Ceferina Carmen Brito se dejó caer sobre una silla en su patio, trajo su viejo bastón al frente para apoyar las manos y dijo angustiada: “hace un mes que está desaparecido mi hijo, hice la denuncia pero nadie lo busca... debe ser porque es un chico pobre de La Costanera, un ‘limpiavidrios’”. A Juan Miguel Brito le dicen “El Flaco”, tiene 29 años y salió de su casa el domingo a la tarde de hace cuatro semanas. Desde entonces, no vuelve.
“Él ha salido un domingo, estuvo con los chicos de allá -señaló una esquina hacia el río Salí-, tomando un poquito de vino. ‘Mamá, ya volvemos’, me dijo esa tardecita. ‘Bueno’, le dije. Él siempre anda dando vueltas”, recordó Ceferina, de 62 años.
“Se hicieron las dos de la mañana y no volvía”, continuó. Ella contó que a la mañana siguiente se había levantado temprano para limpiar y ordenar su casa. “Estaba preocupada y salí a buscarlo. Pensaba que a lo mejor se había machado y había quedado dormido en la placita. Nada, ninguna noticia de nada. Hablé con algunos vecinos y me decían que él había dicho que se iba a Villa 9 de Julio. Lo fui a buscar. No estaba. Salimos con toda la familia y los vecinos a buscarlo, pero nada”, dijo Ceferina.
Aunque Ceferina prefirió no decirlo, Juan Miguel sufre por la adicción al paco. “Él venía todos los martes a cenar al comedor para adictos. Estaba con mucho consumo, pero su mamá nos contó que nunca se ausentó así”, contó Josefina Medina, una de las cocineras del comedor de noche del grupo “Ganas de vivir”, una experiencia de asistencia y prevención de las adicciones de la Secretaría de Adicciones del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia.
“La problemática de las adicciones se está profundizando cada vez más en el barrio, y trae aparejado el incremento de situaciones de violencia. Juan Miguel venía al comedor, como muchos jóvenes. Su familia está afligida y todos los chicos del barrio saben que está desaparecido”, explicó Emilio Mustafá, uno de los coordinadores del equipo.
La familia Brito denunció la desaparición en la Policía el 30 de agosto. Los policías de la Comisaría N° 11 le explicaron a la familia que primero corroborarían que no estuviera detenido en ninguna dependencia de esa fuerza. “Fui con mi nieto a poner la denuncia de que se ha perdido mi hijo. No está en ninguna comisaría detenido. Nunca se fue de la casa Juan Miguel (por tanto tiempo), él sabía buscar plástico, latas y cosas para vender. Siempre que salía, volvía. Si era tarde me decía, ‘mamá, ¿está...?’. Sí papito, le respondía, y le abría la puerta”, siguió Ceferina. Los pesquisas indicaron a este diario que una versión indica que Brito podría haber sido víctima de un ajuste de cuenta de un grupo de transas.
En el lapso que lleva desaparecido, mucha gente del barrio dijo que lo habían visto en distintos lugares. La familia se trasladó hasta esos sitios pero no lo encontraron. “Ayer vinieron unos chicos a decir que lo vieron en la cancha. Salimos disparando para saber si estaba, pero entre los chicos de ahí no estaba. Que lo vieron en un canal, lo buscamos y él no estaba. En el río, lo mismo. Me parece raro, si está, viene a la casa. Para mí son mentiras, gente que se confunde”, aseveró la mujer. Y agregó: “pienso un montón de cosas, tantos chicos que se pierden, que están perdiendo... (la vida). No lo encuentro, no lo encuentro, no lo encuentro. No aparece. Dios no lo permita que se muera ‘el Flaco’. Pienso un montón de cosas, un montón de cosas. A algunos chicos los matan y los dejan tirados... todo eso pienso”.
Ceferina dijo que no pierde las esperanzas de que su hijo aparezca. Ya le tocó perder a un hijo: a Julio Ángel Santillán, era el mayor, lo asaltaron hace 10 años. “Me lo han muerto, le metieron un tiro en la cabeza”, recordó la mujer, que vive en su casa precaria de una habitación -montada en una solución habitacional- con Juan Miguel y su hermano mellizo, Juan Carlos. A raíz de la crisis económica, los tres se juntan a limpiar los parabrisas de los autos en los semáforos de las avenidas. Los “limpiavidrios” del semáforo de la Alfredo Palacios y la avenida Gobernador del Campo coincidieron en que hace semanas no saben nada de él.
“A veces estoy sentada en la cama a la noche y siento que ladran los perros. Me imagino que viene, pero salgo a ver y no está. Y sigo así, esperando. Me angustio. Qué será de él. Ya no le creo a la gente que dice que lo ha visto, si no lo veo con mis ojos no lo voy a creer”, contó triste Ceferina. “Qué lo va a buscar la Policía, esos no encuentran a nadie. Es un chico pobre y no lo busca nadie, sólo me ayudan los vecinos, los familiares, que cada vez que alguien me dice dónde puede estar me acompañan a buscarlo”. Ceferina, desde hace un mes, espera encontrar a su hijo.