Viajar siempre es un placer

Viajar siempre es un placer

El vuelo y la llegada del plantel fue pura tranquilidad.

FOTOS PARA TODOS. El arquero suplente Alejandro Sánchez detiene su marcha camino al hotel para sacarse una foto con varios de los hinchas que fueron a esperarlos allí. Los jugadores fueron gentiles.   la gaceta / foto de leo noli FOTOS PARA TODOS. El arquero suplente Alejandro Sánchez detiene su marcha camino al hotel para sacarse una foto con varios de los hinchas que fueron a esperarlos allí. Los jugadores fueron gentiles. la gaceta / foto de leo noli

PORTO ALEGRE.- Todavía el plantel no había despegado del aeropuerto Benjamín Matienzo tucumano y ya había sentido algo tan parecido y peculiar como una caricia al alma: el avión que los iba a llevar hasta Porto Alegre estaba pintado de celeste y blanco y con el escudo que el equipo defendió con altura a lo largo de su historia internacional, llámese Copa Libertadores y Sudamericana. Ese gesto despertó las primeras sonrisas de los 19 futbolistas convocados por Ricardo Zielinski y también del grueso de la directiva que completó las poco más de 50 butacas del “pájaro” de acero.

En su interior, frente a sus ojos, los jugadores viajaron leyendo casi al punto de hipnotizarse un mensaje de agradecimiento y otro que pedía, “¡Vamos por la gloria!”. Inconscientemente, el grupo fue preparándose mentalmente para lo que mañana será quizás la batalla más difícil que deba afrontar en su participación en torneos internacionales.

Es la primera vez que Atlético llega siendo perdedor parcial de una serie tras jugar primero en el Monumental, y buscará hacer historia grande ante el gigante de la plantilla de oro -cotizada en más de U$S 100 millones- y campeón defensor del torneo: Gremio.

“El viaje, un placer”, sonrió uno de los directivos de la mesa chica al llegar a la concentración, un edificio de enormes proporciones, con más de 17 pisos empachados de habitaciones y salones y un shopping como anexo, pero de salón pequeño y con pase restringido: dentro del hotel no se puede filmar y menos hacerles una guardia eterna a los “Decanos”.

Las poco menos de tres horas transcurridas en el aire fueron sin sobresaltos. “Nada de turbulencia, un vuelo maravilloso”, decía otro de los dirigentes casi como entregando un mensaje tan escuchado como real: nada puede salir mal mañana. Pase lo que pase.

“Este equipo está preparado para estas cosas. Lo demostró varias veces. Ojalá lo podamos lograr”. Favio Álvarez dejó de lado las cortesías del viajero de clase turista. Como el resto de sus compañeros, quiere ganarle a Gremio. “Ojalá se dé. Hay que estar tranquilos y disfrutar”, sostenía en la puerta del Sheraton el cordobés, mientras un puñado de hinchas desesperados saludaba desaforadamente a cada uno de los “Decanos” que iban mostrándose a medida que bajaban del colectivo que los llevó hasta su búnker.

La estadía de los jugadores en el lobby duró lo que un suspiro. Rápidamente se fueron a sus habitaciones, dejaron sus cosas y después bajaron a un salón especial, bloqueado a la posible mirada de curiosos, donde les esperaba la merienda. Lo que siguió después fue un acto al que no están acostumbrados: por determinación de la Conmebol, todos los jugadores debieron someterse a un análisis de doping. “Es normal”, aclaraba Silvio Nava”, el jefe de prensa de Atlético.

Entre que todos cumplieron con la obligación del doping, la noche ya se hizo dueña por completo de la jornada celeste y blanca. No hubo casi tiempo para hacer nada fuera de lo que el protocolo mandaba.

La cena se sirvió a las 21.30. La sobremesa estiró la reunión hasta pasadas las 22.30 y después el silbato del profesor Alfonso Meoni les informaba a los jugadores el horario del desayuno de hoy y a qué hora partiría el colectivo de la delegación oficial hacia el predio de Inter, el clásico rival de Gremio que tiene como ídolo y figura a un argentino: Andrés D’Alessandro, autor del penal que le dio la victoria ayer por la tarde a su equipo, 2-1 frente a Vitoria, y el que quizás mejor conozca al rival del “Decano”.

Quién dice, quizás el “Cabezón” pasa por la concentración y deja su receta.

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