HOJEANDO EL DIARIO
MANUEL RIVA | LA GACETA
Finalizaba el siglo XIX y comenzaba el XX cuando nuestra provincia recibía las primeras oleadas de inmigrantes de Medio Oriente. Aquellos eran, en su mayoría, cristianos del Líbano y de Siria que dejaban sus tierras a causa de la presión del imperio otomano que dominaba la zona. Encontraron refugio en Argentina donde comenzaron a llegar alrededor de la década de 1890. Los que vinieron a Tucumán, casi sin proponérselo, se afincaron en la zona que rodea la iglesia de Nuestro Señor del Milagro y San Marón, en la esquina de Santiago del Estero y Junín. Allí aplicaron su tradición religiosa traída desde oriente medio, el rito maronita. La edificación tiene su historia y por ello nos remontamos al 20 de octubre de 1918 cuando se colocó la piedra basal de la iglesia de San Marón. Nuestro diario lo anunciaba así: “con la presencia de altas autoridades de la provincia y de numerosa y distinguida concurrencia, tuvo lugar el domingo a las 4 y 30 el acto de bendición de la piedra fundamental de la iglesia de San Marón, que la colectividad siria levantará en la esquina de Junín y Santiago”. La piedra fue bendecida por el obispo auxiliar, monseñor Lozada Etchenique. En el acto habló el padre Tirso Janes y Leline Saad.
La información señalaba que la idea del edificio fue impulsada por Vicente Juan Fagre. Sobre el proyecto se decía: “se trata de un trabajo arquitectónico de positivo mérito que una vez realizado contribuirá al embellecimiento de nuestra ciudad”. La edificación fue apadrinada por el gobernador Juan Bautista Bascary, sus ministros de Gobierno y de Hacienda, el intendente municipal y los ciudadanos Ernesto Padilla, Gaspar Taboada, Alfredo Guzmán, Francisco Marina Alfaro, Felipe José, Pedro Echivalde y Julián Madkur entre otros. Entre las damas se destacaban Guillermina Leston de Guzmán, Sara de Mhelen y Élida Kairuz de Echirade entre otras.
Inauguración
La obra fue inaugurada unos seis años más tarde, el 5 de mayo de 1924. Presidió la ceremonia el vicario de la diócesis, monseñor Abraham Aráoz, en representación del obispo Bernabé Piedrabuena. El acto comenzó a las 8.30 con la bendición correspondiente del templo que fue “costeado por la colectividad siria debido al noble empeño del señor Vicente Juan Fagre, quien fue el iniciador de la obra”. Tras la celebración de la misa, el superior misionero de los maronitas Elías María Goranyep pronunció unas palabras.
Esa construcción reemplazó una antigua capilla que había sido erigida hacia 1871 por el dueño de los terrenos, Antonio Flores, para venerar una figura de Nuestro Señor del Milagro, de dimensiones reducidas copiada de la que se encuentra en Salta. El templo siguió bajo esa advocación y el 15 de septiembre de 1916 fue cedido a la comunidad siriolibanesa por resolución del entonces obispo de Tucumán, monseñor Pablo Padilla y Bárcena. En la cesión se pedía que se mantuviera la devoción a la imagen de Jesús Crucificado, copia ejecutada en 1863 por el artista Carlos Romero por encargo de Javiera de Rodríguez y Francisco Aguilar.
En la crónica se expresaba que el traspaso se debió “a gestiones de libaneses y sirios católicos del rito maronita, que hasta entonces carecían de un local donde congregarse para el ejercicio de su liturgia”. El prelado autorizó a que allí se erigiera el templo, con la condición de que la imagen del Señor del Milagro se conservara junto a la de San Marón. El señor Fagre fue quien realizó los trámites para que se viabilice la iniciativa de la construcción y se la propuso al obispado el 29 de agosto de 1916. La respuesta fue casi inmediata. Apenas 12 días más tarde, el 11 de septiembre de ese año, el secretario del obispado, Félix Petit, expresó que el prelado “aprueba gustoso el piadoso pensamiento de reedificar la capilla del Señor del Milagro, agregando el título de San Marón, con la cooperación de la colonia siria, para que sirva a ésta de iglesia propia, a cuyo fin S.S. Iltma y Rma. dará oportunamente las debidas licencias”.
Se hizo cargo entonces de la capilla el primer capellán maronita, padre José Chaya. Con el apoyo de una comisión de libaneses, recaudó los fondos necesarios para construir el nuevo local de la iglesia y sus dependencias.
Siendo ya párroco el padre Nehamatalah Chelala, que reemplazó al fallecido padre Chaya en 1926, se adquirió una propiedad anexa y se construyó la sacristía. Chelala dejó la parroquia en 1949 cuando fue llamado por sus superiores en el Líbano, su país natal. Fue reemplazado por Juan Naffah quien estuvo en el cargo hasta 1956, año en el que fue trasladado a la ciudad norteamericana de Chicago. Naffah abrió la primera parroquia en aquella ciudad. El párroco falleció allí en septiembre de 1999 a los 84 años. En su obituario se destacaba que había nacido y había sido criado en Zouk, Líbano. Después de haber sido ordenado en el seminario Ain Worka en 1939, había servido en varias parroquias en el Líbano antes de tomar una misión en Tucumán, en 1946. Hablaba español, francés, árabe, arameo, latín e inglés.
Un monje sirio
Los maronitas deben su nombre a San Marón, un monje sirio que se afincó en el Líbano en el siglo IV. En una época en que los cristianos tenían muchas diferencias, él defendió con vigor la fe católica en los Concilios. Luego, perseguido por sus detractores, San Marón y sus seguidores, a quienes se les conocía como maronitas, se refugian en las montañas del Líbano y fundan una Iglesia. Con él comienza una larga lista de patriarcas fieles a Roma, que llevan junto a su nombre el de Pedro (Boutros), primer Obispo de Antioquía. La Iglesia católica, por razones culturales y étnicas se divide en Iglesia occidental e Iglesia oriental. La primera, también llamada romana o latina, tiene centro en el Vaticano donde está el Papa. La Iglesia oriental, que también responde al Papa, tiene, por razones históricas, cuatro sedes patriarcales: Jerusalén, Alejandría, Constantinopla y Antioquía. Cada una de ellas está compuesta por varias iglesias particulares, una de ellas es la Iglesia maronita.
Nueva reforma
Volviendo a la historia del templo podemos recordar que durante varias décadas se mantuvo la construcción inaugurada en 1924. Hubo que esperar varias décadas para que fuera reformada hasta alcanzar la fachada que presenta en la actualidad. Durante el ministerio del padre Naffah, se erigieron la torre y el campanario, inaugurados solemnemente el 19 de diciembre de 1954. La crónica indicaba que la campana, de una tonelada de peso, tenía en su aleación medio kilogramo de oro, así como cuatro de plata, estaño y bronce: costó 60.000 pesos y fue fundida en Tucumán. El costo total de la obra fue de 300.000. El relato de nuestro diario expresaba: “los planos sobre los cuales se realizaron las obras de ampliación y que comprenden en su mayor parte el frente del templo: campanario, atrio y columnas, fueron diseñados en el Líbano con las características generales de las iglesias maronitas”.
La ceremonia de inauguración fue presidida por el vicario general de la diócesis, monseñor Gómez Aragón. La crónica de aquella época señalaba que la concurrencia subió “al coro a los efectos de la bendición de la campana”. Una vez finalizado el acto, se hizo repicar por espacio de 15 minutos dicha campana, cuyo sonido se escuchó por primera vez en ese sector de la ciudad.
Luego los asistentes se trasladaron hasta el frente del templo para su inauguración. La crónica destacaba que la iglesia había sido “construida con el aporte de los fieles”.
La presidente de la comisión pro templo, María de Bujhaza, destacó el significado de la obra para la comunidad y agradeció a las personas que contribuyeron con su esfuerzo. El padre Naffah destacó “la devoción cristiana” al agradecer la colaboración de los fieles. Al mismo tiempo hizo un reconocimiento a Said Makur y a Masud Buabsi que habían donado la campana.
Por su parte el presbítero Amado Dip destacó “las raíces de la familia cristiana, que son tan inconmovibles como los árboles de los montes del Líbano”.
En 1961, San Marón fue elevada a jerarquía de parroquia, “con potestad jurisdiccional sobre todos los católicos maronitas de la Provincia”. El templo estaba a cargo de Pedro Kerbage.
El proyecto de 1918 fue encargado al constructor italiano Francisco Vozza (hermano del destacado ingeniero y arquitecto Pedro Vozza, autor del magnífico convento de los franciscanos).
Gran austeridad
“El frente aludía fundamentalmente a rasgos distintivos de la arquitectura islámica. No se alcanzó a concretar, y, por el contrario, hacia 1935 una fotografía nos lo muestra alejado de aquel diseño: una fachada inconclusa de gran austeridad, con muros laterales en ladrillo sin el acabado de revoque, fuertes pilastras almohadilladas, dos grandes cornisas subrayando el edificio, y una ingenua espadaña acaballada sobre la parte superior del imafronte plano. El uso de las rítmicas membraturas, la perforación de puertas de acceso sobre ambas arterias y el aventanamiento superior no hacían más que resolver aspectos funcionales, y constituirse en recursos eficientes para aligerar la pesadez de aquel volumen prismático”. De esta forma se describe el templo en el libro, editado por LA GACETA, “Templos católicos de Tucumán”, de Carlos Páez de la Torre (h), Celia Terán y Carlos Ricardo Viola.
El constructor Miguel Tortosa estuvo a cargo de las obras de 1954 que incorporan el importante pórtico sobre el acceso, y da terminación a los paramentos exteriores. “Así, el edificio termina adscribiéndose a un tardío academicismo muy italiano, expresado en el planteo de un pesado pórtico octástilo semicircular, que descansa en columnas dobles; el uso de pilastras almohadilladas, óculos y demás elementos que se disponen de manera axial, suscitando la lógica confrontación ecléctica, con los islámicos arcos de herradura de las ventanas laterales, Interiormente es un espacio de exiguas dimensiones (20 metros de largo por nueve de ancho y tan sólo 12 de altura) casi conformando un esquema de caja rectangular, cubierto por una tapa en comba expresada por el cielorraso de yeso suspendido en forma de bóveda rebajada. La luz adquiere relevancia en la generación de un ámbito diáfano, y la provee un regular aventamiento alto, que se ubica en los entrepaños de los muros laterales de la nave”, agregan los autores sobre la edificación.