Quiero seguir corriendo para sentirme vivo

Quiero seguir corriendo para sentirme vivo

06 Octubre 2018

MIGUEL GIANFRANCISCO

MARATONISTA DE 71 AÑOS

Empecé a correr una fría mañana de agosto de 1964. Ese día había amanecido nublado y ventoso. Pero hacía rato que pretendía empezar a entrenarme con constancia porque se aproximaban las olimpíadas estudiantiles. Como siempre me había destacado en el colegio en pruebas de velocidad y resistencia, me incluyeron en el equipo de atletismo; claro, en ese entonces tenía 16 años. Era joven. Me sobraban energías. Y me preocupaban pocas cosas.

Hasta principio de los años 70, correr era una actividad reservada, casi exclusiva, de quienes practicaban atletismo. También inicié un rito que aún mantengo a través de los años: anotar la distancia recorrida; lo hice en un cuaderno Avon de 100 hojas, tapa dura.

Hasta mediados de los años 90, casi en todos lados me gritaban algo: los changos que se juntaban en las esquinas a matar el tiempo; los que jugaban al fútbol en canchitas improvisadas; los vecinos de cualquier barrio por el que pasaba corriendo; hasta los perros, que nunca se cansaron de morderme. Entre las frases más comunes, estaban los insultos a mi madre. O la sugerencia de ir a mi casa a “cuidar la hacienda porque seguro que mientras yo corría...”. O que deje de “joder y me ponga a laburar”. Durante muchos años, también los naranjazos eran cosa corriente. Por suerte, nunca les presté atención.

Las carreras, algunas largas y extenuantes, me dieron una excelente calidad de vida. No corrí como lo hizo Forrest para escapar. Corrí por la necesidad vital de sentirme bien, sano, distinto. Corrí en calles, en senderos, en rutas, en el norte y en el sur del país, en cerros y en llanuras o donde sea que me llevara mi actividad como geólogo.

Igual que todos, pero distinto a la vez. Me convertí en un corredor solitario y empecé a formar parte del paisaje. Con los años, la gente ya no me decía nada... ya no me veía. Los corredores (runners, les dicen hoy) aumentaron en progresión geométrica. Y hoy paso desapercibido en medio de ellos. En los últimos años a veces corro con algunos amigos. Pero siempre me reservo un tiempo para correr solo. Lo necesito para encontrarme, para pensar. Aunque en realidad, nunca corro solo: siempre corro conmigo.

Siempre corrí, corrí, corrí y sigo corriendo. Y espero seguir haciéndolo porque no sé hacer otra cosa. Porque no quiero hacer otra cosa. Porque lo necesito para sentirme vivo

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