La modalidad del reclamo dividió a trabajadores
Mientras los manifestantes se concentraron en plaza Independencia, los que fueron a trabajar se quejaron por la forma de protestar. Fue una jornada con escasa actividad en Tucumán, en la que la medida de fuerza del transporte marcó el ritmo de la huelga contra la gestión de Macri.
Alejandra del Castillo se manifestó ayer al mediodía en la plaza Independencia, en contra de las políticas económicas del presidente Mauricio Macri. Opinó que la medida de fuerza nacional era rotunda y que el poco movimiento que había en las calles era prueba fehaciente de ello. Además, consideró que es necesario diagramar un plan de lucha para endurecer la postura y así tratar de frenar al Gobierno nacional. A media cuadra, sin embargo, Silvana lucía -como todos los días- el delantal y el gorro del uniforme de la panadería donde trabaja, en 25 de Mayo al 100. Indicó que está a favor del reclamo, pero disintió con el modo. Precisó que, como no había colectivos, tuvo que ir en taxi desde su casa (en la zona del parque 9 de Julio) y costearlo de su bolsillo. Contó que lo mismo le pasó a su compañera, que vive en Alderetes. “La manifestación lo único que hace es perjudicar”, protestó.
Con este tipo de discrepancias se vivió en Tucumán la jornada de fuerza convocada con la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), a la que adhirieron diversos gremios como la Unión Tranviarios Automotor (UTA), el Sindicato de Choferes de Camiones (Sichoca), y la Bancaria, entre otros, además numerosas multisectoriales sociales. También fue dispar el acatamiento, ya que levantaron sus persianas algunas cafeterías, quioscos y distintos locales comerciales, pero las transacciones fueron escasas.
“¿Te lo resumo? No entró nadie”, sintetizó el cajero de una librería ubicada en San Martín al 600. Adrián, el encargado del lugar, coincidió con su compañero y afirmó que las ventas vienen en caída desde hace un par de meses. “El paro nos perjudica mucho a nosotros, pero si es por un bien común… Espero que esto sirva para levantar un poco, porque está bastante pesado. Los precios están por las nubes, nos han aumentado mucho los proveedores”, dijo el joven mientras hacía limpieza ayer al mediodía, aprovechando la baja afluencia de clientes.
Trabajando en la protesta
Mientras cientos de militantes y una decena de oradores se expresaban en la plaza Independencia en contra del ajuste, la inflación, el desempleo, el hambre, el FMI y los tarifazos, del otro lado de la calle 25 de Mayo, una nutrida -y bien equipada- formación de policías de Infantería custodiaba la Casa de Gobierno. Sobre la vereda y a bordo de un cochecito, Camilo -de dos años y medio- acompañaba a Alejandra y ondeaba una bandera del Partido Obrero, como si todo se tratara de un juego. “Para frenar esta política es necesario un plan de lucha, que continúe con un paro por 48 horas y luego preparar las condiciones para una huelga general”, remarcó la madre del pequeño, que es docente universitaria y becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Entre las pancartas y los reclamos, Pablo se abría con un carrito cargado de empanadas. “Se vende bien”, reveló el ambulante. Y aunque no estaba de acuerdo con la medida de fuerza, irónicamente aprovechaba la protesta para desprenderse de la mercadería a cambio de $ 15 por unidad. “Aquí el que quiere trabajar, trabaja. Es así”, expresó el joven, sin levantar demasiado la voz.
Hubo otros, sin embargo, que no tuvieron tanta suerte. Manuel Antonio Lizárraga, que pedaleó una bicicleta cargada de golosinas y helados desde Villa Amalia, afirmó que vendió sólo una achilata en el paseo público. “Pensaba que iba a haber más gente, pero todos los vendedores se clavaron, menos los que venden comida”, dijo mientras el sol les ganaba la pulseada a las nubes. Además, opinó que el dinero ya no alcanza: “trabajo de domingo a domingo, y todos los días se vende menos y se gasta más”.
Espera que desespera
Mario, un taxista que peina canas, llevaba 30 minutos aguardando por un viaje, en la esquina de Maipú y San Martín, cuando fue entrevistado por este diario. Contó que había trabajado “poquísimo” hasta el mediodía, a pesar de que su jornada había comenzado a las 7. “Hay poca gente en la calle. Es cierto que estamos mal, pero creo que el paro no sirve, no ayuda de nada”, se quejó. Ante el panorama desalentador, estimó que a la tarde guardaría su auto. “Para estar así, no sirve”, concluyó.
Las escenas en los locales que levantaron sus persianas eran similares: salones vacíos -en su mayoría- o con un par de potenciales clientes. Algunos comerciantes, incluso, adelantaron el horario de cierre al olfatear que las ventas serían prácticamente nulas. Otros, en cambio, desconocían si tendrían que volver a trabajar por la tarde. “Estuvo muy tranquila la mañana. Entraron cuatro personas e hicimos dos ventas”, afirmaron Luciana y Franco, empleados de un local de ropa masculina en 25 de Mayo al 200. Ella contó que para asistir a su lugar de trabajo pidió que la acercaran, mientras que él se manejó en bicicleta. Ambos coincidieron con que convendría buscar alternativas al paro. “Es contradictorio, porque los que se pliegan a la manifestación perjudican a los que quieren trabajar”, opinaron.
Julio se refugiaba bajo la sombra de un naranjo de la plaza luego de haberse manifestado en contra del Gobierno. Consultado sobre la convocatoria de la movilización, opinó que muchos manifestantes pueden haber faltado por no tener colectivos para llegar a la plaza.
Sin embargo, legitimó la protesta. “El paro está bien por todo lo que está pasando. Están aumentando las cosas, la plata no alcanza para nada y hay gente sin trabajo. Hay que parar, no hay otra medida”, dijo el obrero de la construcción.