En tiempos tecno, ser maestro no es cuestión de edad
En este mundo cada vez más tecnologizado, los adultos, en general, se sienten paralizados ante la cultura digital. Los millennials, en cambio, la disfrutan. Mientras los “baby boomers” se estresan ante el mouse, los jóvenes lo disfrutan. Historias de encuentros intergeneracionales.
“Aprendemos hasta que nos morimos. Tenemos que entender que estamos en un mundo continuo”, afirma Juan Carlos Malcún, el mismo que en los años 70 montaba obras de teatro en el salón de la FOTIA; es el mismo que hoy sigue haciendo con pasión lo que hacía: arquitectura y escenografía. Pero ya no lo hace solo. Ahora comparte esos haceres con su hija Marcela, una millennial de 33 años que ha nacido y crecido al calor de los nuevos recursos informáticos, de Instagram, de Spotify y de los softwares 3D que han venido a revolucionar tanto la vida como la arquitectura. Marcela, generosa, cuenta que su papá ya manejaba el Autocad cuando ella llegó a la profesión. “Pero ya te he explicado: mi cabeza tiene otra mecánica para recibir la información. Yo soy más lento, y digo: ‘sí, yo he visto todo’. Pero me dejás solo y no sé hacer nada. Y a veces eso me estresa”, asegura Juan Carlos.
Y no es el único. A su malestar, los expertos en recursos humanos le llaman “tecnoestrés”, término que muestra que la tecnología se ha metido en nuestras vidas cotidianas y laborales como un Pacman silencioso. Una investigación reciente de la Universidad Siglo 21 sobre “Tecnoestrés y tecnoflow en trabajadores argentinos” define al tecnoestrés como “una experiencia de malestar psicológico producto de un impacto negativo de las tecnologías en la salud psicosocial”. La contracara saludable es el “tecnoflow”, término inspirado en el concepto “flow” que desarrolló en los años 90 Mihaly Csíkszentmihályi en su libro “Fluir; una psicología de la felicidad”, y que hoy sigue vigente. “El tecnoflow es la experiencia de bienestar saludable dada por el uso de las TICS en el trabajo”, define la investigación que desarrolló la Universidad Siglo 21 a través de su Observatorio de Tendencias sociales y empresariales. Entre las conclusiones de ese reporte se indica que la generación de los “baby boomers” (nacidos entre 1946 y 1964) se estresan más frente al mouse que los millennials y los de la llamada Generación X.
Juan Carlos, un baby boomer de ley, asegura que las nuevas tecnologías lo inquietan. Pero no puede ocultar que ejercen sobre él cierta fascinación. “¡Antes solo veíamos ecuaciones, ahora vemos las ecuaciones con gráficos, parábolas, hipérboles!”, se entusiasma. “Me parece que cada época tiene su tecnología. El trabajo sobre el espacio es el mismo; lo que cambia es la herramienta sobre la cual vas a hacer la representación del objeto arquitectónico. Eso sí, lo que tenés que tener para enfrentar estos nuevos retos es la actitud. Yo he hecho varias capacitaciones. Pero si no practicabas, te lo olvidabas”, reflexiona. Como si lo estuviera escuchando, Carlos Spantón, uno de los autores de la investigación de la Universidad Siglo 21 le dice a LA GACETA, desde Córdoba: “El baby boomer dice: siento que no la puedo usar (a la tecnología). Me pongo muy ansioso, me canso, entonces no la uso. Y lo que nosotros decimos es: hay que animarse, cánsense. Y no tengan miedo. Úsenlas”.
Juan Carlos Malcún afirma que se dio cuenta de que el mundo (el de él y el de los demás) había cambiado el día en el que una clienta le encargó una obra, y él, casi automáticamente, fue avanzando en la tarea encomendada sin necesidad de un estudio físico, porque distintos intermediarios le iban resolviendo procesos (medidas para un mueble de cocina, colores para las paredes, entre otros) con sus computadoras. Ese día, él entendió que el mundo, como afirma Zygmunt Bauman, se ha vuelto “más líquido”. Más virtual. Sin embargo, Marcela sale en defensa del padre. “De él aprendo el oficio. Es de su cabeza de donde salen muchas de las cosas que ves en la computadora. A veces siento que me ahogo en un vaso de agua y él me acerca una solución en un instante”.
Juan Carlos abre la notebook y muestra con inocultable entusiasmo una serie de carpetas que guardan respectivas escenografías; una del “Lago de los cisnes” y otra realizada para la ópera “La Traviata”, de Verdi. Un cuadro muestra las escenas verdianas en 3D, y el otro reproduce la puesta en vivo. Malcún mira las escenas reales y las virtuales como si fueran un acto de magia. Un gesto parecido debe haber mostrado el hombre hace 3.000 años, cuando se dio cuenta de que había inventado la rueda.