San Martín sufre al máximo cada error y parece que debe “matar” al rival para poder ganar
Si alguien tiene alguna duda sobre si existe la diferencia de categorías debería darse una vuelta por La Ciudadela. Mirar unos cuantos juegos, charlar con los protagonistas y así se dará cuenta que a San Martín le cuesta horrores aclimatarse a la Superliga.
Sufre al máximo cada error y ese fútbol fluido que mostraba en la B Nacional aparecen a cuenta gotas. Por eso la situación se hace cuesta arriba, a pesar que el torneo aún está desperezándose y queda mucho camino por recorrer.
Es cierto que partido a partido los dirigidos por Darío Forestello van creciendo en algunos conceptos, pero todo es demasiado lento y no alcanza. Si no es porque alguien comete un error en defensa, aparece un palo que niega un gol, o quizás falla la generación de fútbol o el físico dice basta y aguantar un resultado parece una quimera. Pero siempre hay un pero, hasta no hubo ninguna jornada en la que el “Santo” logre una tarea pareja, que le permita sacarse de encima la “mufa” ganando un juego en su regreso a la máxima categoría.
Ayer Gimnasia casi le da un golpe sin haber pateado al arco; algo así como en 2009 el Rosario Central dirigido por Reinaldo Merlo le asestó un golpe duro al “Santo” con ese fatídico gol en contra de Jorge Anchén.
Porque ese cabezazo envenenado del “armenio” Mauro Guevgeozián cuando el partido daba el último suspiro fue un shock para San Martín, que si bien recuperó esa actitud ofensiva durante la primera etapa, con los laterales lanzados al ataque y ese vértigo que pide su entrenador de tres cuarto de cancha en adelante, jugó el duelo al ritmo de la gente y ese fue su gran error.
Porque si contra Unión se dejó llevar por delante por el rival y regaló pelota y campo, el equipo cambió el chip y entendió cómo debe jugar los partidos en casa. Pero tampoco es cuestión de obnubilarse y querer comenzar ganando el juego del vestuario. Porque cuando estás acelerado, pensás poco y cuando no pensás el juego no aparece, los errores saltan rápidamente a la vista y falta de precisión se hace cada vez más evidente.
Porque San Martín ayer jugó mejor que Gimnasia, sobre todo en el primer tiempo donde se llevó por delante al “Lobo” con mucha presencia en ataque y con un ritmo frenético. Pero otra vez hubo un pero...
San Martín volvió a mancarse en el segundo tiempo. Como contra Unión, donde regaló el balón o como contra Rosario Central, donde las ideas se esfumaron a orillas del Paraná. Otra vez se quedó sin nafta y ese equipo arrollador fue perdiendo fuerzas y comenzó a atacar a lo que salga.
Y así, el rival comenzó a perder el miedo de adelantarse en el campo y, silbando bajito, comenzó a acercarse al arco de Ignacio Arce. Por eso se puso arriba en marcador, mitad porque San Martín estaba trastabillando por la frustración de no encontrar el gol y mitad porque pecó feo en el retroceso. Ah, también porque Guevgeozián estuvo fino en el cabezazo y porque Arce falló en el cálculo.
Sí, cuando menos lo esperaban en Bolívar y Pellegrini, apareció la dosis de mala suerte que siempre le impide dar en el blanco. Aunque no estaba jugando bien en el complemento, tampoco merecía quedarse con las manos vacías.
Por eso, el “testazo” de Lucas Acevedo con el tiempo cumplido no sólo sirvió para salvar el invicto de La Ciudadela sino para evitar la injusticia y para hacer despertar a un equipo que debe dar el salto de calidad cuanto antes.
Ayer Adrián Arregui demostró que es una solución; y así deben aparecer más respuestas positivas porque cada partido en la Superliga será un parto y para lograr el objetivo habrá que mejorar de un solo saque no paso a paso.