“No me importa nada. Espero que alguna vez sientan el dolor de perder dos hijos”, dijo, desconsolada, Graciela Flores, la madre de Miguel Ortiz, el joven que fue asesinado ayer al mediodía en el barrio San Roque, de Villa 9 de Julio. Hace poco más de dos años, Luis, otro hijo de la mujer, también fue víctima de un crimen. Los victimarios pertenecen al mismo grupo, sospechado de dedicarse al narcomenudeo en esa zona olvidada de la ciudad.
Cerca del mediodía, Miguel Ortiz, de 32 años, circulaba junto a su primo Franco Ortiz (24) por calle Wilde al 600, donde se está realizando un asentamiento. En el trayecto, se cruzaron con Karina Mansilla, ex pareja de Luis. Según las primeras averiguaciones que realizaron los policías, habrían insultado a la mujer porque se fue a vivir a la vuelta de su domicilio con su nuevo compañero, Jesús Toledo.
Este, de acuerdo a la investigación, se molestó por los insultos de los Ortiz y salió junto a su hermano Agustín a la calle haciendo disparos. Al menos tres proyectiles impactaron en el cuerpo de Franco, que cayó en el lugar.
Miguel, entonces salió corriendo para tratar de salvar su vida. Jesús disparó y lo hirió en una de sus piernas, pero la víctima, como pudo, siguió escapando. Después de una carrera de más de 150 metros cayó al suelo, donde el agresor lo habría alcanzado para ultimarlo de un balazo en el pecho.
Los familiares de Ortiz cargaron a los primos en un auto y los llevaron al Centro de Salud. Miguel llegó sin vida y Franco fue intervenido. Sobrevivió a la operación, pero su estado, al cierre de esta edición, era crítico.
Disparos e incendio
La noticia del fallecimiento del joven convulsionó al barrio. Un grupo de vecinos atacó las casas de los parientes del acusado. Dispararon e incendiaron tres viviendas. En una de ellas, los policías encontraron indicios de que habían impactado por lo menos 35 disparos realizados con armas de nueve y 40 milímetros.
Los familiares de los acusados quedaron refugiados en una de las viviendas. La Policía tuvo que realizar un operativo para sacarlos del lugar. “Los más chicos se tiraron al suelo por los tiros. Estaban muy asustados. Se subieron llorando a la camioneta porque no entendían nada. Los problemas de los grandes lo deben resolver los grandes”, dijo Mariana de Heredia, una vecina que desde una prudencial distancia, no dejaba escapar ningún detalle.
“Lo que viene será peor”
“Lo que pasó es grave, pero será mucho peor lo que vendrá. Esto no terminará con esta muerte. Esta es la vida que llevamos los que vivimos en barrios como este”, explicó Carlos Castillo, de 67 años,
En el lugar se presentaron policías del servicio 911, de Infantería, del Grupo de Operaciones Motorizadas y de bomberos. Ellos se encargaron de mantener la paz mientras personal de Homicidios, al mando de los comisarios Jorge Dip y Daniel Bernachi, recababan información sobre el crimen.
“Nunca tendremos paz”
“Quiero que aclare que no hubo ningún enfrentamiento. Acá hubo una agresión salvaje. Es una más. Esta gente está empecinada con acabar con toda nuestra familia”, señaló Gonzalo Ortiz, hermano del joven fallecido.
En junio de 2016, Luis Ortiz, que estaba gozando de permiso extramuros, fue ultimado de un balazo en la cabeza a unos 100 metros de donde se produjo el crimen. Por ese homicidio, un tal “Mechudo” y su hijo de 18 años fueron detenidos y esperan en el penal de Villa Urquiza ser enjuiciados.
“Ellos son los transas del barrio. Por eso la gente los atacó de esa manera. No los soportan porque desde hace mucho tiempo están haciendo daño. No tuvimos nada que ver. Los Toledo son de la misma banda que el homicida de mi hermano Luis”, agregó Gonzalo, el hombre que hace dos años, en una entrevista con LA GACETA, había dicho que con la detención de “Mechudo” iba a poder dormir en paz. “Ahora -agregó- está claro que nos persiguen, pero no sé por qué. Esta gente no tiene que estar aquí. Siguen haciendo daño. Está claro que nunca encontraremos paz”, concluyó.