Mercedes Paz: “soy idealista, Tucumán puede dar un montón de cosas”
- Podrías vivir en cualquier lugar del mundo. ¿Por qué elegís Tucumán?
- Amo Tucumán, cada vez que viajaba era mi tesoro. Pienso que tiene todas las condiciones para ser el lugar ideal para vivir. Tenés diversidad de climas, de paisajes, pero lo que más me mueve es mi familia. Soy la novena de 11 hermanos y tengo 40 sobrinos, además están los míos: mi marido, Gaspar y mi hijo, Baltasar, que son la mayor motivación de mi vida. Tucumán es mi infancia, es Villa Nougués, que es como mi lugar en el mundo, y el afecto de la gente. Me siento querida y tuve el privilegio de haber hecho lo que me gustaba.
- Sos de 1966. No te tocó una época fácil en la infancia, había violencia política y a tu familia le tocó padecerla.
- Tenía 7 años y lo recuerdo como un momento duro. Mi tío, José María Paz, sufrió un intento de secuestro y me acuerdo del clima de tensión que se vivía en mi casa. Mi padre recibió amenazas. Sí, sentía miedo. Creo que lo mejor que hicieron mis padres fue inculcarme que había un destino para nosotros, que confiara en Dios. Eso me ayudó a salir.
- ¿Y la adolescencia?
- Fue la etapa más difícil de mi vida, de mucha inseguridad, de muchas “planchadas” en las fiestas de 15. Pero eso fue muy bueno porque ahí dije: “quiero ser alguien, quiero destacarme”. A veces las debilidades se convierten en fortalezas, yo tuve un amigo íntimo que era el tenis y busqué sobresalir en eso.
- ¿En qué contribuyó el tenis a tu formación personal?
- Mi escuela de vida fue el deporte. Todo empieza en la casa, en la familia, pero yo siempre vuelvo a donde tengo experiencia, que es una cancha de tenis. ¿Por qué? De ahí sacás un montón de cosas buenas, como el planificar, el sacrificarte, el tener paciencia, el saber ganar y perder, el respetar al rival y al reglamento… Son cosas que después se aplican en la vida cotidiana. Considero que tuve una carrera exitosa, pero gané un partido más de los que perdí en el historial del circuito, y eso que llegué a estar 28 del mundo, 12 en dobles. La vida te enseña a eso, a caerte y a volver a levantarte. Creo que eso es lo que ha forjado mi carácter. Era una chica superinsegura y hoy me siento una mujer segura. Es por todo lo que aprendí en esa etapa de mi vida.
- Más allá de la vida en Tucumán, la tuya también fue una elección económica. ¿Por qué invertir acá?
- En el fondo soy bastante idealista y creo que Tucumán puede dar un montón de cosas. La apuesta es porque creo en los recursos humanos de la provincia. Me tocó invertir en el 99, que no era un año sencillo. Todo el mundo me decía “McDonald’s no va a andar acá, no va a poder competir con el sándwich de milanesa talle 45”. Pero yo me tenía fe. Me tocó pasar un montón de crisis y ya llevamos 19 años, soy socia de mi hermana, Julia, que está día y noche acompañándome. La clave es formar un buen equipo, tengo dos hermanas que también trabajan conmigo. Contamos en total con más de 250 empleados, y con otra inversión fuerte en la puerta (el Automac de inminente inauguración).
- También tuviste un cargo público (al frente del área de Turismo). ¿Volverías a aceptar una propuesta como esa?
- No, mi etapa en la función pública terminó. Fue una experiencia que me alegro de haber aceptado, pero ya no me interesa. Prefiero la actividad privada, donde uno es dueño de sus tiempos. Me siento más cómoda en ese rubro.
- ¿Cómo afrontás está época de lucha por los derechos de las mujeres?
- Esa revolución la viví personalmente desde que empecé a ser parte de la dirigencia de la WTA. La revolucionaria en ese momento era Billie Jean King. Con mis 18 años, al momento de elegir al director ejecutivo, por mi idiosincrasia siempre pensaba en la figura de un hombre. Ellas me enseñaron a pensar que nosotras debemos luchar por nuestros derechos. Yo decía: “a igualdad de condiciones, un hombre”, y ellas me decían “tenemos que elegir una mujer”. Al principio no entendía bien de qué se trataba. También teníamos que luchar por la igualdad de premios entre hombres y mujeres. En 1973, cuando nace la WTA, los hombres ya jugaban por miles de dólares, y las mujeres competían por 100 dólares.
- ¿Y cómo analizás la actualidad del tema?
- Creo que la mujer tiene un rol fundamental en la sociedad. Hacemos cosas distintas a los hombres y ese complemento es el ideal. No me gusta victimizarla a la mujer, sí sé que mi caso es el de una empresaria pero llegan las seis de la tarde y tengo que buscar a mi hijo del colegio o pensar en la comida. Es ser mujer, ser madre.
- ¿Cuál crees que fue tu huella en el deporte argentino?
- A nivel tenis femenino, junto con Gaby Sabatini hemos marcado el camino para muchas grandes tenistas que vinieron después, obviamente en un escalón más abajo que el de Gaby. Por ejemplo, en 1983 no había coaches para mujeres, entonces tuvimos que emigrar e irnos a Miami.
- Si tuvieras la oportunidad, ¿que cambiarías de tu carrera?
- Hubiese pisado más fuerte. Por ser del interior, por ahí uno iba pidiendo permiso y cuando entrás en un mundo tan competitivo es fundamental “creértela”. Si no, vas dando una ventaja. El hecho del desarraigo me costó, cuando me fui a los 17 años a Estados Unidos aumenté ocho kilos en cinco meses. Cuando volví, Cacho Banegas -que era mi preparador físico- me preguntó: ¿vos te fuiste a entrenar o a comer” Hubiera vivido más en Argentina, lo que te da la estabilidad que quizás afuera no encontraba.
- ¿Qué tan diferente es el tenis de hoy comparado con el de tu época de jugadora?
- Es un tenis es totalmente distinto, mucho más físico. El circuito también es distinto. Antes viajábamos tres o cuatro jugadoras con un entrenador, eran como grupos familiares. Hoy eso no lo ves, hay más dinero involucrado y los que viajan son el contador, el abogado, el masajista, el kinesiólogo… O sea, hay ocho personas detrás de un jugador y se ha perdido esa magia.
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