Álvaro Cormenzana, la poesía y el violín

09 Octubre 2018

Desde ayer, en las redes sociales la cultura tucumana llora por Álvaro Sebastián Cormenzana, que falleció el domingo.

Hasta hace poco su violín sonó en la fila de la Orquesta Sinfónica de la UNT. Hasta hace poco asombraba con sus poemas, que escribía en servilletas desde las épocas del bar El Buen Gusto, y que recitaba a viva voz, así como reflexionaba sobre la situación del país, sobre la historia y sobre la memoria como responsabilidad colectiva.

El poeta y violinista, tucumano por adopción, había nacido en San Salvador de Jujuy en 1954. A los 23 años obtuvo el premio de poesía Jaime Freyre. Estudió en el Colegio Nacional N° 1, donde conoció a Ernesto Aguirre. “Primero fueron amigos; más tarde, compadres. Ambos desertaron de la UNT, en los comienzos de los setenta y, unos años más tarde, fueron protagonistas de la renovación de la poesía de Jujuy”, señala Reynaldo Castro, y agrega: “descubrieron la poesía. Tenían veinte años. Entonces, el poder de las palabras les pertenecía y por eso publicaron un pliego de poesía llamado ‘Gorrión’”.

Sus poemas se publicaron en el diario “Pregón”, en la antología “Nueva Poesía de Jujuy”, en “Los poemas del Jigante” y en las fotocopias que circularon clandestinamente.

Su dolor, su risa, su talento y su sarcasmo no se van con él. Están en el recuerdo de quienes lo conocieron, en los poetas, en los músicos que lo admiran y en las Paletas del Pintor de su amada Maimará.

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