Oscar Luquin: “con los ‘ismos’ no llega nadie a ningún lado”
Su padre era un inmigrante español que escapó al sueño de M’hijo el dotor. Así que Oscar Luquin hizo el secundario en la Escuela de Comercio y luego no fue médico ni abogado, sino contador. Trabajar en el negocio familiar de la venta de calzado (específicamente, “El Sportsman”) fue llevándolo naturalmente por ese camino. Pero cuando repasa su vida asume que, en otras circunstancias, hubiese elegido la misma carrera porque le gusta su profesión, no porque le guste el dinero. Así lo afirma durante el diálogo con el secretario de Redacción de LA GACETA, Federico van Mameren, en el marco de “La otra pregunta”, el ciclo de entrevistas de LA GACETA Play que emite CCC los martes a las 21. Luquin ofrece una prueba para sustentar su confesión.
- La muestra es que lo continué. Podría haber cambiado de actividad. La agricultura, por ejemplo. Pero no me llamaba la atención. Lo material no era esa mi ambición ni mi objetivo. Lo era la actividad comercial que me gustó, me atrapó, y la seguí hasta hoy.
- Cuando eras chico, ¿imaginabas que esa iba a ser tu actividad o tenías otros sueños?
- No. Siempre fue dentro de mi actividad comercial. Y siempre fue mirando cómo crecer. Siempre vi las empresas comercializadoras de mayor tamaño.
- ¿Por qué?
- Mi padre venía de Grimoldi. Se inauguró Grimoldi en Tucumán con mi padre como gerente y lo fue durante varios años hasta que se estableció de forma particular. Grimoldi es una empresa que al día de hoy es mucho más grande. Entonces, dentro de mis ambiciones, siempre miré un poco a Grimoldi como empresa. (…) Tuve la experiencia de trabajar en Alemania en una gran empresa, cuando tenía 22 o 23 años, en un viaje que hicimos con el Club Alemán. Era de otro rubro industrial, pero vi lo que era trabajar en una gran empresa: tenía 17.000 empleados.
- Cuando te mirás al espejo, ¿qué sensación tenés de tu vida?
- Estoy conforme conmigo mismo. Lamento por mi país el hecho de que debería ser muchísimo mejor. Dios le dio todo.
- Y nosotros lo maltratamos…
- La sociedad argentina se encarga de no darle o de permitirle disfrutar todo lo que tiene a la Argentina. Somos nosotros, no los extranjeros. No creo en eso de que nos tienen bronca. Y vivir en un país donde particularmente tengo las posibilidades de vivir cómodo, y ver que no todos viven cómodos ni tienen la infraestructura para hacerlo -toda una serie de cosas que hoy son quejas diarias pero que yo las vengo sufriendo desde hace mucho-, me da pena, me da bronca.
- Te da bronca…
- Mucha bronca. Más cuando viajo al exterior y comparo con países más pobres. (...) España salió de una guerra y nosotros le enviábamos trigo gratis para que no se mueran de hambre, y hoy podría ser al revés… España es de condiciones naturales pobres y hoy tiene un estándar de vida superior al de Argentina. Es para decir: “¿qué nos pasa?”.
- ¿Y qué nos pasa?
- Que manejamos mal.
- ¿Estás incluido?
- Yo considero que no. Pero no soy yo quien debería decirlo. Estamos haciendo las cosas dentro de lo posible. No actuamos para que las cosas estuvieran mal.
- ¿Sentís que el país que había protagonizado tu padre era mejor que el que tenemos ahora?
- No se siguió con el ritmo de crecimiento. Si nosotros hace unos años estábamos dentro de los 10 primeros del mundo, y hoy estamos dentro de los 70, o nosotros hemos hecho las cosas muy mal o hay 60 que han hecho las cosas mucho mejor. Analicemos. Y al análisis se lo puede hacer. Pero es un problema casi de tipo político, en el cual es difícil ponernos de acuerdo. Hoy le llamamos “grieta”. Lo resumimos así, lo dejamos ahí y no hacemos mayores análisis. Debiéramos hacer mayores análisis, ponernos de acuerdo y decir “bueno, hemos perdido tiempo; pero ahora nos pongamos de acuerdo y vamos en esta dirección”. Pero no logramos ponernos de acuerdo. No hay caso. Y cuando vamos a los barquinazos, de un extremo a otro, no logramos hacer algo porque salimos de un “ismo” y pasamos a otro. Y con “ismos” no llega nadie a ningún lado.
- Estuviste en instituciones importantes como la Fundación del Tucumán y el Instituto de Informaciones Comerciales. ¿Cómo fue la actividad pública de un hombre que viene de lo privado?
- Entre las dos entidades, la que puede e intentó actuar políticamente fue la Fundación del Tucumán. En los 90 propusimos a los candidatos a gobernadores que firmaran un plan de objetivos básicos. La idea, previa a las elecciones, es que fuera un programa común y que se comprometieran a cumplirlo, ganase quien ganase. No se llegó a un acuerdo. No se cerró la “grieta”.
- ¿Por qué no se ha podido encontrar una respuesta de la política a estos planteos?
- Porque es difícil ponerse de acuerdo, compartir entre diversos pensamientos políticos. Hace falta un término medio.
- Como empresario seguiste creciendo y ahora encaraste un emprendimiento en Yerba Buena. ¿Por qué seguir apostando?
- Es una manera de retribuir a Tucumán. Aquí nací, trabajé, vivo y vive mi familia, y viviré hasta mis últimos días. Mi lugar en el mundo es Tucumán.
- Contame del emprendimiento en Yerba Buena.
- Fue una oportunidad. Nos hablaron y nos gustó. Hablo en plural porque es algo que ya hicimos con mis dos hijos: Mariela y Esteban. Ambos son casados, tienen hijos, son licenciados en Economía por la UNT y trabajan en la empresa. Son un “mentís” a los que dicen que las empresas familiares terminan con la tercera generación. Se presentó con ellos la oportunidad de compra del shopping (Solar del Cerro) y lo hicimos. Es un shopping que estaba muy caído. Le hacía falta un cambio y lo refaccionamos.
- Apuesta difícil en la crisis...
- Hay que tener convicciones. Y demostrarse que se es capaz de cambiar el rumbo de un proyecto comercial.
- ¿Cómo funciona la cabeza del empresario? ¿Qué lo mueve?
- Lo definiría con una palabra: desafío. Uno está acostumbrado a los desafíos y hay que aceptarlos. Nuestra actividad comercial es un desafío constante: trabajamos con productos de moda. Y la moda es constante desafío. Así que para nosotros no es nada difícil aceptar el desafío. Al contrario: hay que activar el desafío, tomarlo y llevarlo a cabo. Si no, estamos desactualizados.
- Debe haber sido un desafío trabajar con tus hijos.
- Ese es el mejor de los desafíos y no es moda. (...) Yo tenía la experiencia de mi padre y de cómo él hizo que yo me adaptara, sin ningún roce. Pasan los años y el que debe actualizarse es el padre. Si se quiere que los hijos se actualicen antes que el padre, se lleva a envejecerlos. Es el padre el que debe ceder a los principios del hijo, con el debido cuidado. Es la oportunidad que tiene el padre de rejuvenecerse.
- Tus hijos te dieron juventud…
- Exactamente. Y estoy entendiendo a mis hijos y dejándolos actuar. Esto lleva a veces a aceptar algo en lo que no estoy convencido, pero esa es la forma de delegar: saber que uno pasa a ser un número dos. Es difícil. Y de pronto un proveedor llama a tu hijo y no a vos.
- ¿Y no te sentís mal? ¿No te sentís ninguneado?
- No. Me siento orgulloso.
- ¿Y cuando sentís que se están mandando una macana?
- Los trato de corregir, de conversar. Un café, dos, tres. Así se trata de llegar a un punto medio. De que no haya “grieta”. Lo que hablo de política es también en una empresa y en una familia.
- En la calle o en la cancha veo a un empresario importante, con dinero, exitoso, sin guardaespaldas. ¿No tenés miedo?
- Siempre fue así. Una persona debe conservar la libertad. Si tiene que andar con demasiado cuidado, no sé qué manera de vivir es esa. Tendría que aprender a vivirla de nuevo.
- ¿Te sentís un tipo libre?
- Por supuesto.
- ¿Sos feliz?
- Por supuesto.
- Cuando ves los “cuadernos”, que implican al político y al empresario, ¿qué reacción tenés?
- Creo que es horrible para la sociedad argentina que ocurra eso. Por empezar, es un problema que ojalá se dilucide correctamente. Cualquiera sea la solución, pero correctamente. Es un problema judicial, legal. No lo siento como un problema empresario. Es un problema político entre empresarios y políticos. Debe ser abordado y servir de experiencia para el futuro. Es muy malo para la sociedad argentina, aquí adentro y como nos ven desde afuera. Es horrible y malo visto desde afuera.
- ¿Tenés un sueño?
- Seguir lo máximo que se pueda en el estado feliz en que vivo.
Oscar Luquin, descripto por sí mismo
“Soy un empresario que hizo la carrera de contador en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT. Como mi padre tenía una zapatería, Calzados Boston, cuando terminé los estudios me dediqué al comercio. En ese entonces, mi padre había adquirido la zapatería El Sportsman y me dediqué a la comercializadora de calzados”.