Cómo es trabajar mientras la ciudad duerme

Cómo es trabajar mientras la ciudad duerme

Para una buena porción de tucumanos la jornada arranca cuando la mayoría está descansando. Las particularidades de los empleos nocturnos y los trastornos que provocan.

¿Odiás el ruido del despertador a la mañana? Ellos lo aman. Significa que falta menos para apoyar ¡por fin! la cabeza en la almohada. Claro que antes tendrán que prepararles el desayuno a sus hijos y quizás hacer trámites antes de cerrar los ojos.

¿Odiás esas noches en que no podés conciliar el sueño y ya vas contando como mil ovejas? Ellos no saben qué hacer para espantarlas.

Estar despierto y trabajar mientras la ciudad duerme no es fácil. Y no sólo porque hay que adaptar un organismo preparado para descansar en la ausencia de luz del día. Vivir a contramano significa no poder ir a reuniones con amigos, no dormir con la pareja, llegar a casa cuando todos se fueron y, a veces, pasar las fiestas de fin de año en soledad.

El cuerpo en algún momento les pasa factura. Casi nunca logran dormir ocho horas seguidas porque se esfuerzan para seguir alguna rutina como el resto de los mortales.

Tienen otro reloj. Pareciera que las agujas corren al revés, grafica Walter Maturano. Este taxista de 55 años bien podría tener una maestría en vigilia. Desde hace más de tres décadas trabaja de noche. Y aunque en su currículum figura haber sido víctima de ocho asaltos a mano armada, él prefiere encontrarle el lado positivo a su labor.

Tiene una jornada de 12 horas que arranca a las 6 de la tarde y termina a las 6 de la mañana. Hace su “parada” en una estación de servicios porque ahí se siente más seguro. Lo acompañan su hijo, Iván (24 años), y su sobrino Marcos (27), también choferes. Pasan la noche tomando mate o café y conversando. La radio suena bastante seguido. 

“Me gusta más la noche porque la verdad le huyo al caos vehicular que tiene Tucumán de día. Nuestro trabajo es duro, pero uno se termina acostumbrando”, cuenta.

Estar alerta cuando la urbe duerme le ha dado muchas satisfacciones. Una buena parte de los viajes que hacen son para solucionar algún problema. “Y si uno, de paso cuando trabaja, puede hacer un bien, mejor”, reflexiona. Recuerda la vez que tuvo que manejar a toda velocidad porque a su pasajero le había picado un alacrán. Lo dejó en el hospital y al día siguiente pasó a ver si todo estaba bien.

¿Cómo es la noche tucumana? “Tiene bastante movimiento, especialmente de jueves a domingo”, resalta. Llevar pasajeros a la madrugada tiene un encanto especial, según el chofer. A esa hora en que no se oyen bocinazos y el calor agobiante no brota del asfalto, los usuarios de taxis se ponen más confidenciales. “Y uno sin querer se termina convirtiendo en una especie de psicólogo. ¿Sabés cuántas veces se han largado a llorar en mi auto? Ya perdí la cuenta”, detalla Walter. Es papá de seis hijos y aunque en su casa se acostumbraron a verlo muy poco, cada vez que pueden le “sacan ficha”. “No estás nunca” o “estás siempre durmiendo” son frases que ha escuchado más de una vez. Y eso que siempre se levanta al mediodía.

Sueño imperfecto

Si hablamos de sueño, Johana Medina (30) tenía uno: ser cuidadora de adultos mayores. Para eso se especializó en auxiliar de enfermería, asistente en gerontología y acompañante terapéutica. Había un detalle de su profesión que no iba a poder pasar por alto: en este trabajo muchas veces hay que pasar las noches en vela.

Así son las reglas del juego: entra a las 8 de la noche y sale a las 8 de la mañana. Tiene que estar atenta y atender todas las necesidades de su paciente. Desde hace un año se desempeña como cuidadora de un señor mayor que sufre parkinson y alzheimer. 

“¿Cómo hago para estar toda la noche bien despierta? Tomo mucha agua fría. Eso me permite estar activa. También salgo al balcón y tomo aire. Tengo los horarios bien definidos en que debo despertar al paciente, llevarlo al baño. Fuera de lo establecido también puede suceder que se despierte; estas enfermedades causan muchos altos y bajos en las personas que lo padecen”, describe.

Los horarios de Johana funcionan bastante bien para su familia. Se organiza con su esposo y están siempre los dos para cuidar a las dos hijas que tienen. Cuando llega a su casa se va derecho a la cama. Tiene tiempo de dormir hasta las 11.30, momento en el que sus hijas llegan de la escuela y hay que darles de comer, ver las tareas y compartir. Si puede, duerme un ratito a la siesta. “No me molesta trabajar de noche porque estamos organizados”, cuenta.

Eso sí: Johana considera que su estado físico se ve afectado. “Estoy excedida de peso. Sufro síndrome metabólico. Cuando uno trabaja de noche suele picotear algo, comer chocolate para mantenerse despierta. Eso te perjudica. Aparte, cuando dormís, dormís mal. Y no tenés tiempo para hacer actividad física. Llevo una vida muy sedentaria”, cuenta.

Admite que tiene poca vida social. A sus amigos los ve poco y en las reuniones sociales hace “visita de médico”.

 “A veces estoy en casa almorzando y me quedo dormida en la mesa. La noche se hizo para descansar y todo es por algo. Cuando uno desafía el reloj biológico, tarde o temprano se sienten los efectos. La falta de descanso adecuado es mala. A veces ni siquiera me puedo concentrar”, confiesa. 

Nunca tomó fármacos para mantenerse despierta y ni siquiera lo considera como una opción. Eso sí, cuando se va de vacaciones duerme todo el día, confiesa.

Gomerías 24 horas

Además de los enfermeros, hay otra figura que no puede faltar en la noche. Sin ellos, los gomeros, más de un tucumano se habría quedado de a pie en la madrugada.

En la gomería ubicada en avenida Mitre y San Martín, cerca de la medianoche, hay cinco clientes esperando en la vereda. Juan Carlos Carrizo (34) trabaja hasta que sale el sol desde hace 20 años. Está tan acostumbrado que, según él, de día no funciona muy bien.

Las claves para mantenerse despierto: toma café y gaseosa y no come nada para que no le dé sueño. Ve películas y se pone al día con las noticias mirando los informativos de los canales 24 horas. Eso, si tiene tiempo, porque generalmente la noche tucumana es movida.

Muchos de sus clientes llegan en estado de desesperación. Y lo ven como a un salvador.

 “Recién, por ejemplo, una mujer tuvo un accidente con una piedra y se le rompió una cubierta. La acompañé caminando hasta donde quedó el auto y se la estoy reparando”, detalla.

No tiene miedo de quedarse solo en la gomería. Nunca le pasó nada malo, salvo una vez que se desató una intensa tormenta y el agua empezó a entrar al local, cuenta.

Cuando llega a su casa ya es de día. No le molesta que haya luz para conciliar el sueño. Pero si hace calor no puede faltarle el aire acondicionado. Como sea, trata de despertarse al mediodía. Tiene seis hijos y esa es la única manera de verlos y de que no le reclamen: “papá, dormís mucho”.

Playeros siempre presentes

También en el rubro de los vehículos hay otro personaje que no puede dejarnos “en banda”: el playero de estación de servicio. A Fátima (26), que es mamá de dos hijos, le gusta el turno noche porque eso le facilita compartir un montón de cosas con sus pequeños.

“Al principio me costaba no dormirme. Cuatro o cinco noches son suficientes para acostumbrarte. Aquí por suerte hay mucho trabajo así que nunca te aburrís… y estamos bien cuidados, con guardia de seguridad”, detalla.

Noctámbulos por elección

Así como algunos no tienen más opción que trabajar de noche hay personas que tienen la libertad de desempeñarse a cualquier hora. Y eligen el momento en el que todos están durmiendo para producir. En ese “silencio citadino” se sienten más creativos y eficientes. Es el caso de Leonardo Donelli (26), editor y diseñador profesional. Según cuenta, está acostumbrado a trabajar de noche porque también se desempeña en un boliche los fines de semana desde las 23 hasta las 8 de la mañana. Igual siempre trata de dormir para recuperarse.

Gracias a la tecnología muchos empleos se están volviendo más flexibles en cuanto a horarios. Eso, por ejemplo, le ayudó mucho a Carolina Cardozo, de 29 años. “Toda la vida fui noctámbula. Sufrí un montón cuando iba a la escuela”, cuenta la joven, que es diseñadora gráfica y hace trabajos para empresas. Además, es deportista y también le gusta entrenar de noche. “Mi profesión me lo permite, por suerte: cuando todos se van a dormir en el edificio en el que vivo yo me relajo y me conecto con todos mis sentidos. Ahí empiezo a crear. De día, y sobre todo a la mañana, no funciono, así que prefiero dormir. Me acuesto tipo 6 y me levanto a las 13”, explica.

Para ella, igual que para todos los entrevistados, “al que madruga Dios lo ayuda” no es más que un refrán. Quizás vivir a contramano no es lo que más les gusta. Sin embargo, los noctámbulos se esfuerzan por ver el vaso medio lleno: por ejemplo, no tienen que soportar el infernal sol tucumano del verano y ellos siempre serán los primeros en llevar el pan más fresco a casa.

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