La estadía “clásica” en la UCI suele desconectar al paciente del mundo “real”: sobran estímulos (luz artificial noche y día, pitidos constantes de los monitores), pero también faltan: pasar horas mirando un techo blanco; que nadie dé conversación; no saber qué día es ni qué hora; no entender qué se hace en ese misterioso lugar... El resultado es, muchas veces, alucinaciones, delirios y hasta ataques de pánico. Y si están con respiración asistida, peor: lo sufre entre el 50% y el 80% de los pacientes y se conoce como síndrome post UCI. “Quienes trabajamos en terapias intensivas lo sabemos, pero los familiares se asustan mucho”, reconoce Marcelo Morales, jefe del Servicio de Enfermería del Padilla, y es importante prepararlos.
“No son trastornos psiquiátricos sino respuestas adaptativas del organismo, pero esto no quiere decir que no haya que atenderlas”, escribe en el blog del Proyecto HU-CI Macarena Gálvez Herrer, doctora en Psicología Clínica y de la Salud, y miembro del proyecto. Y advierte que comprender la situación, manejarla y no cronificarla es esencial para prevenir problemas.
Para ello, además de maximizar el contacto con familiares, se puede apelar a cuestiones muy simples: “en muchas UCI les prohíben el celular, y hasta el reloj. Son elementos que le dan a la situación mínimos rasgos de vida cotidiana; les permiten a los pacientes no perderse tanto, saber en qué momento del día están. Y el teléfono es una ventana al mundo en un ámbito que con frecuencia no las tiene. Poder hacer una videollamada o ver fotos de sus seres queridos les cambia la vida a los pacientes”, resalta Marcelo.
Y, cuando la internación es muy prolongada, tanto la Maternidad como el Padilla habilitan espacios donde se intenta que los pacientes se sientan lo más parecido a “estar en casa” que se pueda.