Gladys "La Bomba" no pudo resistir la tentación del "Bailando"
Después del llanto, Gladys dio las gracias.
“Si esto fuera un programa de chimentos, el periodista hubiera seguido metiendo el puñal en la llaga, para quebrarme más. Es así como funciona la televisión y esas son las cosas que no me banco. No. Yo no quiero volver a ese ambiente. Gracias por no haber sido como son esos periodistas”.
Cuando se apagaron las cámaras de “La otra pregunta”, el ciclo de entrevistas de LA GACETA Play, “La bomba” confesó que las peleas, que los disparos de los panelistas, que las críticas depredadoras de los jurados no eran lo suyo. Por eso, difícilmente volvería a participar de “Bailando por un sueño”, el programa que conduce Marcelo Tinelli y que el año pasado le dio a la cantante tucumana una exposición inesperada.
Pero Gladys Nelly del Carmen Jiménez no pudo resistir la tentación de volver a la pantalla más caliente de la TV argentina, y dos semanas después de la charla con LA GACETA, ya estaba nuevamente en las peleas. La actriz Natalie Weber retuiteó un tuit de un usuario que dijo que, si a Gladys la hubiesen vestido de rosa para el certamen, sería igual a Peppa Pig, la cerdita de los dibujitos animados. La tucumana dijo que lo consideraba bullying y propio de una mala persona, pero intentó reírse: “seré el chancho del Bailando”.
De todas formas, el llanto en el programa “La otra pregunta” fue por otro motivo. “¿A qué momento de tu vida te gustaría volver, y a cuál no?”, fue la pregunta. La cantante se quebró al recordar a su madre cuando ella era una niña, cuando no estaba enferma como está ahora. También se transportó a los años de violencia que sufrió con su padre, a los castigos arrodillada en maíz. Y no aguantó las lágrimas. La aguerrida Gladys, la que no se calla nada y levanta la voz, también puede ser vulnerable a su propio pasado.
Casa silenciosa
Confesó que le cuesta mucho salir de su casa, maquillarse, producirse. Que prefiere andar al natural y de “chatitas”. Que todos los días Estelita o María, sus ayudantes, le acercan el desayuno a la cama, un mimo que agradece cotidianamente. En su casa, Gladys no canta, rara vez pone música y no baila. “Soy un desastre”, confiesa.
“No me gusta escucharme. Cuando tengo ganas de hacer actividad física en la cinta, a veces pongo música. Escucho música que alegra: Sebastián, Rodrigo, Gilda, Karina, mi hijo Santiago...”
- O sea que sí te gusta Gilda... porque en la tele se dijo otra cosa.
- Cambiaron todo porque hay mucha maldad (en el ambiente de la TV). Claro que me gusta, me encanta Gilda. Yo sólo dije que nadie sabe qué hubiera sido de ella si hubiera seguido viva. Como no lo sabemos de nadie, ni de mí. Me encantaba Gilda y la escucho en la actualidad. En mis shows canto dos o tres canciones de ella...
- Qué cosas buenas y qué cosas malas te dejó el paso por la TV?
- Como bueno: la exposición, haber participado en el programa mas importante del país. Que me hayan tenido en cuenta. Y, sobre todo, haberlo compartido con mi hijo (Santiago Griffo). Lo que no me gustó fueron las peleas. En 35 años de carrera nunca peleé con nadie, no podía ser que en seis meses haya peleado tanto. Pero es que me molestaban, entonces yo me defendía, como buena norteña que soy. Viéndolo ahora, digo que esa no soy yo, pero me molestaban.
Gladys hablaba en pasado, como si la etapa del Bailando estuviese enterrada para siempre. Pero ante un llamado para reemplazar a Esmeralda Mitre, se exhumó y ahí está “La bomba”, bailando y peleando.
Desde sus años como promotora de gaseosas, cuando hacía degustaciones en los supermercados, hasta su casamiento con Ariel “El príncipe” Griffo en la Catedral, Gladys recordó algunos de los pasajes más importantes de su vida. “Comencé a trabajar muy chica. Tenía 15 años (comienzos de la década del 80) y las compañías de gaseosas nos pagaban semanal o quincenalmente por las promociones. Yo le daba una parte a mi mamá y la otra la ahorraba. Me gustaba conversar con la gente, era muy sociable.
En Canal 8 pasaban el programa Telebaile y a mí me encantaba, le decía a un vecino mío que me encantaría bailar como Las Minifaldas (el grupo de cinco mujeres que hacían cumbia, nacido en los años 70), tocar el ‘rallador’. Así le decía yo al güiro. Y este vecino me convenció de que me anime. Mirá cómo son las cosas, comencé tocando el güiro”, rememoró.
Aquella primera experiencia en los escenarios, haciendo coros y tocando su instrumento favorito, fue en 1984. Tres años después, lanzaba su primer disco, “La Exuberante”, un apodo que la sigue hasta el día de hoy y con el cual ella es capaz de bromear, diciendo que fue premonitorio y señalando, entre risas, su cuerpo robusto. Gladys la exuberante no parece tener complejos, o al menos no los demuestra.
Cuando ese primer disco solista la catapulta a la fama, Gladys organizó lo más parecido a una boda real en Tucumán. Se casó en la iglesia central, adornada con flores, con canales de televisión registrando el momento. “Vino gente de todos lados... de Concepción, de La Cocha... no entraba nadie en la Catedral. Pero terminaron rompiendo todo. Las chicas me odiaban, porque me casaba con uno de los chicos más deseados. Ariel era rubio, alto, fachero”. Gladys larga una carcajada cuando recuerda al cura diciendo ¡esto es sacrilegio!
La familia, el trabajo, siempre la cumbia... y un tatuaje en su brazo: “cosecharás tu siembra”. Para Gladys, esa es la frase que le marca el rumbo, hasta el momento en que ella misma decida bajarse de los escenarios.