos algo de comer a los chicos adictos del barrio. Ver el hambre no se puede explicar”, finalizó Nora.
Cuatro cifras del indec
30% de los hogares argentinos perciben algún tipo de programa social
40% de la población del país se beneficia con alguno de los programas sociales
24,20% de la población tucumana está bajo la línea de la pobreza, según el Indec
43,10% es la tasa de informalidad en los empleos tucumanos
Datos del indec
El ingreso promedio per cápita
La distribución del ingreso tuvo una leve desmejora el tercer trimestre del año al ubicarse en 0,424 contra 0,422 del segundo trimestre, informó el Indec. En tanto, del total de la población ocupada -trabajadores registrados, independientes y de distinta calificación- el 50% percibe salarios que van de entre $ 2.890 y $ 15.501; mientras que un 30% cobra entre $ 18.188 y $ 25.073, precisó el informe del Indec. Los deciles más altos -9 y 10, los de mejores ingresos- percibieron sueldos por mes que van desde $ 31.750 y $ 52.165. En base al informe del Indec, el ingreso promedio per cápita de la población total fue de $ 11.031 mensuales en el tercer trimestre, por encima de los $ 9.608 del trimestre anterior.
Canasta básica
Una familia necesita $ 22.052
Una familia tucumana con dos hijos necesitó reunir $ 22.052 durante noviembre para no caer en la pobreza, en tanto que la línea de indigencia quedó en $ 8.856. Las cifras corresponden a la Dirección de Estadísticas de la Provincia. Raúl García, director del área, se refirió a la modalidad bajo la cual realizan las mediciones en la repartición. El funcionario recordó que la pobreza en Tucumán, durante el primer semestre, llegó al 24,2%, aunque los datos de la segunda mitad del año -el más crítico por el impacto de la recesión económica- se conocerán en marzo.