Paul von Beneckendorff murió el 2 de agosto de 1934 cuando sus pulmones dieron su última exhalación después de aguantar la degradación de un cáncer. Este grandote leonino de 1,92 metro hubo sido presidente de Alemania en 1925 al vencer a Hitler. Pero no se lo recuerda por eso. Tampoco porque terminó siendo el último obstáculo para el ascenso de los nazis al poder. Menos aún porque se lo terminó enterrando seis veces. Se lo conoce por una simple anécdota y hoy es invocado inesperadamente por cualquier abuela aún sin saber que de él se trata.
Un día, este mariscal prusiano se encontraba revisando a su tropa y en un típico alarde militar sentenció: “me basta echar en falta el botón de una guerrera (chaqueta) para saber cómo es un soldado”. Obviamente, a los soldados no les cayó muy bien esa expresión. No faltó quien se lo hiciera saber: le advirtieron que para juzgar a una persona eso no era suficiente. Von Beneckendorff insistió en su afirmación y explicó que las pequeñas faltas son las que nadie se molesta en descubrir, pero que esconden a quienes son proclives a cometer las grandes faltas. “Quien falla en lo pequeño, falla en lo grande”, dicen los historiadores que hubo de haber dicho este luterano, padre de tres hijos. Finalmente, concluyó su opinión: “por eso, para muestra, basta un botón”.
Para muestra, un botón
En los últimos días el diputado José Orellana estaba exultante porque José Alperovich empezaba a sufrir. Escondía en sus tonos y en sus gestos cierto beneplácito por cómo los fantasmas políticos habían puesto contra las cuerdas al ex gobernador. Entonces, se aflojó y recordó: “Nos robó dirigentes políticos”. Luego soltó una frase que le dolía: “Nos echó de la comisión de Peticiones de la Legislatura cuando no estuvimos con él”. En esas dos sentencias desnudó lo que era el “régimen sijosesista”. Un hombre desde el Poder Ejecutivo decidía cuestiones de la Legislatura, se sabía y se acataba y nadie reaccionaba. Sólo se agachaba la cabeza porque lo dice José. Se trataba de una alteración institucional y de un avasallamiento. Pero no importaba. Ahora que Supermán está bajo los efectos de la kriptonita recién se dan cuenta.
“En negro”
Alperovich en sus medidas, cuidadas, “coacheadas” respuestas en uno de los reportajes a los que accedió últimamente indicó: “nunca viví de la política. Todos los gastos de la campaña están en blanco en mi empresa. Quien quiera verlos se los puedo mostrar. Esto también aprendí en este tiempo. ¿Quién lo puede hacer hoy?” Sugiere que los políticos que serán candidatos no están con los números en orden. Si fuera así, lo menos que debería hacer un senador, ex gobernador, ex ministro y ex legislador es denunciarlos. Ni hablar de la Justicia, que bien podría citarlo para que envíe un escrito explicando esto ya que no irá seguramente a Tribunales.
Mal asesorado
El 4 de septiembre de 2016 LA GACETA publicó que el senador José Alperovich había sido nombrado asesor del gobierno tucumano. Un hecho sorprendente e increíble que permitía disimular prerrogativas para que Alperovich pudiera subirse al avión de la provincia cuando quisiera y tener ciertos mimos del poder. A Juan Manuel Asís, el periodista que hizo aquella investigación, le costó varios meses encontrar el documento que corroborara esa verdad que todos negaban en el Poder Ejecutivo. Ni Juan Manzur, ni el diputado Pablo Yedlin, entonces secretario general de la Gobernación eran capaces de entregar esa información. Amistades, miedo, inseguridades, poco profesionalismo, poca seriedad como funcionarios ayudaban a que se escondiera el mayor tiempo posible ese dato. Apostaban al cansancio del periodista. Pero eso no ocurrió. Y, finalmente, se publicó lo que el poder prefería ocultar. El lunes 29 de octubre de 2018 el nombramiento cesó. Dos años le llevó al Poder Ejecutivo tomar conciencia de que lo que decía la prensa era cierto y afeaba a las instituciones tucumanas. Como aceptar eso es inaceptable para el poder, Osvaldo Jaldo, un experto en estos temas, dijo que en este tiempo Alperovich no había aportado nada como asesor y por lo tanto daba de baja esa asesoría. La lentitud para evaluar el rendimiento de un asesor espanta. El vicegobernador, una vez más, no fue capaz de decir lo que quería -o al menos decían en los pasillos de Casa de Gobierno- manifestar.
El botón reluciente
Los botones van mostrando que el motor que pone en movimiento muchas causas políticas suele activarse por preocupaciones individuales y no de toda la sociedad. Tanto es así que los dirigentes hasta se animan a correr en el filo de la legalidad antes de dejar que el libre juego de las instituciones florezca en libertades y progresos sociales. Por eso vale rescatar el aire fresco que dejó el Colegio de Abogados esta semana. Los letrados no sólo ejercieron el democrático derecho de elegir a sus representantes. En realidad, cambiaron una parte de sus autoridades. Se trató de la renovación parcial de su conducción. No quedan muchas instituciones que sean capaces de renovar parcialmente su conducción. Ya Bussi en la Constitución que hizo a su medida buscó que la Legislatura cambie con el Poder Ejecutivo y Alperovich no lo pensó muy diferente. Terror al disenso, que le llaman. En cambio los abogados mantienen una sana costumbre democrática que debería ser imitada por los gremios, principalmente.
La rebeldía no cautiva
Los botones no lucen en los atuendos políticos. Una muestra es el encuentro que se hizo el 9 de octubre entre los directores de la Juventud de diferentes municipios de la provincia. Ellos, de alguna manera representan, a ese 31% de la población. En el encuentro coordinado por la Fundación Tucumán Propone se identificaron, precisamente, cuáles son las preocupaciones de los jóvenes de la provincia. El resultado mostró que muchos de los temas no son de los que habla la dirigencia, principalmente.
El 90% de los asistentes al debate no dudó: el problema más grave son las adicciones. Tampoco discutieron al momento de reconocer que en los municipios no saben bien cómo abordarlas. Mucho menos cuando admitieron que el trabajo del Estado Provincial no alcanza, ni en acciones ni en las cuestiones económicas.
El segundo tema que desvela a la juventud es el empleo. La única oportunidad que ven es que se les ofrezca un puesto en la administración pública. En el interior, los jóvenes están más preocupados por detectar sobre quién hay que hacer lobby para conseguir un contrato antes que en especializarse o capacitarse en determinadas habilidades. Al abordar estas problemáticas, los participantes se preocuparon especialmente en señalar la falta de federalismo educativo. Un joven del interior de la provincia primero debe pensar en los gastos de transporte y hasta de alojamiento en la capital antes que en el costo de los libros.
El peor botón de todos afloró cuando estos habitantes de Tucumán de entre 18 y 35 años destacaron que una de sus preocupaciones centrales se enfoca en el aumento de los suicidios que se produjo en algunos municipios. Adicciones; desempleo; enredos familiares; baja autoestima; falta de incentivo fueron algunas de las palabras que soltaron a la hora de asociar con algo la muerte joven.
La violencia doméstica, la necesidad de contar con una educación sexual integral y el embarazo adolescente fueron algunas de las causas que los jóvenes tucumanos se animaron a describir para explicar por qué no logran terminar el cursado en las escuelas del interior.
Finalmente, mostraron un gran desinterés por los asuntos públicos. Vaya casualidad. Si algún parecido le encuentra usted, lector, con lo que le pasa a los principales dirigentes, es puro azar. Plantearon así la necesidad de que surjan nuevas formas de participación en la vida pública, de la cual se sienten relegados.
Cuando esto ocurría, muchos encuestadores andaban dando vueltas para saber qué piensa la ciudadanía. Pero llevaban las órdenes de quiénes los habían contratado. Estos sólo querían saber cómo les irá en el futuro; o en todo caso qué oportunidades aparecen en el horizonte.
Según los datos que trascendieron en los últimos días, Tucumán ha quedado dividido en tres tercios. Uno de ellos es del binomio Manzur-Jaldo; el otro es de Alperovich, a quien algunos lo muestran con el ex senador Sergio Mansilla como posible coequiper; y al tercero con José Cano y Silvia Elías de Pérez, en orden indistinto, ya que la oposición aún ni siquiera sabe con quién reconstruir lo que con paciencia de orfebre supo desarmar. Pero hoy, por esas vueltas de la vida, las peleas de sus archienemigos les han abierto las puertas a la esperanza cuando ya la habían perdido.
En esas encuestas, las preocupaciones de los jóvenes, por ahora, siguen en lista de espera.