Cartas de lectores
08 Septiembre 2018

Teatro San Martín

Realmente es un mamarracho la marquesina plasmada en el frente del Teatro San Martín de nuestra Capital. No condice con la estética arquitectónica que se empleó hace muchos años, revalorizando nuestro patrimonio cultural. No se trata de comparar la fachada del Teatro Mercedes Sosa, que más bien sería como una “onda de teatro de revistas”, que con sus luminarias extensivas llama la atención. En el caso del San Martín es muy diferente. En nuestra ciudad sería como el Teatro Colón de la Ciudad de Buenos Aires. En todo caso, hubiesen puesto una marquesina al costado, arriba de una columna, y promocionar así sus espectáculos. Encima, se emiten spots publicitarios de comercios que sirven de sponsor. La verdad es que esta imagen es muy desagradable, por cierto.


Daniel Francisco Leccese


Campo y crisis


Otra vez, el campo, la minería y otras actividades productivas e industriales tratarán de sacar a la Argentina de la postración. Vale decir que son los que trabajan mucho y aportan mucho más. ¿Cuándo habrá un Gobierno que se atreva a plantear una reforma política, judicial y sindical? Tenemos actividades que aportan poco y nos cuestan mucho dinero. Hablo de la Nación y de las provincias. Tenemos muchas personas trabajando en negro, en actividades que no aportan al país. Estamos mal porque pocos ciudadanos, con sus impuestos, rengueando, hacen funcionar al país. Si el aporte fuera de todos, un país bendecido como el nuestro sería un ejemplo en el mundo.


Carlos M. Villaluenga


Algo tocó fondo

En las últimas semanas algo tocó fondo en la Argentina. No digo que el país ha tocado fondo, no sólo porque los países no tocan fondo nunca, sino porque siempre se pueden hundir más, y nosotros tenemos resto. Lo que ha tocado fondo es la tolerancia de gran parte de los argentinos a los funcionarios y políticos corruptos, y a empresarios que corrompen. También hemos tocado fondo en la conciencia de los que tienen poder de decisión. Y tenemos una sola opción: mirar para adelante y empezar a subir. Encarando el rumbo hacia el déficit cero, que es la única alternativa posible, y olvidarnos del voluntarismo mágico que nos impusieron hace varias décadas. Hoy, los trabajadores, los empresarios, los jubilados, los desempleados, los pobres, la clase media, y especialmente los marginados, se empobrecieron drásticamente por la sola imposición de la realidad. El gasto público, que en 2001 era el 22% del PBI, alcanzó durante la “década ganada” el 42% del producto. Y el Estado hoy debe pagar a 20 millones de personas por mes, en un país donde hay sólo ocho millones de trabajadores en la actividad privada formal. Los mercados decodificaron esta realidad. Pero el mundo occidental, a través del Fondo Monetario Internacional todavía nos tiene paciencia, porque quiere que salgamos del populismo autoritario de los últimos 70 años, que nos llevó a ser uno de los países que menos creció en el planeta, con récords de inflación y años de recesión. En la región, Chile, Perú Paraguay y Uruguay han crecido más que nosotros. Tenemos que demostrar que podemos ser creíbles. Los argentinos supimos en el pasado llevar adelante proyectos extraordinarios. Por eso, fuimos de los países más ricos e importantes del mundo. Hoy nos toca hacer frente a otra empresa patriótica de impresionante magnitud. Que las fuerzas políticas y sociales se unan detrás del objetivo nacional del equilibrio fiscal, requisito básico para generar trabajo y salir de la pobreza. Y construir auténticas políticas de Estado -priorizando la educación- por encima de las diferencias partidarias y de los cambios de gobierno. Todo ajuste es doloroso, pero hemos llegado acá por no haber reconocido que era necesario reducir el gasto público y el costo de la política. El tiempo se agota, porque hay mucha gente que sufre y no puede esperar, sólo queda actuar con inteligencia y afrontar las medidas para cambiar esta realidad, cuidando especialmente a los más desprotegidos. Es imprescindible atacar la corrupción enquistada en la sociedad, ya que es ingenuo e ignorante creer que la corrupción está solamente en el sector público, el sector privado corrompe al sector público. Antes se decía que los países tienen el gobierno que se merecen. Ahora, tienen los gobiernos que se les parecen. Quienes gobiernan el país, las provincias y los municipios son parecidos al resto de nosotros. Son una muestra representativa. Si no, no estarían donde están. La sociedad debe cambiar para que esos políticos no tengan más espacio en la Argentina.


José Manuel García González


La gravedad y los ministerios


A lo largo de mi vida, he tratado de desarrollar la virtud de “decir poco y con claridad”. El Gobierno de Mauricio Macri se ha caracterizado, durante casi éstos tres años de Gobierno, de volverlo todo un misterio, la mayor parte de las veces muy difíciles de soslayar. La alianza “Cambiemos”, en la que participan la Unión Cívica Radical y el partido de la señora Carrió, fueron siempre convidados de piedra a la hora de discutir y de decidir sobre cualquier medida que habría de tomarse. Otro tanto pasa con los gobernadores de cada provincia, los que a veces se enteran por los diarios de las últimas medidas del Gobierno (¿soberbia, terquedad, inconsciencia, incapacidad, menosprecio, irreverente indiferencia?). Más allá de todas éstas variables, en lo que a actitudes del Gobierno se refiere. Una sola palabra reemplaza el sentido de todas: “inaceptable”, para el viaje del ministro Dujovne a los Estados Unidos; dejó sentada, una vez más, la incertidumbre instalada en los argentinos de que queremos un Gobierno eficaz, positivo y transparente. No es posible que el Estado no haya logrado superar -entre otras demasiadas cosas- su mala calidad comunicacional; no es posible que los ciudadanos argentinos nos vayamos a dormir y al despertar un DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) haya cambiado sustancialmente las reglas y siempre en deterioro de los que más necesitan. ¿Hasta cuándo todas éstas medidas, que cada día que pasa generan más incertidumbres y angustias a un país que camina al borde de una abismo, de profundidad imprevisible? Después del muy publicitado viaje del ministro de Economía, nada quedó realmente claro: sus explicaciones inconsistentes no aclaran a qué fue, teniendo en cuenta que el acuerdo con el FMI estaba finiquitado. ¿Fue a pedir adelantos de dólares anticipándose a las fechas pautadas, a hacer un pedido de un mayor monto del préstamo o a tramitar a que la Reserva Federal de los Estados Unidos le diera un préstamo paralelo al existente?  Una vez más, la falta de calidad informativa pone un velo de incertidumbre e inseguridad para los que habitamos este país, como para el resto de los países del mundo, que ya hablan de la gran crisis que afronta Argentina, con diagnóstico “reservado” y con claras muestras de incapacidad e impotencia.


Héctor Leonardo Bravo


¿Estado laico?


Escuché a varios legisladores insistir en que el Estado debería ser laico, porque ven como un “problema” que muchos se apoyen en sus convicciones cristianas para votar. ¿No será que las convicciones cristianas se oponen a sus convicciones, y ese es el verdadero problema? Las actitudes de todas las personas están influenciadas por sus convicciones, su edad, su nacionalidad, su sexo (aunque quieran convertirlo en algo cultural y no de naturaleza). Ante un hecho concreto no reacciona igual un católico que un agnóstico; un joven que un anciano, aunque el anciano haya sido joven y actuado como tal en su juventud; ni una mujer que un hombre; ni un islandés que un griego, que podrían tener intereses opuestos en alguna circunstancia, por ejemplo: un partido de fútbol entre las dos selecciones. Si quieren enemistarse con la Iglesia, no están más que cumpliendo una profecía de Cristo y será un problema para los católicos, pero no confundan a la gente desplazando el eje de la discusión: piensan distinto y no les gusta perder.


Martín Jorge Bustillo

Gracias a Dios

Me preguntan: ¿cómo andas? A lo que respondo: Bien, gracias a Dios. Gracias a Dios que me da un día más de vida. Leo una y otra vez las notas, artículos y Cartas al Director. Artículos que leo y con mis cortos 24 años de vida me detengo y pienso, me pregunto: ¿qué está pasando con la gente? ¿Es culpa de la inseguridad, de la política, de la pobreza o será culpa nuestra? Concurro casi a diario a la calle San Martín 2.900 esquina Viamonte, donde puedo observar, detenidamente, cómo por Viamonte, entre San Martín y Mendoza, se producen casos de narcomenudeo, asaltos y consumo de estupefacientes, pasando policías por la zona sin actuar bajo ningún motivo alguno. Como joven con esperanzas, primero, llegar con vida al futuro, y segundo, poder algún día ver cómo la fuerza policíaca toma cartas en el asunto, ya que mi vida y la de todos los ciudadanos dependen de ellos.


Álvaro Gómez Omil

[email protected]

Veredas rotas

Quienes más sufren y sienten en carne propia las consecuencias de la inoperancia, insensibilidad e incapacidad para arreglar o hacer que se arreglen las veredas de todo el microcentro, son las personas con discapacidad que se movilizan en sillas de rueda, ancianos y madres con sus niños en sus cochecitos. LA GACETA puso el tema en el tapete y llovieron los malos comentarios y alguien, con ironía macabra y pretendiendo justificar lo injustificable, argumentó que se habían cerrado todas las mosaiquerías de Tucumán y que ya nadie los fabricaba. Existe una repartición pública municipal que se llama Obras Públicas, y el obrador está enfrente del Cementerio del Oeste. Allí tienen materiales, maquinarias y personal para fabricar mosaicos, con los que se deben reparar y acondicionar las veredas, y luego de intimar al propietario, adosar el pago del impuesto correspondiente. Hubo un ex intendente que pagaba un sueldo a una persona que revisaba e informaba, semanalmente, sobre las veredas rotas. Pero más encomiable y  cansadora fue la labor de un ex concejal, opositor, que marcaba con aerosol y felpón los mosaicos faltantes, y para que lo escuchen tuvo que cambiarse de partido político. Lo lamentable es que no todo sigue igual, nadie se hace cargo de las roturas: si no es la SAT, es el “hijo de la pila mota”, y si eran diez ahora son cien las veredas deterioradas, que muestran nuestro grado de cultura, especialmente el turista, que se mata a golpes si transita las veredas de varios edificios históricos del microcentro. Por favor, ¡ya dejen de darlas vueltas a las peatonales, arreglen las caminerías y veredas de las adyacencias de esos inmuebles! ¡El microcentro no son dos manzanas, no discutan, hagan algo. La ciudadanía y los visitantes se los agradecerán!


Francisco Amable Díaz

Pedro G. Sal 1.180 - B° 20 de Junio
San Miguel de Tucumán

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios