Un golpazo en el mentón. Un movimiento telúrico. Así se traducen los efectos de la goleada 4-0, que Independiente le propinó a San Martín en el Libertadores de América. Un marcador exagerado si se mide por el trámite del partido, quizá ajustado a las asimetrías de plantel y de poder de fuego entre uno y otro.
El “Rojo” no jugó para que Ariel Holan lo disfrutara sentado en la platea, con un habano y un whisky, pero a Independiente le bastó y sobró para doblarle el brazo a San Martín, que en la primera visita a un grande desde su desembarco en la Superliga comprobó que las diferencias vaya si existen, inclusive también en decisiones arbitrales que inclinan la balanza, beneficiando a unos y perjudicando a otros.
Protagonista
Facundo Tello y sus colaboradores también fueron protagonistas. Offside finito del “Tucu” Pablo Hernández en el primero; polémico penal de Jorge Carraza sobre Nicolás Figal que Fernando Gaibor ejecutó para anotar el segundo gol. Después llegó el cabezazo de Brian Romero (también en posición más que dudosa) y la recurrencia del olfato de Emmanuel Gigliotti, el inopinado goleador del certamen. Para entonces, el “Santo” ya no estaba en Avellaneda, ya se había ido a Tucumán pensando en Paraná.
Un gol sin festejo rompió el partido. Hernández tuvo esa deferencia para el equipo de su provincia. Igual, palo y a la bolsa. Esa pelota que tocó a la red en el área chica el tucumano-chileno, apenas adelantado tras el centro de Gigliotti acabó con 25 minutos iniciales más que aceptables de San Martín. En la templada noche de Avellaneda, el “Santo” salió a jugar con cautela, esperando en su propio campo, agazapado para contragolpear, consciente de que la contienda ponía frente a frente a un equipo que está entre los mejores de Argentina y a otro que apenas comenzaba a gatear en su primera temporada en la Superliga.
¿Quién marca?
Sin el suspendido Adrián Arregui, la cuestión era quién marcaba en el medio de la visita. Con Juan Vitale en cancha, Coyette apostó por sumar la poca marca de varios.
Con la prodigalidad de todos, San Martín se las arregló para neutralizar la superpoblación de jugadores de buen pie que tiene el “Rojo”.
A mejorar
Pero San Martín tiene una enfermedad endémica, la falta de gol, sobre todo a domicilio. Tuvo sus chances en la cabeza de Lucas Acevedo y en la zurda especialista en tiros libres de Alberto Costa. Y una media vuelta de Claudio Bieler que se fue alta, en el arranque del complemento. Otra vez, sopa.
Llegó el penal, las desconcentraciones, y una derrota digna se transformó en goleada dura, para olvidar pronto o para recordar y mejorar en el futuro. Sobre todo porque en el horizonte muy próximo se encuentra una final-final ante Patronato. En el partido pendiente de la primera fecha, San Martín volvió al pasado.